Drogas, armas y glamour: la increíble vida de “la princesa de la mafia”

Drogas, armas y glamour: la increíble vida de “la princesa de la mafia”

Marisa Merico con su abuela, conocida como Nonna Heroína, y una prima en la casa familiar de Milán en 1986. Foto: marisamerico.co.uk

 

Su abuela era una mujer deliciosa, suave, cariñosa. Con su delantal blanco atado a la cintura preparaba los dulces más ricos del mundo en su cálida cocina de Milán, en Italia.

Por: Clarín





Pero detrás de esa imagen encantadora se escondía una historia siniestra. Un relato que involucra armas, violencia y tráfico de drogas. Es que su abuela, María Serraino, además de ser la Signora María, era la “nonna heroína”. O “mamma cocaína”.

En ese mundo de dinero sucio (y en exceso), poder desmedido y guardaespaldas permanentes creció Marisa Merico (52), la mujer que con poco menos de 20 años se puso al frente de los negocios familiares y reemplazó a su padre, Emilio Di Giovine, uno de los capos de la ‘Ndrangheta, la mafia más poderosa del sur del país.

La au pair enamorada

Patricia Riley, la madre de Marisa, no tenía idea de lo que le depararía la vida. Apenas salía de la adolescencia y decidió pasar un año como au pair en Milán cuando terminaba la agitada década del ’60. La joven había nacido en Blackpool, Gran Bretaña y quería disfrutar de esa aventura.

Allí el destino la cruzó con Emilio, el hijo de María. Fue un amor a primera vista, de esos que no pueden evitarse.

?Ocurre que la Signora Maria -prima de Paolo Serraino, jefe de la rama calabresa de la ‘Ndrangheta-, se estableció en esa ciudad del norte en 1963 con toda su familia.

La pareja rápidamente se unió y juntos tuvieron a Marisa, que nació en la misma mesa de la cocina del departamento de la plaza de Prealpi en la que su abuela había parido a sus hijos.

Juntos, los tres se quedaron en Italia hasta fines de los ’70, cuando Marisa había cumplido 9 años y su madre empezó a tener miedo por el estilo de vida criminal que llevaba la familia de su marido. En ese momento, decidió regresar a su Blackpool natal.

Es que la foto impacta. Allí se ve a la abuela recostada en la cama y a una pequeña Marisa sosteniendo un arma de su padre con una mano y una muñeca con la otra.

Vacaciones en Italia

Pero cada verano la niña regresaba a sus orígenes. Y fue durante estas visitas en las que se encontraba con su abuela y su padre, cuando comenzó a ver que llegaban grandes cantidades de droga a la casa familiar, relata The Mirror.

A pesar de que no sabía ni leer ni escribir, la nonna era la mente detrás del crimen, era la que daba las órdenes mientras Emilio y otros miembros del grupo clasificaban los paquetes de heroína y cocaína.

En estos encuentros, una Marisa adolescente se dejó encandilar por la emoción de la vida de su abuela: una mujer poderosa en un mundo de hombres, destaca el medio.

“Lo que mi papá estaba haciendo no hubiera funcionado sin que mi abuela estuviera involucrada. Mi abuela era un personaje muy fuerte”, contó.

Fue en 1987, cuando durante sus vacaciones Marisa conoció a Bruno Merico, un ladero de Emilio, quien luego se convertiría en su marido y con quien tuvo a su primera hija, Lara, que hoy tiene 30 años.

La relación con su madre no era buena, y si algo le faltaba a la joven para dejar la fría y aburrida ciudad británica en la que vivía, era un novio. Entonces fue que definitivamente, a los 17 años, se instaló en Italia.

“Mi madre y yo peleábamos continuamente. Blackpool era un pueblo de vacas y ovejas, mientras que Milán era una ciudad glamorosa, donde tenía una familia numerosa y ruidosa, llena de abrazos y risas, muy lejos de la frialdad británica. Siempre tenía atenciones de parte de todos, especialmente de mi abuela”, le dijo hace unos años a El País.

Lujos, excesos y peligro

Al tomar esa decisión, la joven no tenía idea de que estaba ingresando al corazón de uno de los imperios de armas, drogas y lavado de dinero más importantes del mundo de aquel momento.

Todo lo que quería, lo tenía. Llevaba una vida de lujo, se movía siempre rodeada de guardaespaldas y custodias, tenía el acceso permitido a todos los lugares que deseaba.

El 11 de abril de 1991, el día de su boda con Bruno, se presentaron asesinos que buscaban a su padre. Él no había asistido a la ceremonia, estaba prófugo. Gracias a la presencia de policías en el lugar se logró evitar lo que podría haber sido un verdadero desastre.

