Desde la aparición de la covid-19 en nuestras vidas allá por marzo de 2020 muchos han sido los cambios que hemos sufrido. Un confinamiento que difícilmente olvidaremos, restricciones de movilidad y horarias u otras limitaciones han aparecido desde hace casi dos años para luchas contra el virus.
Aun así, apareció un nuevo utensilio que nos cambio la vida y la forma de interactuar entre nosotros para siempre, la mascarilla. Aunque común cuando alguien enfermaba en países asiáticos en occidente esta prenda era utilizada en casos médicos o excepcionales.
Ver a alguien por la calle utilizando mascarilla solía ser motivo de sorpresa y las personas que la llevaban era en la mayoría de caso bajo prescripción medica. Pero todo cambió con la irrupción de la pandemia y sus efectos e, incluso, ahora alguno dirigentes se empeñan en hacerla llevar hasta por la calle.
El inicio de las mascarillas en el mundo estuvo marcado por todo tipo de problemas. Falta de material, tapa bocas hechos en casa que los expertos no aconsejaban y otras dificultades lastraron su incorporación en el día a día hasta hoy.
Pueden no ser eficaces
Tras la aparición de la variante ómicron y sus múltiples mutaciones que la convierten en más infecciosa que el resto se puso en duda la efectividad de las mascarillas quirúrgicas. Una alerta de la Universidad de Colorado especifica que este tipo de producto ya no sirve contra esta nueva variante debido a su velocidad de transmisión nunca visto.
El virus ha cambiado tanto tras la irrupción de esta nueva variante que se ha denominado como el “más rápido -en propagación- de la historia de la humanidad”. Los expertos han empezado a recomendar el uso de las mascarillas FFP2 o FFP3 debido a que se ajustan de mejor forma a la forma de las caras impidiendo que el aire contaminado con el virus consiga entrar en nuestro organismo.
Con información de La Razón