“Ni sabios, ni moralistas, ni filósofos, ni santos”. Así se describen los miembros de la filosofía masónica dentro de la Mansión Kopp, un lugar que tiene casi 100 años de historia y que hoy en día es la sede de la Gran Logia de Colombia, el centro de conocimiento más grande de la masonería en el país.
Por eltiempo.com
Ubicada en la carrera quinta con calle 17, esta emblemática construcción se encuentra algo escondida, pues los transeúntes a primera vista solo pueden ver un amplio parqueadero y una pared blanca, con un escudo de la Gran Logia y un pequeño anuncio indicando que a 100 metros hay un restaurante de comida peruana y japonesa.
De entrada, se crea cierto ambiente de secretismo y misterio. ¿Qué es lo que esconde detrás de sus paredes?
‘Vivir sin ataduras’
Al fondo de dicho parqueadero, se aprecia una enorme casa de dos pisos, elegante y clásica, con un jardín en su exterior que contiene varias figuras simbólicas de la filosofía masónica, y las estatuas de personalidades reconocidas que hicieron parte de esta orden: Galileo Galilei, Jorge Eliécer Gaitán, Tomás Cipriano de Mosquera, Eduardo Santos, entre otros.
Destacan dos estatuas: una de un hombre con los ojos y las manos vendadas, y otra de alguien que sujeta un cincel y un mazo en sus manos.
La primera figura expresa “esa sensación de ceguera constante que te impulsa a utilizar el pensamiento”, explica Rafael Enrique Conde, quien lleva más de 35 años en la Logia y se ha desempeñado en los últimos meses como Gran Ecónomo del lugar.
“La idea es que tú puedas vivir sin ataduras. El masón es un hombre libre y de buenas costumbres, con un pensamiento diferente. El conocimiento se va generando en la medida en que eres capaz de romper paradigmas”, asegura.
La segunda figura, en palabras de Conde, representa el hombre hallándose a sí mismo. “Nosotros somos una piedra bruta, cometemos errores, vivimos constantemente amenazados por el vicio y por las fallas, pero tenemos que vivir pendientes de construirnos”.
Al dirigirse a la entrada principal de la casa, se recibe a los visitantes con las figuras de un maestro y un aprendiz masón, los cuales lucen una armadura y una espada en sus manos.
Sus primeros propietarios
La construcción fue diseñada y construida en 1923 por el arquitecto Alberto Manrique Martín para Leopoldo Kopp Castello -hijo del alemán Leo Siegfried Kopp, fundador de Bavaria- y su esposa Olga Dávila Alzamora.
Allí la pareja vivió junto con sus cuatro hijos -Leopoldo, Olga, Elsa y Beatriz- hasta que, en 1938, Leopoldo Kopp murió.
En 1953, Dávila contrajo nupcias con el expresidente Alfonso López Pumarejo, y se cree que vivieron en la mansión hasta 1955, cuatro años antes de que el exmandatario muriera en Londres mientras se desempeñaba como embajador de Inglaterra.
La Gran Logia de Colombia adquirió la propiedad en agosto de 1988; sin embargo, su nexo con la masonería viene de tiempo atrás. Leo Siegfried Kopp fue un masón comprometido, incluso, durante años se ha dicho que quien habitó la mansión fue él y no su hijo.
Y es de esperarse, pues don Leo, como también es conocido, en 1917 tomó la iniciativa de hacer una casa propia para su Templo Masónico, y donó cinco mil pesos oro para iniciarla.
Como empresario, no solo fue un hito para la industria de la cerveza en Colombia -creando el famoso término ‘pola’ para referirse a la bebida- sino también fue comprometido con ayudar a los menos favorecidos, especialmente dentro de su compañía, haciendo honor a la generosidad que se promueve en la Orden.
El historiador Luis Fernando Molina, en su libro ‘Leo S. Kopp 1858-1927, Historia De Un Visionario’, rememora que el alemán apoyó la lucha contra la lepra, ayudó a que sus trabajadores adquirieran vivienda, creó las primeras salacunas para las mujeres que tenían hijos y trabajaban, y garantizó la salud y un buen sueldo cuando en Colombia todavía no existían los derechos laborales.
Por estas razones, probablemente, las personas van a visitar su estatua en el Cementerio Central, a pedirle al oído por trabajo, comida y vivienda.
Y aunque muchos lo ven como un personaje de milagros, lo curioso es que en realidad no fue católico. Según Molina, se declaraba como deísta, es decir que creía en la existencia de un ser supremo, pero sin seguir la religión.
