“Si me retirara ahora, que no creo que sea muy factible, pero supongamos que sí, me iría contento por Fuerza Natural”. Con estas palabras dolorosamente premonitorias, Gustavo Cerati mostraba su satisfacción por su quinto trabajo solista. Se sentía despojado del stress que había significado el regreso de Soda Stereo con la faraónica gira Me verás volver, que rompió récords de público y le hizo probar de nuevo aquello de ser una megaestrella de rock, pero que puertas adentro le había causado demasiadas tensiones. Estaba llegando a los 50 años y era el momento de volver a enfocarse en su carrera solista, esa que había dejado en suspenso en su momento de mayor éxito.
Por Infobae
Quizás por ello pergeñó un disco íntimo y furioso, un resumen acabado y quién sabe si inconsciente de su carrera y su personalidad, un combo experimental, vanguardista y clásico, tres paradigmas que siempre sobrevolaron su obra. La tracción a sangre más profunda, los elegantes chiches de la electrónica y la fuerza poética en modo brainstorming dialogando en su máximo esplendor. Y todo enmarcado en sus obsesiones musicales de entonces: el siempre presente rock argentino clásico de los ‘70, el reciente disco folk de Robert Plant y Alisson Krauss (Raising sand), el inclasificable brasileño Ney Matogrosso y algo del rock sinfónico de Pink Floyd y Yes, que fue pasando a cada uno de sus músicos para que habitaran la misma atmósfera: sus fieles laderos Fernando Samalea (batería), Richard Coleman (guitarra), Fernando Nalé (bajo) y Leandro Fresco (programaciones, percusión) a quienes se sumaban Gonzalo Córdoba en guitarras y teclados y Anita Álvarez de Toledo en coros.
Para las letras, volvió a abrir el juego, y esta vez de manera más amplia. Se apoyó en las colaboraciones de su círculo más íntimo -su hijo Benito, por entonces de 15 años y Coleman, su compinche desde la protohistoria de Soda, con quienes había trabajado en su disco anterior- y sumó a Adrián Cayetano Paoletti, leyenda poética del under de los ‘90 a quien echó mano casualmente durante las vacaciones en Punta del Este. El resultado, al decir de Samalea, fue “una especie de thriller musical a cielo abierto, entre diurno y nocturno”, un Cerati auténtico que hacía honor a su obra elevando la vara de Ahí vamos, su celebrado trabajo anterior. El disco se publicó el 1° de septiembre, y en la portada, un Gustavo alado y todopoderoso en antifaz, montaba en un corcel para levantar vuelo rumbo a la eternidad.
Me guía la intuición
Cuando el almanaque marcó el 19 de noviembre de 2009, Gustavo y su banda salieron al estadio de Béisbol de Monterrey para reencontrarse con diez mil personas que vibraron durante más de dos horas de show. El primer concierto solista del tour se editó una década después con el título Fuerza Natural Tour, en Vivo en Monterrey, MX, 2009, que se proyectó en cines para rescatar algo de su atmósfera, y permitió una nueva burbuja en el tiempo. Sin retoques ni mezclas, con el audio directo de consola es la muestra cabal de lo que estaba pasando por el universo creativo de Gustavo. Un respeto absoluto y spinetteano por su obra reciente, donde el pasado es siempre una fuente para refrescarse pero nunca para detenerse demasiado tiempo.
Fuerza Natural fue una obra tan cerrada y perfecta que el músico entendió que debía presentarse así. Sin interferencias ni tribuneadas efectistas, dándole un lugar exclusivo y cenital para que su público pudiera degustarlo. Todo un desafío para un artista plagado de hits, tanto en solitario como en su pasado con Soda. Era un acto de coraje artístico que al mismo tiempo funcionaba como un arrebato liberador. Su trabajo con el trío estaba tan cerca en el tiempo pero tan lejos en el espacio que decidió hacerlo a un lado salvo por dos excepciones debidamente justificadas.
Por ello, para la confección de la lista de temas, estructuró la primera mitad de cada concierto exclusivamente en función de esas canciones, y en el orden que las había establecido en el disco. Para reforzar la idea, impuso un look especial, de negro para los temas nuevos, de blanco para el resto del repertorio, un dress code que involucraba también a sus músicos.
El resto de las 25 canciones que promedió en cada espectáculo estuvo repartido casi en exclusividad entre sus trabajos solistas. Entre las más tocadas estuvieron “Lago en el cielo”, “La excepción” y “Crimen”, de Ahí vamos (2005); “Vivo”, “Artefacto” y “Cosas imposibles” de Siempre es hoy (2002); “Perdonar es divino”, Puente” y “Paseo inmoral”, de Bocanada (1999) y “Pulsar” y “Te llevo para que me lleves”, de su debut, Amor amarillo (1993). Otro número puesto durante toda la gira fue “Marea de Venus”, de Colores santos, el álbum grabado a dúo con Daniel Melero y publicado en 1992.
