Cuando Rusia invadió Ucrania, el estallido del conflicto provocó la separación de unos padres de seis de sus hijos adoptivos. Y al enterarse de que se estaban produciendo adopciones forzadas en Rusia, temieron que nunca volverían a encontrarse.
Por BBC Mundo
Cuando empezó invasión, los primeros pensamientos de Olga Lopatkina fueron para sus seis hijos adoptivos que estaban de visita en la costa, a 100 km de su casa, en una casa municipal de vacaciones cerca del mar.
Rápidamente se volvió demasiado peligroso ir a recoger a los niños, dados los fuertes bombardeos en las ciudades a lo largo de la ruta desde su casa hasta donde estaban.
Olga se enfrentó a una elección imposible: enviar a su esposo Denis en un peligroso viaje para rescatarlos o dejar a los niños en Mariúpol, donde habían ido a descansar.
En ese momento, la ciudad todavía parecía relativamente segura.
“Comenzamos a entrar en pánico y no sabíamos cuál era la mejor decisión”, dice ella.
La destrucción completa de Mariúpol se convertiría más tarde en sinónimo del bombardeo masivo de ciudades llevado a cabo por Rusia para someterlas.
La brutal realidad de la invasión llegó a casa después de solo dos días, cuando Olga se encontró con refugiados del este.
Se sorprendió al ver lo rápido que se había deteriorado la vida normal.
Como muchas personas en Ucrania, Olga asumió que el conflicto terminaría en unos días o semanas, y esperaba que las autoridades ucranianas evacuaran a los niños a un área segura.
Pronto quedó claro que el conflicto se estaba intensificando y que los niños estaban en una posición extremadamente vulnerable.
Si no los mataba una explosión, le preocupaba su futuro bajo el control ruso.
Empezaron a surgir informes sobre el traslado de civiles, tanto adultos como niños, a Rusia.
Moscú llamó a estas transferencias “evacuaciones”, mientras que Ucrania las calificó de deportaciones forzosas, una reminiscencia de las prácticas vistas bajo el gobierno de Joseph Stalin en la década de 1940.
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