El papa Pío XII contra Hitler: ¿cómplice del Holocausto o salvador de miles de judíos?

El papa Pío XII contra Hitler: ¿cómplice del Holocausto o salvador de miles de judíos?

Pío XII fotografiado hacia 1951

 

 

 

El papel de Pío XII en la Segunda Guerra Mundial sigue siendo motivo de controversia. La imagen tradicional del Papa como cómplice de los nazis o, como mínimo, como un hombre de Dios que miró hacia otra parte resulta cada vez más cuestionada conforme se van abriendo los Archivos Vaticanos y aparecen más pruebas de su silenciosa guerra contra Hitler.

Por ABC

Eugenio Pacelli (Roma, 1876), perteneciente a las grandes familias principescas de Italia, había aprendido desde pequeño por influencia de su madre varios idiomas, entre ellos francés y alemán, y casi parece que la Iglesia, cuya vocación sintió con quince años, le preparó para ser su gran diplomático en un tiempo en el que el catolicismo iba a tener que vivir en la cuerda para salir con vida.

Ya en el seminario de Roma destacó por su magnetismo, su capacidad de escucha y una cierta teatralidad, acrecentada por sus gestos amanerados, que le serían muy útiles en su posterior carrera diplomática.

La íntima batalla de Pacelli con la Alemania nazi era anterior a su elección para ocupar la silla de San Pedro. El Papa Benedicto XV designó a Pacelli como nuncio apostólico en Baviera el 23 de abril de 1917 y, por motivos prácticos, terminó siéndolo de toda Alemania, entre 1920 y 1925. El 19 de diciembre de 1929, fue designado cardenal presbítero por el Papa Pío XI y, el 7 de febrero de 1930, sustituyó al cardenal Gasparri como secretario de Estado. Como responsable de la diplomacia papal en el periodo de entreguerras, vivió con gran preocupación el ascenso del nazismo en este país y las tensiones a las que fue sometida la Iglesia.

El diplomático

Pacelli era sin duda el mayor experto en política alemana y quien marcó en esos años la política vaticana en esta región. Negoció y firmó los concordatos de la Santa Sede con el ducado de Baden (1932), la República de Austria (1933) y el reino de Yugoslavia (1935). Pero, sin duda, su contribución más decisiva fue la firma del Reichskonkordat entre la Santa Sede y Alemania, con el apoyo de los dirigentes conservadores y católicos alemanes ya durante el gobierno de Hitler.

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