Sucede que la guerra entre mafias se había traslado desde Calabria hasta Milán, en donde las familias que controlaban la ciudad habían tomado partido por uno de los dos bandos: el de la familia Imerti-Condello-Serraino o el de los De Stefano-Tegano-Libri.

“Éramos ricos, sí, pero lo que yo quería era el amor y el respeto de mi familia”, le dijo a la edición británica de People. Pero no todo era de color rosa.

Tanto así, que cuando a su padre fue encarcelado, ella, a los 22, se hizo cargo del negocio. Cuentan los reportes de la época, que a menudo lo visitaba en la prisión, en donde nadie sospechaba de ella porque era una mujer.

Desde ese lugar, los dos juntos se dedicaron a planear los movimientos que debía hacer el clan para seguir reafirmando su poderío.

Primero, empezó lavando dinero que transportaba en un corsé que jamás nadie le revisó; luego se dedicó a entregar paquetes. Y a medida en que afianzaba su mando en la ‘Ndrangheta, avanzó hacia operaciones cada vez más arriesgadas.

Todo, como ella misma admite, para demostrarle a su padre que podía ocupar el lugar que hubiese ocupado el hijo varón que nunca había tenido.

A los 23, regresó a Inglaterra y compró una casa equipada con muebles de diseñador financiada con sus ganancias ilícitas por valor de casi 2.5 millones de dólares, describe The Mirror.

Sumergida en lo peor del mundo del crimen, Marisa también tenía que cuidar de su hija y enfrentar la cada vez más grave adicción de su esposo a la cocaína.

Día a día, controlar los negocios se volvía más difícil. La Policía la vigilaba de cerca, la situación era insostenible. Además, Margherita Di Giovine, conocida como Rita, una de sus tías, fue capturada y confesó todo a las autoridades.

Marisa tuvo que escapar a Inglaterra.

Fue ahí en donde la detuvieron. Era 1994 y le descubrieron intentando blanquear unos 2 millones de euros procedentes del tráfico de drogas. La Policía le hizo una redada al amanecer. Le quitaron a su hija pequeña y pasó casi cuatro años en la prisión de máxima seguridad de Durham, junto a asesinas de la talla de Rose West.

Un tiempo después, la extraditaron a Italia, en donde estuvo otro tanto tras las rejas. Sin embargo, su defensa logró demostrar un error de procedimiento legal y la liberaron en 1998.

Estando aún detenida, decidió divorciarse de Bruno. También mientras estaba en prisión, conoció a Frank, el padre de su segundo hijo, que había sido detenido por robo a mano armada.

A los seis meses de su liberación, en abril de 2000, Frank fue asesinado por un ajuste de cuentas. Marisa estaba embarazada de tres meses, relató El País.

La vida después de la mafia

Desde ese momento, Marisa pasó el resto de su vida lejos de la gran riqueza de la que había disfrutado. Hasta tuvo que limpiar casas para poder sobrevivir junto a sus hijos.

En 1997, un después año de que ella quedara en libertad, su abuela fue detenida. Mucho tiempo más tarde, en 2014, finalmente pudo reunirse con ella y con su padre.

Marisa pudo ver a María varias veces más antes de que muriera a los 86 años en 2017. “Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Yo era su nieta favorita. Ella estaba como dormida pero apretó mi mano. Sus últimas palabras fueron: ‘Sé una buena chica'”, contó según The Mirror.

Ya con su vida criminal en el olvido, Marisa actualmente reside en Poulton-le-Fylde, cerca de Blackpool, y tiene proyectado abrir un restaurante italiano en la costa de Lancashire con su padre, que tiene 72 años y se formó como chef después de ser liberado anticipadamente por ayudar a la Policía.

Además, es abuela, vive con su pareja, James (51), escribió su autobiografía (que se convirtió en Bang Bang Baby, una serie de Amazon) y se recibió de criminóloga.

“Estoy orgullosa de haber podido cambiar mi vida y ahora soy criminóloga. Mis estudios me ayudaron a entender por qué hice ciertas cosas. Fue mi culpa de alguna manera porque sabía lo correcto de lo incorrecto”, le explicó al medio británico.

Y detalló: “Me golpeé a mí misma durante años, pero cuando miro el panorama general, puedo ver que fui víctima de las circunstancias y me aprovecharon mucho. Fue porque era leal y amaba a mi familia. No se trataba del dinero, el poder o la vida glamorosa. Era el amor que tenía por mi abuela y mi papá”.