Las sociedades secretas
Al recorrer la Mansión Kopp, declarada como bien de interés cultural de Bogotá, también se recorre, de alguna manera, la historia de Colombia. De acuerdo con Conde, 28 presidentes han sido parte de la Gran Logia.
Al entrar por la puerta principal se divisa un salón con estatuas de grandes personajes de la independencia, quienes fueron los primeros masones del país. Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño y Simón Bolívar son algunos de ellos.
“Todos estos héroes de la independencia que fueron a París, o que viajaban a Londres por comercio, empezaron a conocer las ideas de la ilustración, y por ahí entró la masonería”, dice Molina.
En un principio estos grupos de hombres se reunían en secreto, pues Rafael Conde afirma que “los hombres que tenían una forma de pensar distinta no eran aceptados. Porque si se llegaba a saber de su existencia los consideraban conspiradores”.
“Por muchos años se relacionó a los masones como seres ateos, por causa de la ignorancia de los curas de la época, quienes no tenían una idea clara de la doctrina de este grupo de personas, por ende eran perseguidos y rechazados en la sociedad”, añade el historiador Molina.
La recepción de la mansión está adornada por una mesa de centro, unas flores y algunos sofás alrededor. Al lado izquierdo está la entrada del restaurante, el único lugar abierto al público.
Justo al frente se encuentra el Salón Santander, un espacio en el que constantemente se realizan reuniones y se invitan a personas importantes de la élite del país. Fue nombrado en honor a Francisco de Paula Santander, expresidente y cinco veces Gran Maestro de la Gran Logia.
Se podría decir que Santander, junto con Bolívar, son el ejemplo de que en la masonería puede haber miembros de toda clase de pensamientos y creencias.
Pero, en su caso, las diferencias entre ambos llegaron al extremo, pues Santander participó en la Conspiración Septembrina, un plan que se llevó a cabo el 25 de septiembre de 1828 y buscaba matar a Bolívar, quien logró escapar del ataque.
“El hecho de que seamos hermanos no quiere decir que no tengamos diferencias. Pero nosotros no podemos creer que él haya sido el protagonista de la Conspiración Septembrina, que haya sucedido entre hermanos”, añade Conde.
Bolívar, durante su mandato, prohibió la reunión de las logias. A pesar de ello, se sigue destacando como un miembro distinguido de la Orden en aquella época.
Los masones que pasaron al ‘oriente eterno’
La masonería es un sistema de moral que reúne símbolos y alegorías importantes para las civilizaciones de distintas épocas, pues aunque surgieron oficialmente en 1717, en Londres, se cree que existieron asociaciones de ‘hombres libres’ desde mucho tiempo atrás.
Al subir la escalera principal de la mansión Kopp, se ve un enorme vitral en el techo que reúne, precisamente, esos símbolos.
“La del techo es una obra muy linda, tiene toda la simbología que trabajamos. Signos del zodiaco, los mandiles, las espadas, los palustres, el compás y la escuadra, el cincel y el mazo, la estrella de cinco puntos”, dice Conde, quien resalta que los masones estudian aquellos conocimientos no convencionales ni aprobados por la ciencia tradicional.
Las paredes del segundo piso de la Mansión Kopp son el reflejo de los más de 100 años que lleva la masonería en Colombia, y están repletas de fotos de personas que han pertenecido a la Orden.
Eso sí, los miembros de la Logia advierten que mantienen cierta discreción con los nombres de algunos de los hermanos que fallecieron o, como allí se menciona, que pasaron al ‘oriente eterno’.
Charles Chaplin, Cantinflas, Winston Churchill, John Wayne, George Washington son algunos de los masones más reconocidos.
En la edificación también se exhiben algunos de los arreos que se usan para sus rituales y eventos importantes, además de diplomas, espadas, reconocimientos, entre otros objetos.
En Colombia se venía hablando de esta filosofía desde el siglo XIX. Pero, por el secretismo que la invadía, sólo hasta hace 100 años, el 19 de febrero de 1922, se unieron cinco logias -Filantropía Bogotana, Estrella del Tequendama, Manuel Murillo Toro, Propagadores de la Luz, y Luz de Girardot- para crear la Gran Logia de Colombia, y así “tener el reconocimiento ante la Logia de Inglaterra”, explica Conde.
