Miles de fieles se apresuraron el viernes al santuario de Lourdes, en el sur de Francia, ansiosos por pasar la mano por la pared de la gruta, cerrada al público durante casi dos años, debido a la crisis sanitaria.
La fecha del 11 de febrero es simbólica, ya que se trata del día en que por primera vez, en 1858, la Virgen María se apareció a Bernadette Soubirous, según la tradición católica.
Esta vez “los peregrinos pueden regresar al interior de la gruta para tocar esta roca como signo de confianza en la Virgen María, para depositar en ella sus alegrías, sus penas o sus angustias”, informó a la AFP Olivier Ribadeau Dumas, rector del santuario.
Una misa en esta ocasión reunió a cerca de 4.000 personas.
“Nunca hemos tenido tanta gente para una misa desde hace dos años”, se alegró el rector.
El cierre de la gruta ha pesado mucho en la frecuentación de la segunda ciudad hotelera de Francia, después de París, que cuenta con 14.000 habitantes y depende 90% del turismo.
Antes de la pandemia, la ciudad mariana recibía alrededor de 3,5 millones de visitantes al año, muchos de ellos enfermos en busca de una curación milagrosa.
El levantamiento de la mayoría de las restricciones sanitarias en el santuario -aunque la máscara sigue siendo usada- es el “signo de que este tiempo que hemos vivido está dejándose atrás y que los peregrinos pueden realizar con seguridad y serenidad su peregrinación”, destacó Ribadeau Dumas.