Un sacador de piojos tiene que ser, por encima de todo, discreto. Eliana Ortega quiere que los periodistas que buscan frenéticamente una entrevista con ella entiendan la regla dorada de su trabajo. No hará de los piojos de nadie un show de televisión.
“Los periodistas que me piden verme en acción sacando piojos no entienden: la gente (infestada) no quiere ni que su familia se entere, mucho menos el público”, dice la ecuatoriana de 36 años.
La privacidad es especialmente indispensable para las personas de clase alta. Muchos de ellos han sido sus clientes. Empresarios, modelos y actrices “de mucho prestigio que ves en la televisión” y que nunca agendan una cita a su nombre para curarse los piojos, sino a nombre de niñeras y empleados domésticos.
Los piojos, dice Ortega, son menos racistas y clasistas que los propios humanos que los contraen. Infestan a pobres y ricos por igual. También a las personas más poderosas del mundo y a sus familias.
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