En el siglo 18 Montesquieu publica su libro el Espíritu de las leyes y asume la necesidad de definir y dividir el poder en ejecutivo legislativo y judicial. Un poder dividido y con autonomía entre ellos. Era la respuesta a la monarquía absoluta con su perverso “el Estado soy Yo”, con el cual cada monarca se asumía y asumían y ejercía el poder. Sobre esta base del “control del poder” se abren paso en los últimos tres siglos los sistemas políticos identificados como república y democracia.
En términos históricos destacan la independencia norteamericana y la proclamación de la primera república y democracia moderna y la Revolución Francesa, ambos procesos de profundo impacto global, particularmente, en Europa y todo el continente Americano.
El desarrollo de proyectos libertarios y democráticos en muchos países y la masificación de la educación con las llamadas revoluciones burguesas en el marco de la Revolución Industrial van impulsando poderosos movimientos sociales y culturales, que están en pleno desarrollo, pudiéndose destacar, el sufragio universal, los derechos de las mujeres, la aparición de las clases medias, los derechos humanos, etc. A pesar de estos grandes avances la libertad siempre está amenazada.
En el siglo 19 y 20 se identifica y describe un cuarto poder, el de la prensa escrita, que se va ampliando de manera progresiva a otros medios, en la medida que el desarrollo tecnológico lo va permitiendo y así se agregan, la radio, televisión, cine, internet y redes sociales. El que controla los medios termina controlando el sistema político. Pero con el portentoso desarrollo del capitalismo financiero global y las llamadas multinacionales y corporaciones ha quedado en evidencia que los “más ricos” han terminado siendo los verdaderos amos del mundo, el quinto poder y para algunos el único poder, los poseedores de la riqueza siempre han sido pocos y siempre han mandado, pero nunca cómo en la llamada economía-global. Hay individuos que tienen mucho más dinero, poder e influencias que muchos gobiernos. Se habla de un 1% de súper-millonarios que poseen, concentran y controlan las riquezas y recursos en cada país y en el mundo y por consiguiente el poder político y gobiernos. Estos poderosos se han convertido en la principal amenaza para las democracias ya que, por razones obvias, privilegian gobiernos autoritarios que les permite negociar más fácilmente sus múltiples intereses.
El autoritarismo se sustenta en pocas personas con el tiempo convertidas en oligarquías del dinero o plutocracias y en las cuales los intereses económicos particulares están por encima de los intereses del Estado; además es más fácil subordinar al gran capital, políticos corruptos e incompetentes, de sistemas autoritarios, sin medios de comunicación libres y sin Estado de Derecho.