Los latinoamericanos eligen cada vez más gobiernos de izquierda y aunque los vínculos entre sus abanderados y el chavismo sean esta vez más que evidentes, Venezuela ya no parece dar miedo. El caso de Colombia es más que gráfico, con casi dos millones de migrantes venezolanos en el país vecino, cualquiera hubiese podido pensar que frente a tamaño testimonio del fracaso socialista, una inmensa mayoría habría hecho frente al arribo de Gustavo Petro al poder, pero sucedió todo lo contrario: los colombianos lo llevaron a la Casa de Nariño y con él al primer presidente de izquierda de su historia republicana.
Pero antes de Colombia lo mismo sucedió en Argentina, Perú y Chile. Con miles de migrantes en la región, el drama venezolano está lejos de ser una simple narrativa mediática o electoralista, es testimonio vivo que se expresa en cada connacional que se ha visto obligado a abandonar nuestro país. Pero no todos lo ven así, algunos nos tildan simplemente de “cobardes” o “exagerados”, viendo su salvación en la causa de todas las desgracias de una nación entera.
No se trata que los venezolanos queramos darle lecciones de cómo votar a los demás, tampoco pretendemos que otros países voten como a nosotros nos convenga. Se trata de dar testimonio de lo que hemos vivido durante los últimos veinte años y sí evidentemente nuestro testimonio sirve para evitar que otros pasen por lo que nosotros hemos pasado, nuestra presencia esparcida por el mundo encontraría otra razón de ser más allá de nuestra elemental supervivencia y la de los nuestros en Venezuela.
Siempre he pensado que el mundo no reparte como debería todas las culpas frente a las peores tragedias de la humanidad. El comunismo es responsable de millones de muertes desde su aparición y lejos de ser una ideología ya prescrita, como lo es otra ideología de muerte llamada el nazismo, sigue promoviendo sus ideas de ruina y destrucción libremente, captando seguidores y posiblemente futuras víctimas.
Nuestra tragedia se debe en parte a la negativa de una generación a no escuchar a quienes nos alertaron. No eran millones de cubanos los que vivían en Venezuela a finales de los noventa, pero un solo testimonio hubiese bastado para que quienes vieron en Chávez una solución a todos los males del país hubiesen reflexionado. Hoy, cuando es muy tarde para nosotros, solo tenemos voz para alertar a los otros, aunque nuestras alertas muchas veces no sean escuchadas y nuestra tragedia aparentemente ya no dé más miedo.
@BrianFincheltub