Nació en 1990 en San Pablo, Brasil. A los cinco años, en 1995, murió su mamá, Alessandra Aparecida Nogueira Borges. Se quedo huérfana, más que huérfana, desamparada de la protección materna. La familia se desligó de la obligación de cobijo y se volvió peligro, contra su existencia, su libertad y su deseo.
Por Luciana Peker / Infobae
A esa edad sabía lo que quería ser y lo que ya no quería. El duelo redobló el desamparo y el desamparo el duelo. A los seis años su padre le puso una pistola en la cabeza. Le dijo que tenía que ser masculino para vivir en su casa. A veces lo que llaman familia es un gatillo conservador.
Su papá tenía problemas con las drogas y fue preso por un hurto. Lejos de él pudo sacar lo que tenía adentro. Su identidad trans. Pero cuando él volvió de la prisión la echó a la calle. Ella tuvo que hacer cosas que no quería para sobrevivir. En la rua, la palabra en portugués que significa dejarla en la calle, y sin opción para sobrevivir.
Ahora se define como Patricia Borges, con el nombre que es su elección y una lucha política en un país sin ley de identidad de género pero con mecanismos para que los documentos y los deseos se conviertan en una plataforma de derechos y decisiones. Y en donde impulsa, junto a Erika Hilton, una ley para promover que las personas trans puedan estudiar.
Patrícia Borges tiene 32 años, es poetisa, productora cultural, coordinadora en los sectores de la educación y la cultura en el colectivo “Transformación”. Es activista de la causa trans y travesti, es miembro de las iniciativas: “Marcha das Mulheres Negras” de San Pablo, “Poupa Trans”, “Bazar das Poderosas”, “Vote LGBT”, “Casa Flores” y “Transarau”. Trabaja en la articulación política, como asesora parlamentaria de la concejala Erika Hilton, en San Pablo, la candidata femenina más votada en las últimas elecciones brasileñas. En 2024 ella quiere llegar a ser legisladora.
“Las travestis tenemos que tener más representatividad en el gobierno y la política”, reclama, en el Encuentro Internacional “Perspectivas feministas y antirracistas hacia las instituciones”, organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo, en Salvador, Bahía, Brasil, entre el 27 y 29 de abril con 40 participantes de Brasil, Chile, Argentina, España, Portugal y Alemania.
En su Instagram se presenta con la frase “vivir é arte e resistencia!”. Además ella arenga: “Nunca duvide de sua forca nem desista dos seus sonhos!”. No se necesita traducción para entender que impulsa a no abandonar sus sueños y que en la lengua en la que habla hay poesía y fuerza.
Su cuerpo es político y su estética también. Su belleza impactante resalta de lejos, magnetiza de cerca. Ella se maneja con una distancia que se vuelve abrazo cuando puede salir de la línea de defensa y pasar a la fase de la confianza. Necesita estar a la defensiva de ataques y no ofrecerse antes de resguardarse. La armadura es parte del dolor que queda por un cuerpo que lleva la marca de los ataques.
Se trenza el pelo y su imagen se vuelve una hilvanación de arreglos que la adornan. No deja de retocarse los labios y el polvo de la cara. Escucha con una actitud suave, cuidada y decidida. Su cuello con un collar negro la hace atractiva y el blanco espiritualiza con la masa sus odas a las entidades bahianas, el carnaval le da brillo y la militancia consignas en las remeras que porta o muestra como cuadros a través de su cuerpo que es suyo y, a la vez, es un estandarte de derechos colectivos.
—¿Cuál es el costo de ser trans?
—Mi trayectoria de vida está marcada por varias agresiones, por varias situaciones horribles.
—¿Cuándo te reconociste como una persona trans?
—Tuve una gran perdida (la de mi mamá) a los 5 años. Ahí me reconozco como una persona trans. A los 6 años mi papá me puso un arma en la cabeza y me dijo que si me quería quedar en su casa tenía que ser masculino y a mí el género masculino no me correspondía. A los 13 no pude vivir más con eso y él me dejo en la calle. Ahí tuve que hacer cosas que no quería para obtener cosas que necesitaba.
—¿Qué pasó cuando tenías 13 años?
