La sentencia a muerte en la antigua Roma, por norma general, era también una sentencia al olvido, algo que es cuestionado firmemente por la memoria de Jesucristo, casi 2.000 años después de su ejecución.
Por BBC Mundo
“Entre los romanos había tres muertes similares (para los sentenciados a la pena capital). El individuo podía ser atado a un poste y quemado; lo podían lanzar a la arena (del circo) para que luchara contra animales salvajes hasta la muerte; o el individuo podía ser crucificado, como sucedió con Jesús”, explica el historiador André Leonardo Chevitarese, autor de ‘Jesús de Nazaret: Otra Historia’ y profesor del programa de posgrado en Historia Comparada del Instituto de Historia de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
“¿Por qué son semejantes estas muertes? Porque no dejan memoria del cuerpo. En todas ellas deja de existir el cuerpo. O se quema, o lo devoran las fieras, o se lo comen las aves rapaces”, prosigue el historiador.
“Son tres muertes brutales que significan borrar la memoria de alguien, asegurarse de que no haya un entierro en los alrededores que conserve su memoria”.
Chevitarese va más allá: tampoco hubo procesos legales que documentaran estas condenas. “Si no, habría memoria sobre ello”, concluye.
“Jesús nunca fue juzgado, nunca”, dice el investigador.
Aunque no hubo un juicio de facto, se conocen las causas mundanas que llevaron a la muerte del Jesús humano. Y las razones eran políticas. Sí, Jesús fue un preso político, condenado a muerte por, a juicio de las autoridades, un atentado contra el orden establecido por el poder romano.
Una molestia política
“Una figura como Jesús era como un polvorín en una región dominada por los romanos”, dice Chevitarese.
“La revuelta estaba a punto de suceder. Y antes de eso, las autoridades romanas, en connivencia con algunos sectores de la élite judía que estaban alineados con Roma, identificaban a estos líderes populares y se los quitaban de en medio matándolos”.