Ilona es ucraniana y tiene una peluquería en Marbella, el amable paraíso de la Costa del Sol andaluza que en los últimos diez años duplicó su población ex soviética, sobre todo entre nacionalidades como la ucraniana y la rusa, seducidas por la dulzura del clima y el estilo de vida español.
Por Clarín
“Temo que mis clientas rusas no vengan más”, le confesaba Ilona hace unos días a una argentina que suele confiarle su cabellera.
Mientras la atendía, Ilona respondió dos llamadas: eran clientas rusas que, asustadas por el cerrojo con el que la comunidad internacional está asfixiando las cuentas bancarias y las tarjetas de crédito procedentes de la tierra gobernada por Vladimir Putin, temían no poder seguir pagando el mantenimiento de sus uñas esculpidas.
Bloquear las fortunas rusas para ejercer presión sobre los millonarios y poderosos afines al hombre que lleva diez días bombardeando Ucrania para evitar que se sume a la alianza militar de Estados Unidos y Europa occidental, es una de las tácticas a las que apuesta la Unión Europea.
Mansiones, jets y yates de lujo
Entre los principales blancos están las mansiones, los jets privados y los yates de lujo, una de las debilidades de los magnates rusos que en España suelen desplegar su majestuosidad en los puertos de la Costa del Sol (Puerto Banús), en las islas Baleares (Mallorca) y en la Costa Dorada (Barcelona).
“Un capitalismo mafioso que es el que sostiene hoy a Putin en el poder”, sostiene Ruth Ferrero-Turrión, profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid.
Los 140 metros de eslora del Solaris, el yate que cuenta con spa, piscina, gimnasio y dos helipuertos de Roman Abramovich, el ruso que acaba de colgarle el cartelito de “Se vende” al Chelsea Football Club, está valuado en más de 500 millones de euros y permanece amarrado en el puerto de Barcelona.
No como el Galactica Super Nova del multimillonario Vagit Alekperov -ex viceministro del petróleo y gas de la Unión Soviética y actual presidente de Lukoil, la mayor petrolera de Rusia-, que el fin de semana pasado zarpó de Cataluña para refugiarse en Tivat, un puerto montenegrino fuera de los confines de la Unión Europea.
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