Baltazar Porras, un muy alto vocero eclesiástico, con peso de suma importancia en la opinión nacional, se pronunció acerca de la falta de claridad de los EEUU hacia Venezuela y, muy afortunadamente, solicitó a ese país que no reduzca o elimine las sanciones que le ha impuesto al régimen del terror.
No resulta fácil tener claridad ante la tan complicada situación venezolana. Aunque coincido plenamente en esto con el prelado. Los primeros que debemos tener un panorama despejado de polvo y también de paja somos los venezolanos; ciertamente para nada lo tenemos. Por diversas razones, unas de alto interés del régimen, otras por intereses creados en sectores que se dicen opositores pero respaldan sigilosamente a Maduro y sus secuaces, utilizados por estos; otros por ingenuos, mientras otros tratan de darle algún sentido firme a la o-posición.
Se ha alargado en demasía esta insoportable situación de “gobiernos” paralelos. Con la cual se incrementa la división. Ojalá el enfrentamiento se pudiera establecer entre dos polos despejados e indivisibles. Pero eso es mero columbrar. A la vista está que parte fundamental de la permanencia en el poder de los impostores radica en la confusión, en generar más diatriba, más separación entre quienes lo adversamos. No son para nada ingenuas las cartas, ni las reuniones en Miraflores, ni una caterva de acciones que generan ampliación de las dudas, vericuetos a veces insondables para el común de los ciudadanos.
Existen, en efecto, dos Asambleas Nacionales en Venezuela. Se ha demostrado que aquella, la de ellos, la ilegítima, no es monolítica políticamente. Tampoco la legítima, la verdadera, la reconocida por más de la mitad del mundo y por los demócratas venezolanos. Persisten los juegos de los intereses y por el poder, como se entienda este. Sin embargo, percibimos en muchas oportunidades con asombro descomunal, como, para ratificar aun más lo extraño, algunos opositores hasta ahora sin señas de verse contaminados en nada con el régimen, acuden a la “asamblea” ilegítima o a sus, como se hacen llamar, “diputados” con algún requerimiento, o les aceptan sugerencias, o contribuyen con ellos, como pasa con el proyecto de ley de universidades que esa “asamblea” quiere trabajar para llevar más ideología socialista del siglo XXI , controlar y transformar en comunales a nuestras instituciones universitarias.
Así, llaman diputados a aquellos y a los nuestros. Asamblea a aquella y también a la nuestra. Un batiburrillo mental que en nada contribuye a brindar un despeje satisfactorio para la claridad política general. Igual pasa con las protestas y los requerimientos a los entes públicos. Se llama ministro o ministra a quienes por impostores ocupan esos lugares, a quienes impostores son por haber sido designados por el impostor mayor. Indudablemente nos falta a todos mucho de claridad. Reconozcamos y desconozcamos. Plenamente. Sin ambages.
Quieran o no los enemigos de la democracia, aquí hay una asamblea que el mundo reconoce: la que preside Juan Guaidó, la que elegimos en 2015. Con las falencias que tiene, porque perfecta no es ni puede ser. Y de allí se desprende que hay un gobierno, el que preside Juan Guaidó como encargado. Con todas las falencias ministeriales que posee, dadas las extremas circunstancias. Los demás son impostores de presidente, de asamblea, de ministerios. No debemos reconocerlos. Para nada. Eso nos brindará un tanto más de claridad a lo interno, para luego pedir claridad exterior. Esa que tampoco ha habido, ciertamente, para extender la confusión. Convengo que en la oposición haya intereses y deseos. Como los tienen los representantes del régimen. Pero clarificar estas nebulosas nos ayudará a obtener los resultados que aspiramos. Eso nos lo recuerda permanentemente los Estados Unidos en medio de sus bemoles. Detallemos la situación y atendámosla como corresponde. Sino la oscuridad se afianzará.