Unas mariposas doradas decoran las paredes de la luminosa entrada del centro de expertos sobre la eutanasia en Países Bajos, un homenaje a los pacientes a los que ayudó a morir con la dignidad tras su legalización hace 20 años.
Los insectos metálicos parecen levantar el vuelo hacia otros cielos a lo largo de la escalera mecánica que remonta desde el vestíbulo de este centro único en su género, que acoge cada años a cientos de personas que desean recibir una eutanasia.
El 1 de abril de 2002, Países Bajos fue el primer país de mundo en autorizar esta práctica médica. Bélgica siguió sus pasos rápidamente y, el año pasado, España se convirtió en el sexto país del planeta en legalizarla.
Cada año son más las personas que recurren a ella en Países Bajos. La cifra sube año tras año y en 2021 llegó a 7.666 personas, según cifras oficiales. La mayoría (90%) tiene más de 60 años y padece un cáncer terminal u otro tipo de enfermedad.
“Cuando la ley se adoptó hace 20 años, era conocida pero no se utilizaba tan a menudo como ahora”, observa Sonja Kersten, directora del centro ubicado en La Haya.
El envejecimiento de la población explica esta evolución, pero también el hecho de que la práctica de la eutanasia ya no es una cuestión tabú y empieza a democratizarse.
– Ni un derecho, ni un deber –
“Morir con dignidad es un debate que se desarrolla con la sociedad y la sociedad holandesa es bastante abierta con esto”, afirma Kersten.
Países Bajos es una sociedad “progresista” donde los habitantes están apegados al principio de tener las cartas en la mano, afirma a AFP.
En la mayoría de países, la eutanasia no está permitida. Por ejemplo, en Bélgica, cuya ley cumplirá 20 años a finales de mayo, 40 pacientes franceses se beneficiaron en 2021 de esta práctica prohibida en su país.
“La eutanasia no es ni un derecho del paciente, ni un deber del médico”, estima Kersten, de 48 años. “No es cualquier cosa recibir una petición de eutanasia”, es una cuestión “muy difícil y existencial”, añade.
La ley holandesa estipula que el médico y un experto independiente deben determinar en el paciente un sufrimiento insoportable y sin esperanza de mejora. También establece que la demanda debe ser reflexionada con madurez y voluntaria, sin que haya otra “opción realista”.
El centro de La Haya asiste a los clínicos en el proceso de eutanasia de sus pacientes y acoge a aquellos cuyo médico habitual no quiera acceder a su demanda para ayudarles a morir.
– Mejor morir en casa –
La fundación se encuentra en un bello edificio con jardín. Al crearse en 2012, el centro, entonces llamado Clínica del Fin de la Vida (Levenseindekliniek), pretendía ofrecer en sus instalaciones la eutanasia a sus pacientes.
Pero pronto se dieron cuenta que la gente prefería morir en su casa y el concepto de clínica se convirtió en un centro de expertos que se ha forjado una red nacional de 140 médicos y enfermeros.
“Algunos médicos en Países Bajos todavía se oponen, por principio” a la eutanasia, observa Sonja Kersten. “Y tienen todo su derecho”, precisa.
El equipo médico del centro ha asistido en el fin de la vida de casi 900 personas en 2020 sobre un total de cerca de 3.000 peticiones, ambas cifras en claro crecimiento. Alrededor de un 20% sufrían demencia o problemas psiquiátricos.
Es un asunto importante en Holanda donde se lanzó en 2016 una acción inédita en la justicia contra un médico por la eutanasia de una paciente con Alzheimer, aunque finalmente el profesional fue absuelto en 2019.
El núcleo central del caso era saber si la paciente estaba en plena posesión de su capacidad intelectual al tomar la decisión.
AFP