Quizás ningún nombramiento en tiempos recientes había generado tanto júbilo y tanta consternación simultáneamente como el de Iván Velásquez en el Ministerio de Defensa. Se sabía que el exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia se convertiría en uno de los alfiles del nuevo Gobierno, pero nadie anticipaba de qué manera. El otrora investigador jefe de la parapolítica despierta tanta desconfianza como admiración, y el país se dividió inmediatamente con su designación.
Por Semana
La llegada de Velásquez irrumpió abruptamente en el espíritu de reconciliación y acuerdo nacional que reinaba en el país y esa seguidilla de fotos en la que Petro parecía haber logrado unir a todos sus antagonistas. Y fue mucho peor que un baldado de agua fría. “Se asoman no solo las orejas, sino los dientes del lobo. El disfraz de oveja se cayó”, trinó con agudeza Paloma Valencia.
La senadora fue la que mejor retrató el sentimiento de desazón y miedo que reina en un sector del país, incluido el silencioso estamento militar. “El nombramiento de un enemigo acérrimo del partido y del jefe del partido de oposición como ministro de Defensa no es solo un desafío; es una amenaza”, aseguró. Para ella, la oposición está en riesgo con su arribo. Velásquez es tal vez uno de los principales adversarios del expresidente Álvaro Uribe y de un sector de la clase política.
Una enemistad que surgió cuando el abogado fue jefe de Fiscalías en Medellín, pero que tuvo su punto de ebullición durante el gobierno de la seguridad democrática, en este enfrentamiento sin antecedentes con las altas cortes.
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