Cabe resaltar que esta sociedad originalmente solo es para hombres, tradición que se mantiene en Colombia. Sin embargo, en otros países no adscritos a la Logia de Inglaterra ya se permiten Logias femeninas o mixtas, como es el caso de Estados Unidos o Francia.
El compás y la escuadra
Entrar a la oficina del Gran Maestro, Nelson Fernando Gutiérrez Correa, es como transportarse nuevamente al estilo de una casa de los años 20, cada detalle se conserva impecable.
En este lugar, al igual que en el resto de la mansión, hay cuadros con símbolos cuyo significado es muy importante dentro de la masonería, como el famoso Ojo de la providencia, también llamado ‘Ojo que todo lo ve’, el cual ha caracterizado a la Orden y, según Conde, “en el mundo simbólico es Horus, el dios de la sabiduría en Egipto”.
Al lado del escritorio del Gran Maestro se encuentran un par de espadas, enterradas en una piedra. Están separadas por una pequeña mesa de madera que contiene un libro, y encima de él hay un compás y una escuadra, objetos que están dentro del escudo de la Gran Logia.
“El compás es el símbolo del pensamiento, es decir, tú puedes abrir tu pensamiento tanto como tu compás se abra. Pero solo lo puedes poner encima de una cosa que te pone a ti en el mismo ángulo y en la misma longitud que yo (la escuadra), somos iguales, no puedo pasar por encima tuyo, ni tú por encima mío”, explica Conde.
La oficina del Gran Maestro tiene una sala de juntas en donde están las pinturas de todos los Grandes Maestros en la historia del país, personas reconocidas en el ámbito político y académico que son elegidas cada dos años, con posibilidad de reelegirse hasta dos veces.
Para llegar a este puesto se necesitan largos años de estudio en las distintas órdenes existentes, aprendiendo de la simbología masónica a través de la literatura y de los compañeros masones en niveles más avanzados, hasta llegar al grado más alto de la masonería, el 33.
Las personas que ingresan deben pasar por un proceso de iniciación que se lleva a cabo en unas cámaras ubicadas en un sótano de la Gran Logia, un lugar totalmente reservado para los integrantes de la Orden.
El gran templo
Saliendo nuevamente hacia el jardín de la Mansión Kopp, por la puerta de un restaurante exclusivo para masones, también denominado ‘el comedor del pueblo’, queda el pasillo que lleva al gran templo.
En una de las paredes se aprecian todos los elementos o herramientas que representan el trabajo que los masones hacen internamente para llegar a ser hombres libres, correctos ante la sociedad, solidarios, y de buenas costumbres: el mazo, el cincel, el martillo, la escuadra, el compás, la palanca, la regla, el cubo, etc.
Luego se encuentra enmarcada la filosofía de los masones resumida en una frase: “Los Masones no son sabios, ni moralistas, ni filósofos, ni santos. Solo aspiran a ser hombres intrínsecamente dignos; hombres profundamente respetuosos de la persona humana y que veneran el pensamiento creador; hombres que combaten activamente la ignorancia, la pereza, la injusticia y la violencia en todas sus formas. Practican con el ejemplo y se abstienen de todo proselitismo interesado”.
Aunque esta filosofía se aleja de la religión, Conde indica que creen en “un ser superior”, pero no le tienen un nombre. “Es una emanación del Universo, alguien que está por encima de nuestra comprensión de cómo se generó esto”.
Eso sí, resalta que uno de los motivos por los que se puede expulsar a alguien de la Logia es por ser dogmático, es decir, alguien que cree que sus opiniones son verdades absolutas y trata de convencer a los demás de ello.
A un costado de la entrada del templo se pueden divisar dos cuadros, uno que representa la justicia, y otro que expresa “lo que uno viene hacer a la masonería, pasar de la oscuridad a la luz”, dice Conde.
En el otro costado está una representación de las musas o las Siete Artes Liberales: el trivium (la gramática, la retórica y la dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música).
Finalmente, al entrar al templo, un lugar en el que se pueden tomar pocas fotos dada su importancia y carácter privado para los masones, se ven las banderas de las 44 logias adscritas a la Gran Logia de Colombia.
El techo esférico del lugar representa el universo, pues tiene las constelaciones, los signos zodiacales, las galaxias, todo lo que es parte del conocimiento masón. Al final está una silla para el Gran Maestro, y a su lado está el Sol y la Luna.
Allí los masones entran vestidos de gala. Es el lugar que reúne aprendices con maestros, y que une a los masones en medio de la diferencia.