¿Le debe algo la sociedad a los pobres, o a los infortunados? ¿En caso afirmativo, a que costo para otros debe prestarse ayuda? Los filósofos que se hacen estas preguntas suelen referirse a un experimento mental en ética y psicología llamado el problema del tranvía, que ilustra el dilema ético de sacrificar a una persona para salvar a varias.
El escenario básico describe un tranvía descontrolado que mataría a cinco personas inmovilizadas en la vía. Tú, el espectador, estás de palafrenero junto a una palanca en el patio de los tranvías y puedes intervenir y desviar el tranvía para que mate a una sola persona en una vía secundaria. Si tiras de la palanca, el tranvía cambiará de vía y no atropellará a las cinco personas, pero moriría la persona de la otra vía. Tienes dos opciones: no hacer nada y dejar que el tranvía mate a las cinco personas en la vía principal, o tirar de la palanca para desviar el tranvía a la vía secundaria y matar a una persona.
¿Qué es lo correcto? Más técnicamente, ¿cuál es la opción más ética?
La filósofa Philippa Foot introdujo este género de problemas sobre decisiones en un artículo de 1967. A partir de ese momento se han introducido muchas variantes. Una de ellas es, que la persona que sería sacrificada en la vía secundaria es el hijo de quién tiene la palanca en la mano. ¿Que hacer entonces?
Otra variante interesante es que usted se encuentra en un puente sobre el que pasará un tranvía que corre hacia cinco personas. Usted puede detener el carro colocando un objeto pesado en la vía. A su lado, en el puente, hay un hombre muy grueso. Si usted lo empuja sobre la vía puede detener el carro. El gordo morirá, pero se salvarán cinco. ¿Debes hacerlo? Resulta que la mayoría de las personas, que en el escenario anterior tirarían de la palanca, en este caso no empujarían al gordo. ¿Existe una distinción moral significativa entre las dos variaciones del problema?
Es interesante notar que han surgido dilemas éticos de este tipo en el diseño de los vehículos auto conducidos, que requieren que se programe a quién o a qué golpear cuando una colisión es inevitable. ¿Debería el software de los vehículos dar más o menor valor a la seguridad de los ocupantes del coche o a la de las víctimas potenciales fuera del vehículo? ¿Estaría usted dispuesto a comprar un coche autónomo programado para sacrificar al pasajero en una situación de accidente? ¿Cuál sería el argumento del marketing? Los fabricantes de automóviles actualmente tratan estos temas.
En 2017 se llevó a cabo un experimento realista sobre el problema del tranvía en el que se colocó a individuos en una estación de cambio de trenes y se les mostraron imágenes que creían reales (eran grabadas) de un tren bajando por una vía con cinco trabajadores en la vía principal, y uno en la vía secundaria. La mayoría de los participantes no tiraron de la palanca, permitiendo así que el carro matara a las cinco personas de la vía principal. Tengamos en cuenta que este fue un experimento simulado, una situación que los participantes creían real; sin embargo, en varias encuestas, la mayoría de los encuestados optó por matar a uno y salvar a los cinco. ¿Qué haría usted?
Una consideración que señalan los filósofos es que, en el caso de las cinco muertes en la vía principal, esto sucedió sin la decisión de dañar intencionalmente a nadie, mientras que en la muerte en la vía secundaria se optó por una acción deliberada que provocó esa muerte. Esta doctrina filosófica favorece una pasividad que, sin intención, tiene efectos indeseables. Sin embargo, hacer daño deliberadamente, aunque sea por una buena causa, es inmoral.
Traslademos el problema del tranvía a la elaboración de políticas. Por ejemplo, ¿cómo elegimos la opción más ética en nuestras leyes fiscales? Si hacer daño deliberadamente, aunque sea por una buena causa, está mal, ¿nos sentiríamos cómodos gravando a unos pocos de forma desproporcionada para ayudar a muchos?
El último libro del Dr. Azel es Libertad para novatos.