La cirugía incluye desde procedimientos rutinarios que se llevan a cabo en cuestión de pocos minutos hasta complejísimas intervenciones de alto riesgo en las que lo que está en juego es la vida de una persona. Los trasplantes de corazón son un claro ejemplo de estas últimas.
Por 20minutos.es
La ciencia que hace posible un trasplante de corazón es increíblemente avanzada, como también lo son las técnicas necesarias para hacer realidad tal proeza o el aparato logístico que garantiza que los (por desgracia, demasiado escasos) órganos donados puedan llegar a quien los necesita. 20minutos ha contactado con Juan Miguel Gil Jaurena, jefe de Cirugía Cardíaca Infantil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, para que explique detalladamente todo el proceso que hay detrás.
“Un trabajo a contrarreloj en pocas horas”
Uno de los aspectos determinantes, señala Gil, es que por su propia naturaleza los trasplantes no son operaciones programables. “Lógicamente, necesitamos que haya un donante. Por ello, cuando lo hay, son cirugías de urgencia”, explica. “Desde el punto de vista de las familias, está marcado por la incertidumbre o incluso la angustia de no saber cuándo se podrá realizar. Ha ocurrido poner niños en lista de espera para un trasplante de corazón y poder operarles el mismo día (lo que es excepcional) y también se dan casos de niños que pueden estar en lista de espera o un año”.
“El proceso de selección de los receptores, como en cualquier operación de corazón, corre a cargo de los clínicos y no tanto de cirujanos. Cuando alguien termina necesitando una cirugía, del tipo que sea, es porque previamente se han agotado las vías médicas”, desarrolla. “En cambio, los donantes los selecciona, dentro de cada hospital y con acuerdo a la Organización Nacional de Trasplantes, un grupo determinado de profesionales que se dedican a ello. Generalmente son pacientes en UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) que o no tienen posibilidades de mejoría o que se encuentran en estado de muerte cerebral”, explica.
“A partir de ahí, ya son los coordinadores de trasplantes de cada hospital son los que se encargan de hablar con los familiares y transmitirles toda la información, así como determinar cuáles son los órganos que se pueden donar. Una vez que se confirma que hay un donante, se pone en conocimiento de la ONT para que, de manera totalmente arbitraria, sin ningún tipo de favoritismo y siguiendo los principios de equidad recogidos en los códigos éticos de cada hospital, decida a dónde va a ir cada órgano según sus prioridades”, continúa. “Es un trabajo a contrarreloj de unas pocas horas”, indica.
“A veces tenemos que rechazar órganos”
Cuando ya se ha asignado un receptor a cada órgano, es cuando los doctores entran en acción. “Una vez que se han puesto de acuerdo, se pacta una hora (normalmente por la tarde-noche) en la que ya se reúnen, en el hospital del donante, equipos de cada hospital receptor que son los que van a realizar la extracción”, cuenta el experto. “Simultáneamente, en los hospitales de destino se va preparando a cada receptor, de manera que cuando llegue el órgano todo esté a punto para comenzar la operación propiamente dicha”, relata.
“Hay que tener en cuenta que un órgano, en este caso el corazón, desde el momento que se extrae del donante está sin latir hasta que se implanta en el donante. Tenemos que procurar que ese tiempo sea el mínimo posible, idealmente menos de cuatro horas, para que el corazón no sufra tanto en el proceso”, señala.
“De hecho, a veces sucede que tenemos que rechazar algún órgano, si el transporte toma demasiado tiempo y el riesgo de que la operación no funcione es demasiado alto”, apunta.
“Necesitamos la garantía de que la sangre siga circulando”
El momento cumbre de toda esta compleja danza es la operación en sí misma. “Es una operación a corazón abierto. Para cualquiera de este tipo, utilizamos un sistema llamado circulación extracorpórea, porque no se puede parar el corazón alegremente durante una o dos horas; necesitamos la garantía de que la sangre siga circulando por todo el organismo”, describe Gil.
