El chamanismo, es decir, la creencia de que es posible comunicarse con los espíritus, está profundamente asentado en Rusia, desde los pastores de la taiga siberiana a su presidente, Vladimir Putin, que visita y consulta a los más “poderosos” relata Jacek Hugo-Bader en “El mal del chamán” (La Caja Books).
Este periodista polaco recorrió 10.000 kilómetros y pasó cuatro meses investigando este fenómeno sociológico y etnográfico que le obsesionaba, confiesa en una entrevista a Efe, en un país que vivió décadas de ateísmo de Estado pero donde hay más brujos y trabajadores extrasensoriales registrados que médicos colegiados.
“No sé si Putin consultó a chamanes antes de invadir Ucrania, pero lo que sí sé seguro es que a veces los visita y habla con ellos sobre temas importantes para el mundo y para Rusia”, afirma en un intercambio por correo electrónico.
Hugo-Bader (1957), reportero de Gazeta Wyborcza, el principal diario polaco, es autor de otros libros de viaje en los que se sumerge en la antigua URSS, como “El delirio blanco” o “Diarios de Kolimá”.
EL CHAMÁN QUE QUERÍA EXPULSAR A PUTIN
Como es habitual en su trabajo, Hugo-Bader se sumerge en el mundo que quiere descubrir y explicar y en este caso convive estrechamente con chamanes de distintas ramas y orígenes: psiquiatras, escritores, maestras de literatura, periodistas, militares, científicos o pastores de la taiga.
Uno de ellos es el chamán Gabyshev, al que acompañó en una parte de su viaje a pie a Moscú, donde pretendía “sacar al diablo del Kremlin”. Cada vez más conocido -su caso saltó a la prensa internacional- ha acabado recluido en un hospital psiquiátrico.
“El destino de este pobre hombre es peor que el de Navalny (el opositor a Putin encarcelado), un psiquiátrico en Rusia es peor que un campo de trabajo”, lamenta Hugo-Bader en la entrevista, y explica que pretendía volver para explicar cómo se encuentra el chamán, aunque la guerra de Ucrania ha dado al traste con estos planes.
“Putin odia a quienes luchan por la libertad y quieren construir un mundo mejor. No podía permitir que en Ucrania, un país que odia y desprecia, la gente viviera mejor que en Rusia”, afirma.
Hugo-Bader describe al presidente ruso como un “furioso psicópata” y como tal “impredecible y muy peligroso”. “Esta guerra es un asunto de ego, Putin está encantado y excitado de que el mundo tenga miedo, quiere ser un zar, y le dan igual la política y la economía”, opina.
En su libro relata su visita a la aldea seca y lóbrega de Chapáyev, en el lugar más recóndito del sur de Siberia, donde el jefe del gobierno va con su ministro de Defensa tuvano (procedente de aquella región) cuando quiere reunirse con chamanes, aunque Putin se aloja en el lujoso resort que Gazprom tiene en Ondugái.
Otra muestra de cómo esta fe sin dogma tiene adeptos en todos los estratos sociales. El 40% de los ciudadanos dice creer en los milagros, y durante la pandemia de covid el jefe de prensa del Kremlin y varios diputados de la Duma portaban ostensiblemente amuletos chamánicos para que les protegieran del virus. También Stalin usó chamanes en la II Guerra Mundial para sobrevolar Stalingrado.
DEL ESCEPTICISMO AL ESTUPOR
En “El mal del chamán”, cuyo título hace referencia al terrible malestar físico y esquizofrenia que siempre precede las conversiones a la práctica de esta especie de religión animista y milenaria, Hugo-Bader pasa del escepticismo al estupor al vivir situaciones que no controla.
“Cuanto más tiempo llevaba en Siberia y más hablaba con los chamanes, más claro me quedaba qué poco sabemos de nuestro mundo. ¿Cómo es posible que alguien pueda leer tu mente? ¿Cómo es posible que adivinen tus pensamientos?” pregunta.
Aunque en el libro racionaliza las respuestas y describe sus motivaciones económicas, problemas mentales y consumo de sustancias alucinógenas y alcohol, poco a poco se va dejando arrastrar por opiniones como la de Aleksandr, que confiesa ser “un hombre soviético, materialista, marxista, antiguo miembro del Kommosol, que no cree en Dios ni en el Diablo” pero que sabe que “el mundo de los espíritus existe”.
Según los expertos que también entrevista, el éxito de los chamanes a la hora de curar enfermedades, adivinar situaciones o predecir el futuro se debe a la empatía que consiguen con sus pacientes, y al efecto placebo que produce su espectáculo de tambores, humo, fuego y éxtasis.
“Estamos ante un poder desconocido de la mente humana que los chamanes saben utilizar y nosotros no”, le explica la directora del Centro de Antropología Médica de la Academia de Ciencias de Rusia, Valentina Ivanovna Jaritónova, sobre esta práctica que vive un renacimiento en el país más grande del mundo.
EFE