Son casi las seis de la tarde en Caracas y Paola Martínez está llegando a su casa. A pesar de haber terminado su turno en la universidad y su empleo en un medio digital, su día laboral aún no termina. Ahora le corresponde manejar las redes sociales de una empresa y – ya entrando la noche- preparar donuts que vende a domicilio.
Por Adriana Núñez Rabascall / vozdeamerica.com
“Eso es lo que me ha ayudado a salir adelante. Sobre todo, por pagar la universidad, por tener una estabilidad económica que buscamos todos los jóvenes ahorita y se nos hace demasiado complicado”, explica Martínez, de 23 años, estudiante del último semestre de Comunicación Social para quien descansar es un lujo.
“A veces, trabajo todo un día y ya llega la hora de que me tengo que ir a volver a trabajar y así. Muchos días a la semana no duermo”, cuenta Martínez a VOA. Desempeñar varias labores cada jornada le permite, de vez en cuando, comer en un restaurante.
En su casa todos tienen dos o más ocupaciones para garantizarse los alimentos y pagar los servicios. Y así como la familia de Paola, también lo hace el 57 por ciento de los venezolanos, según la encuestadora More Consulting.
“Tres personas adultas, que trabajan en una casa, que no ganan sueldos mínimos, ganan mucho más y no alcanzan para tener una vida bastante cómoda”, lamenta.
Con estudios de Contaduría Pública y Administración de Empresas, Sara Albero lleva adelante una pequeña carnicería en un vecindario pobre del este de Caracas. Por ahora, guarda sus títulos para atender otros oficios.
“Tengo 3 empleos: una carnicería, un taller de costura con mi mamá, donde diseñamos ropa y, de paso, también hice un curso hace dos años y mato unos tigritos dando masajes”, relata Albero de 38 años.
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Matando tigres
“Matar tigres” es una expresión utilizada en Venezuela para referirse a actividades adicionales al empleo fijo. Justamente, el estudio de More Consulting revela que un tercio de la población activa en el país obtiene más ingresos de estas labores complementarias que de su trabajo formal.
“Las empresas no pueden pagarte lo que tú realmente aspiras, lo que realmente necesitas para sobrevivir”, detalla Albero, quien por años llevó las cuentas de una alcaldía local, donde el salario no sobrepasaba los 200 dólares por mes.
En Venezuela, el sueldo mínimo en la administración pública no supera los 4 dólares, mientras, en empresas privadas pueden llegar a pagar entre 50 y 200 dólares por mes, según el Observatorio Venezolano de Finanzas. Pero ese último monto, sigue siendo insuficiente para mantener un hogar.
“En la Venezuela de hoy en día es más productivo tener un oficio. El técnico de mi nevera me cobra 50 a 100 dólares cada vez que viene. Un masaje cuesta 20 dólares la sesión y en una oficina te pagan 150 a 200 dólares mensual. Tú sopesas una cosa con otra”, dice Albero.
La firma Ecoanalítica calcula que una familia de cinco miembros necesita alrededor de 700 dólares mensuales para cubrir solo los gastos básicos, pero esta cifra se aleja de la realidad de las grandes mayorías en la nación petrolera, donde la pobreza alcanza al 94% de la población, según una reciente investigación de la Universidad Católica Andrés Bello.