“Para ello”, prosigue, “cuando abrimos el tórax de un paciente conectamos una serie de tubos a las arterias y venas que salen del corazón y en el otro extremo de estos tubos se conecta otro aparato que es una especie de bomba hidráulica un poco más sofisticada y que lo que hace es bombear la sangre desde fuera del cuerpo. Lo que conseguimos así es que la sangre, durante toda la operación, circule por todo el organismo pero sin entrar al corazón”.
“Esto nos permite abrir el corazón o, en este caso, extraerlo e implantar uno nuevo”, apostilla. “Eso lo hacemos simplemente cortando todas las conexiones del corazón con el pecho (arterias, venas, etc.). Se queda el tórax vacío, con una serie de tubos que entran y salen del organismo (lo que resulta un tanto espectacular) e implantamos el nuevo corazón realizando suturas en las venas y arterias que hemos cortado previamente”.
“El corazón no vuelve a latir como se ve en las películas”
Una vez realizado este trabajo, es el momento de poner el órgano trasplantado en funcionamiento y comprobar que todo funciona correctamente. “Supongamos que estamos dentro de estas cuatro horas de rango que nos marcamos como límite para garantizar el éxito del trasplante. Si es así, permitimos que pase a circular la sangre por dentro del corazón… Y en ese momento, por sí solo y paulatinamente va cogiendo el ritmo”, cuenta el cirujano.
“No es como en las películas, en las que empieza a latir de manera súbita y ordenada, sino que late un tanto perezoso al principio, con unos latidos un poco lentos, pero poco a poco va recuperando una frecuencia cardíaca normal y una fuerza de contracción normales”, continúa.
“A veces al empezar a circular la sangre hace una arritmia. En esos casos, lo que podemos hacer es dar un choque eléctrico para que recupere el ritmo normal. Pero la clave es que aunque el corazón haya estado parado, en el momento en el que permitamos que la sangre circule otra vez por su interior va a volver a latir y a recuperar un ritmo normal”.
“Los pacientes requieren fármacos de por vida”
Pero no todo acaba una vez implantado el nuevo corazón. Tal y como comenta Gil, existe un problema muy grave que puede surgir en algunos casos. “Cada vez sabemos más, y la operación es más segura: pero en el caso de los trasplantes existe una serie de problemas específicos que están vinculados a la posibilidad de que se produzca un rechazo”.
“De hecho, ya desde antes de entrar al quirófano se administra al paciente una cantidad de medicación anti-rechazo. Los pacientes trasplantados van a requerir a lo largo de su vida al menos tres fármacos para disminuir las probabilidades de que se dé este rechazo”.
“Por eso, además de los procedimientos genéricos en cualquier operación de corazón (cuando los pacientes salen de quirófano están en una UCI durante varios días) necesitan unos cuidados específicos como una monitorización estricta de la medicación anti-rechazo y para detectar y adelantarnos a posibles rechazos”, detalla.
“Sin la generosidad de los donantes, esto no sería posible”
Como vemos, un trasplante de corazón es un proceso costoso y complejo que se realiza a contrarreloj; toda una obra coral que necesita del saber hacer de muchos profesionales de ramas diferentes y de una maquinaria humana constantemente engrasada, y en la que la solidaridad juega un papel determinante.
Por eso, gil aprovecha para lanzar palabras de agradecimiento a todas estas personas: “Siempre tenemos que dar las gracias a la ONT por la labor de difusión que hace, que es un modelo en todo el mundo, y a todos los médicos que forman parte del proceso: pediatras, cardiólogos, del laboratorio, de las UCI… pero sobre todo a los grandes anónimos, que son los donantes y sus familias. Sin su infinita generosidad en un momento tan duro como es la pérdida de un ser querido no sería posible salvar estas vidas”, afirma.
“Los médicos podemos salir en periódicos, pero somos meros facilitadores entre el donante y el receptor”, añade. “Sin el concurso de los donantes, nada de esto sería posible”