El 2 de noviembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba de la presencia de una nueva cepa del coronavirus, la B1.1.529, clasificada como variante de preocupación y bautizada posteriormente como Ómicron. Desde entonces, la variante que se descubrió en Sudáfrica ha provocado un tsunami de contagios en todo el mundo.
Por La Razón
En varios países, ómicron ha arrasado en solo siete semanas. El 99 % de los casos secuenciados del 17 al 23 de enero corresponden a esta cepa, según los últimos muestreos aleatorios disponibles. En ese mismo período de tiempo, el porcentaje de la variante Delta se situaba en el 1 % de las muestras secuenciadas.
De ella se sabe que aunque es más contagiosa que su predecesora- unas 70 veces más rápido que la variante Delta- la gravedad de la enfermedad que provoca es mucho menor, especialmente en aquellos que están vacunados.
Además, hace varias semanas se detectó un sublinaje de Ómicron -la BA.2- que se está extendiendo rápidamente. Ya está presente en más de 40 países y los primeros datos apuntan a que tiene cierta ventaja en la transmisibilidad. Un estudio realizado recientemente en Dinamarca reveló que esta subvariante es hasta un 33% más contagiosa que la cepa original.
Es por ello, que expertos de la Universidad de Kobe han elaborado un estudio, publicado en el medio japonés The Asahi Shimbun, que indaga en las medidas más eficaces para prevenir el contagio por Ómicron.
Los científicos llevaron a cabo simulaciones en la supercomputadora Fugaku para determinar las probabilidades de contraer Ómicron u otras variantes de la Covid-19 en múltiples situaciones bajo ambientes cerrados.
Descubrieron que para una persona sin mascarilla, la probabilidad de infectarse con Ómicron después de una conversación de 15 minutos a una distancia de un metro es de alrededor de 60 %, aunque puede superar el 90 % en el peor de los casos.
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