El profundo dolor que se esconde tras la búsqueda de familiares desaparecidos en la frontera mexicana

El profundo dolor que se esconde tras la búsqueda de familiares desaparecidos en la frontera mexicana

 

Sin importar el tiempo, las circunstancias o la razón, un grupo de familiares, en su mayoría mujeres, elaboran una tarea titánica varias veces al año: buscan a sus hijas, hijos y familiares desaparecidos en Tijuana, México.





Por: VOA

La ciudad de Tijuana una tiene población de casi 2 millones de personas según el Censo Nacional 2020.

Según datos de la fiscalía general del Estado de Baja California y de acuerdo a cifras del gobierno mexicano, de 2007 a principios de este año, alrededor de 12.000 personas han desaparecido, se han encontrado alrededor de 144 fosas comunes y, hasta la fecha, en la ciudad de Tijuana existen más de 1.000 personas desaparecidas. Solo durante enero de este año se reportaron 139 homicidios.

Pese a las cifras, familias, en su mayoría mujeres, madres y esposas continúan buscando a sus hijos y esposos.

“Mi hijo vino unos días a pasar con su tío. Su tío se llama Modesto Orpinela y cuando llegó a Tijuana -tenía 3 o 4 días de haber llegado a Tijuana- le cayó un comando armado”, recuerda Teresita del Niño de Jesús, quien ha acompañado esta labor por varios años. En esta ocasión viajó desde Mazatlán, que dista 1.758 kilómetros de Tijuana, para buscar a su hijo, Juan Antonio Ospinela Osuna.

“En el comando armado venían varias camionetas. Se lo llevaron a él, a su tío y al hijo de él, un chamaco de 14 años”, explica a la Voz de América.

En el mismo grupo está Flor de Guarda Costa, quien busca al papá de sus hijos. Su pareja desapareció en septiembre del año pasado y hace 4 meses, ella se integró a la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California. “Se lo llevaron del cerro de las abejas… al parecer por una mujer y ya no lo volvimos a ver”.

La jornada se inicia con un encuentro entre familias. Viajan en caravana y llegan a los lugares donde se hará el sondeo de la zona. En ocasiones son lugares peligrosos, desérticos y con poca actividad.

“Nos bajamos, nos organizamos y nos empezamos a dividir para descartar todos los lugares. Ya que lo recorremos, nos acercamos, todos comemos y después nos volvemos a distribuir… Así es nuestro día”, dice a VOA Guarda Costa.

Teresita del Niño de Jesús solo viaja cuando recibe algún tipo de indicación por parte de las autoridades mexicanas de que los restos de su hijo pueden estar en los lugares de búsqueda. “Como estoy lejos, a mí vienen y me las hacen cuando tienen noticias sobre ellos y esta vez me dijeron que tenían eso y que venían en búsqueda de ellos”.

Teresita tiene la esperanza que durante esta búsqueda se encuentre algún indicio o los restos de su hijo, a quien perdió hace más de 14 años.

Con palas, varas, sombreros, camisas largas y mascarillas, los padres detrás de la iniciativa inician su búsqueda. A ellos se une un equipo que incluye funcionarios de las autoridades locales y la oficina del fiscal, y especialistas como arqueólogos y geólogos.

El grupo viaja mucho: cualquier lugar donde se reporten cuerpos o actividad irregular. Durante horas bajo el sol abrasador buscan usando palos para pinchar el suelo, empujando a través de arbustos, montañas desérticas con la esperanza de encontrar algo, cualquier cosa para enviar a un examen forense.

José Fernando Ortigoza es secretario de la Asociación Unida por los Desaparecidos de Baja California. Lleva casi 10 años buscando a su hijo, José Alberto Ortigoza.

“Lo perdí cruzando la frontera en el puerto de entrada de Otay, a 75 metros del First Bank, del lado de Estados Unidos, y no han tenido nada, no me han dado ni una pista ni nada”.

La búsqueda ayuda a Ortigoza y a otros como él a sobrellevar el dolor. “Esto ayuda con la tristeza y la depresión que alguien puede sentir al quedarse en casa sin hacer nada”. dijo Ortigoza, “Habíamos formado un grupo de apoyo entre familias donde sientes que estás haciendo algo por tus hijos”.

Pero ese apoyo no siempre existió
Cuando se inició el grupo, las familias tenían que hacer todo por sí mismas: sus propios vehículos, fondos, incluso sus propias palas. “Al principio no teníamos ningún tipo de apoyo de los funcionarios estatales o federales para buscar a nuestros niños desaparecidos, pero con el tiempo y el apoyo de los reporteros y los medios, pudimos crear más conciencia sobre el trabajo que estábamos haciendo”. Asegura Ortigoza a la Voz de América.

Con el tiempo, empeño de familiares y a través de manifestaciones públicas e insistencia a los dirigentes políticos, el grupo logro más apoyo.

La búsqueda que se llevó en esta ocasión las afueras de Tijuana, en un área conocida como el Valle de San Pedro, duró alrededor de 8 horas. Utilizando técnicas rudimentarias, pero a las que se les tiene fe. Las altas temperaturas, las largas caminatas y el constante movimiento de los equipos, no limitan ni la búsqueda ni el esfuerzo.

“La única razón que yo tengo aquí en mi vida es buscar a mi hijo”, afirma Ortigoza al responder sobre el porqué continúa haciendo esta labor.

El día de trabajo concluye con un “positivo”, término utilizado por el equipo para referirse al hallazgo de un resto humano que, en esta ocasión, fue un hueso. La evidencia es enviada al equipo forense en la ciudad de México donde se harán pruebas de ADN con los familiares que están en esta búsqueda.

Un proceso que toma tiempo; un tiempo que no obstante, según estos buscadores, no les falta en su larga espera por encontrar a su gente.