La mayor proyección internacional de Japón, su giro en materia de Defensa y “Abenomics” son los principales sellos que siguen vigentes de Shinzo Abe, una figura que también se generó muchos detractores tanto fuera como dentro de Japón.
Abe fue el primer ministro más duradero de la historia del país asiático por su mandato entre 2012 y 2020, y aunque dejó el poder en septiembre de ese año seguía siendo considerado el político japonés más respetado -y uno de los más influyentes- hasta su asesinato el pasado viernes en un acto electoral.
Su muerte ha desencadenado un ensalzamiento de su figura por parte de políticos y voces afines, entre ellos su “pupilo”, el actual primer ministro nipón, Fumio Kishida.
DIPLOMACIA ACTIVISTA
Abe potenció el papel de Japón en el tablero global con una diplomacia “mucho más activista que ninguno de sus predecesores”, explica a Efe Jeff Kingston, director de Estudios Asiáticos de la Universidad Temple de Japón.
Bajo su mandato Japón reforzó su alianza con Estados Unidos, su principal socio estratégico, logró acercar posturas con Rusia para reabrir el diálogo sobre viejas disputas pendientes desde la II Guerra Mundial, e incluso mejoró lazos con China gracias a un enfoque eminentemente pragmático.
Abe forjó una estrecha relación tanto con Barack Obama -a quien persuadió para que fuera el primer presidente de EE.UU. en visitar Hiroshima- como con su sucesor, Donald Trump; invitó a un “onsen” (baño termal nipón) al presidente ruso, Vladímir Putin, para abordar sin tapujos sus disputas territoriales, y celebró más cumbres con un líder chino, Xi Jinping en este caso, que ninguno de sus antecesores.
“Estaba muy cómodo en el cara a cara con otros líderes, sabía conectar con ellos y solía mostrar decisión y confianza, señala Kingston.
Como huellas visibles de su legado diplomático quedan la creación en 2007 del Quad (el diálogo de seguridad que aúna a Japón, EE.UU., la India y Australia) y la estrategia del “Indopacífico libre y abierto”, una idea lanzada por Tokio y que luego hizo suya Washington.
“Es muy inusual que Estados Unidos adopte dos conceptos propuestos por Japón ante el auge de China. Esto demuestra que Abe tenía excelentes dotes diplomáticas”, destaca el diario conservador nipón Yomiuri en un editorial publicado tras su muerte.
En cambio, entre sus mayores traspiés figura la visita que realizó en 2013 al santuario sintoísta de Yasukuni, vinculado al pasado militarista nipón, y que generó airadas protestas de Pekín y Seúl.
UN POLÍTICO LUCHADOR
Abe se definió a sí mismo como un “político luchador”, es decir, “alguien que puede actuar sin miedo ante las posibles críticas”.
En 2015, sacó adelante una controvertida ley que permitiría por primera vez a Japón enviar tropas a apoyar a aliados en conflictos en el extranjero, pese al rechazo popular que cristalizó en protestas de decenas de miles de personas frente al parlamento nipón.
“Fue un cambio enorme que daba los poderes excepcionales al Gobierno de esquivar las limitaciones de la Constitución pacifista”, señala Kingston.
La reforma de la Carta Magna para ampliar las capacidades militares del país es de hecho “el gran asunto inconcluso” de Abe, “su Santo Grial”, añade el académico.
La determinación de Abe por despojar a Japón de sus grilletes en materia militar consecuencia de su derrota en la II Guerra Mundial, unida a sus guiños al Japón imperial, son los principales motivos de que la desconfianza o rechazo que generaba en países vecinos, sobre todo China y Corea del Sur, víctimas del expansionismo nipón.
“Ha sido el líder más ideológico y comprometido desde su abuelo (Nobuo Kishi), además de ser percibido como lejano al pueblo. Mucha gente se preguntaba si su ansiada reforma constitucional o su idea para promover una educación patriótica eran verdaderamente necesarias para Japón”, afirma Kingston.
HERENCIA ECONÓMICA
“Sus políticas se caracterizaban por un delicado balance entre su creencia en el conservadurismo político y el pragmatismo. ‘Abenomics’ era la espina dorsal de ese pragmatismo, y su efectividad puede observarse en su éxito electoral”, señala hoy el diario económico Nikkei en un artículo de opinión.
El mismo medio destaca que sus principales logros fueron la reducción del desempleo a la mitad (desde el 4,3 % de 2012 al 2,2 % de 2020), pero también subraya que los salarios apenas crecieron en Japón en ese período y que muchos de los nuevos trabajos creados fueron precarios.
Los pilares básicos de “Abenomics” siguen en pie: el gasto público masivo y las medidas de estímulo coordinadas con el banco central nipón. Este plan sin embargo no ha logrado sentar las bases de un crecimiento económico sólido, y se encuentra más cuestionado que nunca en el contexto de inflación global tras la guerra de Ucrania. EFE