La paciencia está agotada. Bogotanos, turistas y visitantes nacionales y extranjeros están hastiados de lo invivible que se ha vuelto la capital del país; la impotencia, el desánimo y el temor, son el sentimiento generalizado, y la victimización, pese a haber disminuido 3 puntos, se expande a nuevos lugares de la ciudad. Duro afirmarlo, pero estamos presenciando una Bogotá colapsada y deteriorada, resultado de una administración fallida que no logra superar la agobiante problemática de movilidad, informalidad y ornato público, que impacta negativamente el comercio, la seguridad y el medio ambiente.
Desde los 80, el tráfico de Bogotá no llegaba a niveles de congestión como ahora. La medición de la firma TomTom Traffic Index para 2020, clasifica el tráfico vehicular en 416 ciudades de 57 países y ubica a Bogotá en la tercera más congestionada del mundo, después de Moscú (Rusia) y Bombay (India), y el viacrucis cotidiano para quienes ingresan y salen de Bogotá es permanecer hasta 3 horas en el carro para lograr su destino. Y ni hablar del transporte público, donde el matoneo, la delincuencia, el desorden, los vendedores informales, los habitantes de calle, la molestia de inmigrantes, el colatón, los accidentes de tránsito y la destrucción de los portales, son un verdadero dolor de cabeza. Con el agravante, que la capacidad de respuesta Distrital es lenta, no llega, casi nula; los vidrios rotos no se reemplazan, las puertas automáticas no se reaparan, los grafitis no se borran, la basura no se recoge, y los huecos ya son parte del deplorable paisaje.
Al estado agónico de la movilidad, se suma la creciente informalidad y el acumulado deterioro del ornato público. El único cambio notorio, es el estrafalario colorido de algunos puentes, con grafitis y obras de arte, muy cuestionados algunos por cierto, parecen apología al ocio, a la rebeldía, a la anarquía. Solo basta con entrar y salir de la ciudad, el paisaje es deprimente, tramos de zonas arborizadas que separan los carriles en las autopistas, canales, parques y espacios públicos, están invadidos de cambuches, colchones, muebles abandonados, fogones humeantes, basura, ropa colgada, y familias de inmigrantes venezolanos, con niños confundidos entre habitantes de la calle, consumidores de boxer y drogas, y ladrones siempre de vigías para cazar a la siguiente víctima. Los escombros son arrojados al Río Bogotá, agudizando su existencia ya bajo amenaza y donde la mayor contaminación en un 90%, ocurre precisamente en la cuenca media que atraviesa la capital y Soacha.
Las prácticas situacionales, es decir, la recuperación y conservación del espacio público, son cruciales en la prevención del delito, la reducción de la molestia ciudadana, la protección del medio ambiente y el crecimiento de la economía. En 2016 se recuperó El Bronx, y el homicidio se redujo en 61 % en el sector; cinco años después, proliferan tenebrosos “cartuchitos”, es decir, guaridas de la perdición, que acechan constantemente a habitantes y transeuntes en zonas como el barrio Maria Paz de Kennedy cerca a Corabastos, en la Cra 30 con Sexta, en la Plaza España, en la Décima con Sexta y en las postrimerías del Terminal El Salitre. También subsisten campamentos en el Barrio Roma, que exhiben la bandera de Colombia con las iniciales P.L. “primera línea” acondicionados como centros de consumo y venta de estupefacientes, campos de entrenamiento subversivo y para la preparación de artefactos explosivos. Así lo confirmó la inteligencia policial.
El deterioro y abandono del ornato público, el pésimo estado de la malla vial, el pobre alhumbrado, la obsoleta semaforización, tienen relación directa con la percepción de inseguridad
El deterioro y abandono del ornato público, el pésimo estado de la malla vial, el pobre alhumbrado público, el obsoleto sistema de semaforización y la precaria señalización, tienen relación directa con la percepción de inseguridad, que de acuerdo con el estudio Bogotá Cómo Vamos está en el 88 %, y claro, propicia nichos de oportunidad para el delito, como viene ocurriendo con el incremento de asaltos a restaurantes, 7 casos en lo corrido del año, y los hurtos de celulares y bicicletas. En la localidad de Teusaquillo, por ejemplo, la seguridad se ha complicado con el registro de 1.042 hechos delictivos, 170 más que los dos primeros meses del 2021. Aquí fue asesinada la periodista Natalia Castillo por hurtarle su celular, otra mujer fue herida por los mismos hechos y un artefacto explosivo fue desactivado por las autoridades. El sector de Galerías, por ejemplo, ha perdido el orden y la tranqulidad que alguna vez conservó.
La Policía Metropolitana de Bogotá fue fortalecida con mil nuevos uniformados este año, se esperan 1.500 más pàra reforzar el dispositivo electoral, su fuerza ya supera los 18.000 efectivos. En dos meses se han capturado 2.700 delincuentes, de estos 420 venezolanos involucrados en acciones criminales, es decir el 15 %. En las estaciones de policía hay más de 50.000 equipos celulares recuperados y miles de armas cortopunzantes, resultado del fortalecimiento de los controles y la desarticulación de bandas criminales dedicadas al hurto. 1.435 Frentes de Seguridad están en marcha y se ha fortalecido la inteligencia y la investigación criminal.
Pero la acción policial no es suficente y para que la entropía, el desorden, el abuso y la degradación delictiva no avancen, se requiere mayor eficacia en la respuesta-solución por parte de la Alcaldía, apostarle agresivamente a la automatización de la ciudad, ampliar los mecanismos de participación ciudadana en la resolución de los conflictos, y ejercitar procesos focales de veeduría a las alcaldías locales.
Una ciudad colapsada y deteriorada, es el espejo de una ciudad insegura, afeada, sumergida en la penumbra, sin enfoque en el cuidado preventivo, y donde los descomunales esfuerzos de la Policía terminan siendo estériles y efímeros, como ocurrió con el Programa Nacional de Policía de Cuadrantes. Y ahora con las obras del Metro de Bogotá y Transmilenio de la 68, ¿podrá la Administración Distrital controlar inteligentemente el caos que se avecina?, ¿podrán bogotanos y visitantes disfrutar con confianza y seguridad de la ciudad?, ¿o seguirán los ciudadanos atrapados en el consumismo de los centros comerciales para escapar del caos, el mugre y la intranquilidad que se apodera de los espacios públicos? Pandora se lo dijo a Prometeo: “La esperanza es lo último que se pierde”.
LPNSN: Y para completar! El Parque Nacional, se ha convertido en el monumento de la indignación y la indignidad, la contaminación y del abandono de nuestras comunidades indígenas. Las infecciones, el hambre y el frío tienen en riesgo a 60 niños embera.
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