El desempleo, los arriendos y precios de víveres altos y el riesgo de ser asaltado son circunstancias que afectan a una gran mayoría de la población, más si las personas son extrañas al contexto en el que se desarrollan los hechos, como los ciudadanos migrantes.
Por El Universo
Hay episodios recientes que han dejado expuestas a personas en esa condición de movilidad, como al joven repartidor de comida que asesinaron por robarle su moto, en el sector de Flor de Bastión, en el noroeste de Guayaquil, el 20 de enero pasado. “Dónde estaré metido yo, Dios mío”, dijo el extranjero en un video que subió a una red social momentos previos a la desgracia.
Pese a sus adversidades, más de 400.000 ciudadanos venezolanos que se encuentran en Ecuador –según un conteo realizado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) a mediados del 2021– tratan de rehacer su vida después de cientos de horas de caminatas entre su país y su nuevo hogar, hambre y frío, viajes en bus y preocupaciones por su familia que dejaron en su tierra natal.
Antonio García también trabaja como delivery (repartidor) y gana el sueldo básico. Él partió del estado de Carabobo, Venezuela, a Quito, a finales del 2019. Navidad y fin de año fueron fechas duras para el hombre de 40 años por tener a su familia a más de 2.300 kilómetros de distancia.
“Llevo un tiempo trabajando en una empresa de repartos. El dinero que he ganado me ayudó para traer a mis hijos. Me reencontré con ellos después de casi un año y medio de estar separados”, cuenta Antonio.
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