¿Quiere todo el mundo la democracia? Esta es una pregunta que invita a la reflexión, y es también el título de un libro de la antropóloga política Paula L. W. Sabloff (Does everyone want democracy?), en el que la profesora Sabloff ofrece su visión sobre la transición del comunismo de estilo soviético a la democracia en Mongolia. Su obra nos ofrece algunas respuestas a una de las cuestiones más relevantes para las políticas de nuestro tiempo: ¿Es la democracia un bien universal deseado por todas las culturas?
Aquí tomaré prestado el análisis de la Dra. Sabloff de las tornadizas ideas de los mongoles sobre democracia y capitalismo a medida que trataban de implantarlas. Creo que sus conclusiones pueden ser aplicables a Cuba si se intentara en el futuro una transición similar.
Los años de investigación antropológica en Mongolia llevaron a Sabloff a concluir que “…una vez que la democracia se institucionaliza, la gente ya no la considera un objetivo o un fin en sí mismo; la perciben como un medio para alcanzar un fin. Ven la democracia como una forma de gobierno diferente al comunismo que les permitirá alinear mejor sus metas personales con el estilo de vida que desean.”
En otras palabras, la población define la democracia en términos de “lo que creen que la democracia hará por ellos”. Sabloff sostiene que, aunque muchos en el mundo quiere la democracia, no todos desean el mismo tipo de democracia.
Por ejemplo, cuando se les preguntaba: ¿En que consiste la democracia?, los entrevistados respondían para lo que servía la democracia. Es decir, la preocupación y las respuestas de los entrevistados se centraban en cómo el gobierno democrático afectaría su modo de vida. Sospecho que este sería el mismo género de respuestas que obtendríamos si hiciéramos la misma pregunta en una Cuba en transición.
Sabloff analiza la democracia mongola en cinco segmentos: derechos humanos, libertad política, libertad económica, responsabilidades del gobierno y deberes de los ciudadanos. Por lo tanto, es necesario hacer aquí una distinción entre libertad y democracia.
A menudo utilizamos estos términos indistintamente, equiparando libertad con democracia. Los entrevistados de Sabloff seguramente lo hicieron. Nuestra concepción moderna de la libertad, producto de la Ilustración, afirma que, como individuos, tenemos derechos que son universales. Estos derechos no dependen de la pertenencia a una comunidad o a un gobierno. Nacemos libres, e instituimos gobiernos para proteger nuestras libertades.
Estados Unidos nació como una república, no como una democracia, y nuestra constitución fue diseñada para promover la libertad, no la democracia. Los Fundadores trataron de proteger los derechos individuales contra la intromisión del gobierno y de sus conciudadanos. La intención de la Constitución era gobernar al gobierno, no al pueblo.
Sospecho que la mayoría de nosotros se sorprende al saber que la palabra “democracia” fue evitada deliberadamente por los Fundadores y no aparece en la Declaración de Independencia ni en la Constitución. Los Padres Fundadores estaban profundamente preocupados por los problemas inherentes a la tiranía de la mayoría y se esforzaron por diseñar un gobierno federal que no se basara en la voluntad de la mayoría.
Se necesita tiempo para desarrollar una cultura democrática tras gobiernos no democráticos, como sería el caso de Cuba. Recordemos que cuando las naciones pasan del socialismo al capitalismo, no necesariamente pasan de un gobierno totalitario a un gobierno democrático. Como señala Sabloff, los mongoles necesitaron ayuda para “pasar de verse a sí mismos servidores del gobierno (como hacían bajo el socialismo) a considerar el gobierno al servicio del pueblo (como hace el pueblo en una democracia)”.
Una observación preocupante del estudio es que los mongoles estaban más centrados en los derechos de la ciudadanía que en las actividades necesarias para mantener un gobierno democrático. Sabloff sugiere que los mongoles se preocupaban por sus libertades, pero no estaban especialmente interesados en una ciudadanía activa, sino que mostraron indiferencia hacia el cumplimiento de los deberes ciudadanos.
Lamentablemente, me temo que igualmente, un analista futuro observará en Cuba a una población políticamente desinteresada que “sólo quiere que la dejen en paz para averiguar cómo sobrevivir en una economía capitalista”.
El último libro del Dr. Azel es Libertad para novatos.