Julio Castellanos: ¿Qué es un gobierno de coalición?

Julio Castellanos: ¿Qué es un gobierno de coalición?

Puede que la opinión pública en general tienda a pensar que la conformación de un gobierno, la designación de sus integrantes y el establecimiento de su dinámica y funcionamiento interno, corresponda únicamente al partido político vencedor de las elecciones, obviamente, el partido político más votado tendrá un rol protagónico pero ciertas contingencias pueden conminarlo a abrirse a ampliar su base de respaldo, entre ellas: 1) ganar una elección con escasa participación de los votantes, 2) no contar con apoyo parlamentario, 3) no gozar de reconocimiento internacional o 4) enfrentar una crisis de extraordinaria complejidad (económica, social, militar, ambiental…).

En las democracias con régimen parlamentario los gobiernos de coalición son más bien la norma antes que la excepción y en la actualidad hay ejemplos muy notorios. En el caso de España, dada la imposibilidad de que alguno de los 4 partidos políticos más votados alcanzará mayoría suficiente en el parlamento para designar al gobierno, el PSOE buscó un aliado, primero lo intentó con el partido Ciudadanos y, al no lograrlo, encontró en el partido Podemos un incómodo pero necesario socio. Ese gobierno de coalición ya tiene varios años proporcionando cierta estabilidad política a una España que enfrenta desafíos muy complejos: la pandemia, la crisis ambiental, los nacionalismos independentistas y la integración europea.

En Alemania, tras un indiscutible predominio de los democristianos, gracias al liderazgo de Ángela Merkel, las primeras elecciones sin la poderosa Canciller significaron un triunfo del Partido Socialdemócrata Alemán, sin embargo, la izquierda no logró suficientes escaños en el parlamento y se vio obligado a conformar una novedosa alianza a tres junto con Liberales y Ambientalistas. El ahora Canciller Olaf Scholz lidera la coalición “semáforo” (en alusión a los colores que identifican a los partidos) y enfrenta los riesgos de una guerra en Ucrania, los efectos de la pandemia y la descarbonización del motor industrial de Europa.





En los regímenes presidencialistas hay más dificultades para establecer gobiernos de coalición dado que sus mecanismos electorales inducen a la polarización, sin embargo, hay experiencias notables. En Venezuela, por ejemplo, tras suscribir el Pacto de Puntofijo, los tres partidos mayoritarios (AD, COPEI y URD) integraron el tren ejecutivo de Rómulo Betancourt (AD) quien fuera el indiscutible vencedor de las primeras elecciones luego del fin de la dictadura militar. La coalición a tres tuvo corta duración dado que URD abandonó el gobierno por su desacuerdo con la política exterior de AD, pero sin esa alianza hubiese sido imposible vencer a las conspiraciones golpistas de la derecha militarista y del comunismo internacional en una época particularmente difícil.

Lamentablemente, los gobiernos de coalición tienen mala prensa. Las críticas desde las gradas suelen girar sobre lugares comunes como “todos comen en la misma mesa” y cosas por el estilo. No obstante, ante la imposibilidad práctica de la destrucción física de los adversarios políticos y la amenaza real y concreta de grupos terroristas como las guerrillas, el paramilitarismo y el narcotráfico que controlan parte del territorio, la necesidad de restituir la estatalidad y el reconocimiento internacional de nuestras instituciones y el urgente sometimiento de las Fuerzas Armadas al poder civil legítimamente electo en comicios libres y justos la pretendida importancia de la opinión de las gradas es poco válida como chantaje. Instalar un gobierno de coalición, tras la celebración de unas elecciones libres y justas, que reúna a la mayor parte de la policromía del pensamiento político nacional en la tarea de reconstruir al país tras la oscura noche dictatorial puede no solo ser útil, también puede ser imprescindible.

Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica