Ni baby boom, ni booms de divorcios. Por qué las personas tienen menos sexo
En lo que va de la pandemia fueron muchas las cosas que se dijeron en relación al comportamiento sexual de las personas. Al comienzo la relación entre bienestar y vida sexual activa llegó a estar en boca incluso de algunos jefes de gobierno entre las recomendaciones oficiales para transcurrir el aislamiento.
Por Infobae
Se especuló primero con baby booms (explosión de natalidad) y con booms de divorcios, después, mientras las apps de citas online dejaron de ser vistas apenas como pasaporte al sexo casual, para convertirse en plataformas a través de las cuales solos y solas podían encontrar compañía y contención a mediano y largo plazo. Dos años después de la llegada del COVID-19, la aparición de algunos estudios y estadísticas demuestran que no todo es tan predecible en lo que al comportamiento sexual humano se refiere.
La sexualidad varía, fluctúa. Cada vivencia que nos atraviesa como seres humanos modifica la forma en la que experimentamos el sexo. Claramente cambia frente a una pandemia y se modifica también en el transcurso de ella. Celebro que la cuestión de la salud sexual de las personas ocupe espacio en los medios y sea objeto de reflexión y debate dentro de las organizaciones de salud y las instituciones gubernamentales, porque no puede separarse de la salud en general y además porque ayuda a visibilizar temáticas que históricamente fueron silenciadas y consideradas tabú. Sin embargo, me parece importante distinguir la información que colabora con la educación y la desestigmatización de la sexualidad, de aquella que se produce porque “el sexo vende”.
Con los primeros aislamientos, se dijo que pasar más tiempo en casa traería aparejada una mayor frecuencia sexual entre las parejas y en consecuencia un baby boom o incremento de embarazos per capita. Mas de dos años después de los primeros contagios, contamos con información real que lo contradice. Según una informe del Instituto Kinsey y la Coalición Nacional para la Salud Sexual, las personas tienen menos sexo ahora que antes de la pandemia. Incluso aquellos que conviven refieren desencuentros con sus parejas, pérdida del interés sexual y problemas para llegar al orgasmo. Esto puede adjudicarse al estrés y la incertidumbre que causa el temor a enfermarse o que se enferme un ser querido, pero también a la convivencia obligatoria, las nuevas formas de ejercer el trabajo en casa (o las consecuencias de perderlo) y la redistribución de las tareas domésticas y de cuidados. Fueron muchos los espacios de bienestar que se perdieron por el aislamiento y la distancia social y cuando no hay espacio para que uno se ponga creativo, haga una pausa entre una cosa y otra, el deseo de llegar al encuentro sexual difícilmente aparece.
Lejos de aumentar, los nacimientos disminuyeron. Una estadística de los centros de salud estadounidense demostró que en diciembre de 2020 hubo 763 nacimientos menos por día, que en diciembre de 2019.
Con la extensión de las restricciones, el cierre de las instituciones educativas y el home office, se especuló también con un aumento de separaciones y divorcios. Sin embargo, el estudio del Instituto Kinsey reveló que el 47% de las parejas mejoraron la comunicación para lidiar con cuestiones referidas a su sexualidad. Y si bien existieron rupturas, quedó claro cuan resilientes eran las mayoría de los vínculos analizados. Muchas parejas manifestaron que durante este período fueron capaces de tener conversaciones más profundas y verdaderas sobre lo que realmente deseaban para sus relaciones.
Luego, con la aparición de las vacunas, la reapertura de bares y demás espacios de socialización, la suposición fue que las personas por fuera de relaciones estables se habilitarían a buscar sexo casual desesperadamente. Sin embargo, una encuesta realizada a 5 mil hombres solteros en Estados Unidos reveló que para el 81% de ellos, el sexo es menos importante ahora que antes y que la madurez emocional es más importante que la atracción física. Sin dudas, el riesgo de contagio y las restricciones colaboraron en este cambio, pero según Helen Fisher, una antropóloga biológica estadounidense, las que se desplomaron fueron la dopamina y la testosterona: “el sexo tiene ahora menos importancia.”
Lo que sí propició la pandemia fue el incremento del consumo de juguetes sexuales y conductas exploratorias, que además fueron desestigmatizadas, gracias a la visibilidad y hasta las recomendaciones que se hicieron desde los organismos internacionales de salud y los gobiernos nacionales. El Departamento de Salud de Nueva York, por ejemplo, alentó a las personas a practicar la masturbación bajo el lema “Vos sos tu compañero más seguro. La masturbación no propaga el virus”.
El estudio de Kinsey reveló también que muchas personas compraron por primera vez productos de la industria del Sex Toy durante la pandemia. Esta información se condice con estadísticas, que si bien varían en los diferentes países, indican que las ventas del sector han llegado a triplicarse.
La tendencia a buscar nuevas formas de satisfacción sexual se observó también en el incremento de las citas virtuales y el sexting. Muchas personas incursionaron en estas prácticas por primera vez, pero lo más llamativo fue cómo se modificó su uso. Antes, eran un atajo hacia el encuentro sexual casual, mientras que ahora las personas refieren tomarse más tiempo para conversar y conocerse antes de encontrarse personalmente.
Es notable que el sexo online, incluyendo el sexting, que antes estaba mal visto y aún declarado un comportamiento riesgoso o pervertido, se convirtió en un método recomendado para la prevención de enfermedades. En Argentina, desde el Ministerio de Salud, el Gobierno recomendó el sexo virtual en medio del aislamiento obligatorio.
No hay dudas de que la pandemia dejará sus huellas también en las conductas y las percepciones respecto de la sexualidad, y que muchas de las nuevas formas de vincularnos llegaron para quedarse. Lo bueno de este periodo es que vino acompañado de menos distracciones, nos obligó a filtrar lo urgente de lo importante y se presentó como una excelente oportunidad para hacernos cargo y validar lo que nos pasa. Tal vez, lo que podemos pensar es que menos es más y que en adelante, vamos a limitar los contactos a aquello que realmente nos hace bien.