A Astrid Aguilar el insomnio no le daba tregua. Es migrante, madre de dos niñas y ha guerreado como pocas para conseguirles colegio. Alguien le contó que en el Centro Intégrate le podían dar la mano, se montó en un bus, y llegó preguntando.
Por Mario Villalobos / Proyecto Migración Venezuela
En la puerta se encontró con un hombre que también duerme poco, especialmente por cuenta de la situación de su hija. Everth Palomino es colombo-venezolano, retornado y padre de una niña que ni siquiera tenía registro civil.
Se sentaron en la misma banca, en medio de la expectativa, y en menos de dos horas terminaron con una tortura que les carcomía el alma. Astrid, por fin, pudo darles la buena noticia a sus pequeñas de que volverán al colegio.
“Yo vine buscando un cupo para mis hijas para el estudio, porque no las tengo estudiando en este momento, pero ya, gracias a Dios, Intégrate me dio la solución; muy bueno porque tienen muchas opciones, te dan muchas propuestas muy buenas, a las cuales tú quieres participar en todas”, dice mientras respira aliviada.
Mientras tanto, Everth llamó por celular a casa para avisar que la niña de sus ojos ya era una colombo-venezolana más. “Hasta que legalicé la niña. No pensé que todo me iba salir como me está saliendo. Todo me está saliendo excelente, Intégrate me colaboró, me ayudó en todo, me ha ahorrado tiempo, dinero y ha sido lo mejor”, asegura con una alegría que no le cabe en el pecho.
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