¿Y el repertorio de Soda? A lo largo de la gira, solo hubo dos referencias al material del trío y cada una tiene su historia particular. Una de ellas involucra al propio Melero y es “Trátame suavemente”, tema firmado por el líder de Los Encargados que los Soda registraron en su álbum debut. Según consignó Juan Morris en Cerati. La biografía fue la excusa para darse el gusto de ejecutar su guitarra Mosrite Double-Neck, que había comprado en Los Ángeles y que le causó un dolor de cabeza a su amigo y confidente, el sonidista Adrián Taverna, que no sabía en qué momento sumarla a un show en el que todo parecía estar ubicado con precisión de relojería. Entonces, para la segunda etapa de la gira, resolvió echar mano a ese tema que también era uno de los que más le gustaba a Chloé Bello, su novia de entonces “Siempre quise usar una de estas, y me parece que a este tema le queda bien”, señaló antes de estrenarla en Acapulco.
La otra es “Zona de promesas”, una canción hasta entonces algo perdida en el repertorio del trío. Publicada originalmente en el álbum de remixes homónimo de 1993, el grupo recién la incluyó con asiduidad en los conciertos del reencuentro que se plasmaron en el directo Me verás volver. La canción es un personalísimo diálogo con su madre Lilian Clarke, el complemento de “Té para tres”, que tuvo una segunda fundación cuando la grabó en 2009 junto a Mercedes Sosa para su álbum doble Cantora, un viaje íntimo, convirtiéndose en la pieza más emblemática de ese trabajo de colaboraciones registrado por la Negra poco antes de su muerte.
La unión entre Gustavo y Mercedes causó una gran expectativa en el ambiente ya que sus caminos musicales habían transitado por rumbos diferentes. Más allá de su formación iniciática en el foklore, como la de cualquier niño en los ‘60, la obra de Cerati y de Soda siempre estuvo más ligado a los sonidos británicos, electrónicos y modernos, con las salvedades del mega hit con aires de carnavalito de “Cuando pase el temblor” o la colaboración con Domingo Cura en “Sulky” de Siempre es hoy. Pero en líneas generales, el estilo de Cerati estaba lejos del coqueteo con la música de raíz que habían mostrado rockeros como Charly García o Fito Páez con quien la tucumana había hecho buenas migas.
Como si el estribillo de la canción lo hubiera anunciado, lo concreto es que el resultado artístico de “Zona de promesas” conmueve desde el primer acorde y los sucesos posteriores la elevaron a la categoría de himno. Con su habitual contención maternal, Mercedes guía y aconseja la interpretación de Gustavo, que se mostró conmovido por los elogios de una artista de la estatura de la Negra. El mantra tarda en llegar y al final hay recompensa se incorporó al lenguaje cotidiano y puede bien valer para la combustión artística que existió entre dos de los artistas más importantes de la música popular argentina contemporánea. Un encuentro que se demoró hasta esperar el momento justo. El 4 de octubre de 2009 murió Mercedes y Gustavo fue uno de los tantos que se acercó a despedirla en el multitudinario velatorio llevado a cabo en el Congreso de la Nación.
Cuando pase el temblor
Con una seguidilla de shows en Santiago de Chile, Montevideo, Córdoba y el Club Ciudad de Buenos Aires, Gustavo cerró uno de los mejores años de su carrera. Se fue de vacaciones y en una fiesta en Punta del Este volvió a coincidir con la modelo Chloé Bello, con quien se venía relojeando mutuamente en eventos y de quien ya no se separaría hasta días antes del accidente. Según consignaron los testigos, la flamante pareja vivió una luna de miel en los meses siguientes y Gustavo casi no pasaba tiempo con sus músicos, un detalle que no dejaba de sorprender.
La agenda para el 2010 indicaba un recorrido por el interior del país, pero una catástrofe natural obligó a alterar los planes. El 27 de febrero, un terremoto sacudió al territorio chileno, causando 525 víctimas fatales y destrozos incalculables en diferentes regiones del país. Gustavo se puso al frente de Argentina abraza a Chile, un concierto benéfico organizado en tiempo express por Juan Carr para ayudar a su país adoptivo. Fue el primero del continente en abrirse a la Sodamanía, desde las cuatro presentaciones sold out en el Estadio Chile durante la gira de Signos y la consagratoria presentación en Viña del Mar. Es además la tierra de Cecilia Amenábar, la madre de Lisa y Benito, y fue su refugio profesional y afectivo cuando las cosas agobiaban: “Tengo una relación especial con Chile, mis hijos nacieron allí. Tenemos que aprender de esa unión de los chilenos, nosotros tenemos nuestros terremotos, aunque de otro tipo”, dijo sobre el país trasandino que pasaba una de sus horas más difíciles.
