Hace aproximadamente 4.600 millones de años, en los primeros días de nuestro Sistema Solar, un disco de polvo y gases orbitaba al joven Sol. La humanidad ha elaborado dos teorías de cómo a partir de esa nube surgieron los planetas rocosos, entre ellos nuestro hogar, la Tierra. La primera señala que el polvo en el Sistema Solar interior -la región de nuestro vecindario cósmico que abarca desde nuestra estrella hasta la órbita de Júpiter- se aglomeró en trozos cada vez más grandes, como del tamaño de nuestra Luna. En una ‘danza’ caótica, esos cuerpos chocaron entre sí, fusionándose en lo que hoy conocemos como Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. Así lo reseñó ABC.
Pero, al tiempo, se propuso una hipótesis alternativa más moderna que sugería que el proceso fue diferente: ‘guijarros’ de polvo de tamaño milimétrico migraron desde el Sistema Solar exterior hacia el Sol.
En su camino, se acumularon en los embriones planetarios rocosos, ampliando su tamaño hasta lo que son hoy. Ambas ideas sobre cómo era el Sistema Solar primitivo y cómo se formaron los planetas interiores sientan sus bases en sólidos modelos teóricos y simulaciones informáticas, ¿pero cuál es la correcta? ¿Qué ocurrió realmente?
Ahora, un estudio publicado en ‘ Science Advances’ apuesta con nuevos datos por la teoría más antigua por la que los planetas como la Tierra y Marte se formaron mayoritariamente a partir de material del Sistema Solar interior y tan solo un pequeño porcentaje de los componentes básicos de estos dos planetas se originó más allá de la órbita de Júpiter. Un grupo de investigadores liderado por la Universidad de Münster (Alemania) presenta la comparación más completa hasta la fecha de la composición isotópica de la Tierra, Marte y el material de construcción prístino del Sistema Solar interior y exterior hecha a partir de meteoritos.
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