—A los 13 años él sale del sistema penitenciario y me coloca en la rua (en la calle). Yo tengo que hacer cosas que no quiero pero que fueron necesarias en el momento.
—¿Por qué estaba preso?
—Mi padre estuvo dos años preso. Cuando él no estaba, a los 11 años, logré colocar afuera a Patricia. Mi papá vivió en situación de drogadicción por años y fue preso por un robo. Pero cuando salió del sistema penitenciario me echó de mi casa.
—¿Qué cosas tuviste que hacer que no querías?
—El único camino que muchas tienen, infelizmente, es la prostitución y vender el cuerpo. Eso no era lo que yo quería, pero para existir tenía que hacerlo.
—¿Sufriste explotación sexual siendo menor?
—Yo tuve que ser mi propia profesora a los 13 años. Tuve que vivir muchas situaciones de violencia, un tiro, tres facadas, cortadas y otras heridas por clientes insatisfechos por mi existencia y no por ningún defecto mío. También estuve secuestrada por personas que me vendieron.
—¿Cómo enfrentabas esa violencia apenas con 13 años?
—Yo también tuve problemas con drogas. No tenía abogado, ni voz, ni nada y fui condenada a 5 años y 6 meses por algo que no cometí. Yo quedé en una situación de drogadicción y estaba con personas que cometieron un delito, pero yo no lo cometí.
—¿Cómo llegás a la participación política?
—Yo comienzo con la militancia porque tenía la inquietud de no querer estar en el lugar de la deshumanización y la drogadicción. Fue una respuesta a los lugares sociales que la gente imputa a las personas travestis y trans.
—¿Cuándo empezaste con el activismo?
—Mi activismo empezó desde los 13 años. Mi cuerpo es activismo. La forma en la que me coloco. Mi cuerpo explota las estructuras. Con Erika Hilton empecé a trabajar en el 2021 como asesora parlamentaria.
—¿Qué te gustaría ser?
—En las elecciones del 2024 me gustaría ser concejala de San Pablo. Quedan dos años para articular la candidatura.
—¿Cuál es el impacto de Erika Hilton?
—Fue la mujer más votada en las elecciones del 2021 en todo el país.
—¿Cómo sufriste violencia política durante su campaña?
—Sufrí un crimen político por no querer que nuestros cuerpos estén en los espacios políticos. La estructura no fue hecha para nosotras y entra en conflicto. Sufrí una agresión con un fierro durante la campaña. Dos personas me agredieron en una avenida paulista mientras distribuíamos panfletos en las calles. Fuimos a hacer la denuncia en la policía y también hubo notas periodísticas sobre el tema. Todavía hay personas que no aceptan que las personas trans ocupen espacios de poder y vivan normalmente.
—¿Cuáles son sus proyectos para las personas trans?
—Hay muchos y son diversos. En principio estamos luchando para obtener una condición humana para las personas trans porque no somos vistas en la sociedad como personas. Pero, además, que dejemos de estar perseguidas en la Cámara Municipal cuando los proyectos hablan de género por los que nos acusan de “ideología de género”, que es un término que no existe, pero que lo usan los sectores evangélicos radicalizados, para decir que perseguimos a las familias.
—¿Qué mejoras proponen para las personas trans?
—Actualmente Erika tiene un proyecto de institucionalización que se llama transciudadanía y prevé una asignación financiera para que las personas trans terminen sus estudios y que obtengan mejores oportunidades de trabajo. Además, hay otros proyectos relacionados con la posibilidad de obtener el nombre y la identidad de género en la documentación.
—¿Cuál es el accionar legislativo contra los proyectos?
—Todos los proyectos que tienen la palabra género los frenan y la tramitación es interrumpida. No dejan avanzar las iniciativas. Pero si hay un proyecto aprobado para absorbentes higiénicos o productos menstruales que es solo para mujeres y niñas en la escuela pública para que puedan llegar a las chicas más pobres que no tienen recursos. Erika agregó al proyecto que los varones trans también puedan recibir las toallitas higiénicas. La bancada evangélica dijo que no. Pero ellos menstrúan. Entonces Erika fue a la justicia y presentó una acción directa para declara la inconstitucionalidad. En la Cámara no fue aprobada y en la justicia se está tramitando y se podría llegar a obtener. Siempre buscamos la forma de seguir avanzando.