Este director logra una maestría indiscutible. Una estética de las emociones en torno al amor y el erotismo. Combinando la “historia” de los personajes en un cuadro de tiempo, destino, azar en donde color, música y ambiente se combinan para crear la atmósfera dramática adecuada.
Todo se ha dicho sobre el amor, pero cada experiencia amorosa es única. El amor comienza como un deseo indiferenciado hasta que se personaliza y comienza, quizás en todo ser humano, su historia más personal e íntima. En estas películas el amor comienza en unas circunstancias de tiempo y lugar en donde azar y destino se unen sin explicación racional posible.
El amor simplemente “sucede” y no me refiero al sexo. El verdadero amor tiene su temporalidad, desarrollo y desenlace, o final, que nadie conoce anticipadamente. Es una experiencia llena de expectativas de “acompañamiento y complementariedad”. El amor se nutre de silencios y soledades hasta que se da o se logra la comunicación de las existencias.
Para Platón, la “otra mitad”. Para Aristóteles “un alma en dos cuerpos”. Pero esto no es automático y seguro. En el camino hay muchos extravíos, genéricamente llamado infidelidades o aventuras.
En estas películas que recomiendo hay mucho que hablar al respecto y agregaría la película de Sofía Coppola: Perdidos en Tokio, claramente inspirada en el cine de WONG KAR-WAY.
Romanticismo y erotismo pueden ir de la mano, aunque muchos lo olviden con frecuencia.
Igual que placer, drama y tragedia casi siempre se acompañan.
El amor mueve el mundo y marca cada vida particular, el problema es cómo entiende, define y asume cada uno esta palabra tan usada y simple y tan complicada.
En estos temas el cine cumple un papel “de espejo”; nos enfrenta a nuestras propias historias, casi siempre íntimas y secretas. En particular en sociedades monogámicas.