Consabido está que buena parte del territorio nacional está en poder de las mafias terroristas. Esto compromete fuertemente la existencia del Estado Nacional e impide derechos constitucionales, como el del libre tránsito, y lesionan evidentemente nuestra seguridad y defensa nacional.
Las extensas áreas tomadas por los grupos irregulares, están vedadas al normal desarrollo de las actividades ciudadanas. Ni siquiera es fácil llevar las más honestas relaciones comerciales para cubrir las más elementales necesidades de la gente, porque enseguida se forman las roscas que agravan aún más la hiperinflación. Y, crecientemente, no hay maneras de hallar un trabajo honrado, porque la delincuencia dicta las pautas de supervivencia. Las personas las aceptan o deben huir literalmente de caseríos, pueblos y hasta ciudades, porque hasta mudarse hay que pagar vacuna.
Por supuesto que las labores partidistas están vedadas y sólo se oye de Maduro y nada más, por lo menos, hasta nuevo aviso. Entre los especialistas que he consultado, demasiados escasos son los que han tocado el tema de la actividad partidista, y la seguridad y defensa nacional. Hay un viejo texto que le dedica Eduardo Morales Gíl relacionando los mecanismos de participación de los partidos con la materia (en: AA. VV. “Reformas electorales y partidos políticos”, Consejo Supremo Electoral, Caracas, 1986, págs.. 213 – 267). Al respecto, la Fracción Parlamentaria 16 de Julio, recordemos, es la que más ha insistido en los asuntos de seguridad y defensa de la nación, pero no debemos pasar alto que, hoy, la m,ateria tiene una extraordinaria urgencia porque, además de saquear económicamente al país, estas mafias terroristas que persiguen y matan, tiene por principal enemigo a los partidos democráticos de cada localidad en Venezuela.