El concierto se realizó el 13 de marzo en Figueroa Alcorta y La Pampa ante unas cien mil personas que dejaron más de 60 toneladas de donaciones entre alimentos, ropa y agua potable. El espectáculo contó con las presentaciones León Gieco, Los Fabulosos Cadillacs, Pedro Aznar y Gustavo Santaolalla. “Recuerden que esto lo hacemos por los pobres que son los que más sufren y no por los gobiernos”, advirtió el ex Soda Stereo.
Sobre las tablas, Cerati hizo una versión reducida del setlist de la gira, más enfocada en sus éxitos solistas que en su última placa. Como highlight de su presentación, un respetuoso Andrés Calamaro subió para hacer “Crimen” y “Trátame suavemente” para delirio de la multitud que le retribuyó el abrazo multiplicado por miles. Días después, Gustavo y su banda volvieron a presentar un show diferente, aunque esta vez en un formato mucho más íntimo, para la inauguración del Teatro Samsung en el barrio de San Telmo. Luego de pasar por Rosario y Neuquén, el 12 de abril de 2010 se presentó en el Auditorio Bustelo de Mendoza en el que sería su último show en suelo argentino.
Algo que nunca sentiste
Antes de encarar la segunda etapa de la gira, en la que iba a volver a tocar en Estados Unidos, Gustavo hizo una visita de rigor a su tarotista. Según cuenta el libro de Morris, ella le tiró las cartas y le sugirió que no viajara. “No lo veía bien. Sentía que no se estaba cuidando, fumaba demasiado y tenía un cosquilleo permanente en el brazo izquierdo. En julio, además, tenía turno para operarse el hombro derecho”, detalló el biógrafo.
Finalmente, a finales de mes, la banda volvió a remontar el continente. Hizo una parada en Lima y luego subió hasta Los Ángeles, donde el músico habló con Bebe Contepomi en una de sus últimas entrevistas. “Los discos funcionan premonitoriamente, somos un poco una antena, algo nos baja y lo decimos”, señaló citando a Charly García. Y explicó cómo había repercutido esto en su última placa. “Es como una especie de trance, aunque lo hagas metódico o espontaneo, hay algo que no se sabe de donde viene ni por qué lo estás diciendo, pero tiene una sincronía con lo que ocurre. Y en este disco lo noté más, con las cosas que están apareciendo con las fuerzas naturales”, redondeó.
Luego de dos shows en México y otro en Miami, Cerati y su grupo emprendieron el camino de regreso a casa con paradas en Medellín, Bogotá y Caracas, última instancia de la etapa americana. En el horizonte de su agenda siempre inquieta figuraba la publicación del clip de “Magia”, tercer single del álbum, un merecido descanso y cuatro conciertos pautados recién para octubre en diferentes ciudades de España.
Ese 15 de mayo, el Campus de la universidad Simón Bolívar lucía casi a tope, un bálsamo para el músico que venía preocupado ante cierta distancia de su público. Soleó como siempre y como nunca en el bis de “Lago en el cielo”, el número de cierre donde el éxtasis se trasladaba del escenario a las tribunas y viceversa. Un beso sentido, la mano al corazón como reverencia, los brazos en alto y el último saludo: “Hasta la próxima, chau!”, dijo antes de retirarse aplaudiendo al camarín.
“Fue el show más exitoso de la gira”, le confió a su amigo Adrián Taverna, antes de intercambiar algunas bromas junto a Coleman. Ya con malestar en su cuerpo, se tomó la última foto grupal, a pedido de Samalea y se retiró al camarín a descansar. Lo que sigue es conocido por todos y es una de las páginas más tristes de la música popular. A las 5 de la mañana, desde la cuenta oficial de Twitter de Cerati se publicó un mensaje escueto: “Gustavo tuvo una descompensación luego del show de Caracas, pero informamos que se está recuperando favorablemente”.
Con el correr de los días, se se supo lo que había ocurrido: un accidente cerebrovascular que requería de una intervención que finalmente tuvo lugar en Venezuela. El músico estuvo internado en cuidados intensivos hasta que por decisión familiar fue trasladado a la Argentina en un avión sanitario el 7 de junio. En cuestión de días, la puerta de la clínica Alclav se convirtió en lugar de peregrinaje de familiares, amigos y colegas, de cadenas de oración y fogones improvisados, de inagotables muestras de gratitud a un artista que cambió la vida de miles de personas en todo el continente. Hasta que el 4 de septiembre de 2014, la familia comunicó su muerte. Su leyenda ya estaba escrita desde mucho tiempo antes. Y cada huella de su legado musical cobró una nueva dimensión. Próxima estación mucho mas allá del sol / Convoy espacial, ¿Qué tan lejos nos llevará?