El egipcio Ayman al Zawahiri, un jefe sin carisma al frente de Al Qaida en comparación con su predecesor Osama Bin Laden, teorizó sobre la ramificación de las células yihadistas, sin llegar a controlarlas hasta su muerte este fin de semana en un ataque estadounidense.
Aunque fue uno de los artífices de los atentados del 11 de septiembre de 2001, “el mayor éxito de Zawahiri es haber mantenido viva a Al Qaida”, según Barak Mendelsohn, profesor de la Universidad de Haverford en Pensilvania.
Pero tuvo que multiplicar las “franquicias”, desde la Península Arábica hasta el Magreb, desde Somalia hasta Afganistán, Siria e Irak. Y aceptar que se fueran emancipando poco a poco.
El teórico de barba tupida y gafas grandes, fácilmente reconocible por un bulto en la frente, se unió a los 15 años a los Hermanos Musulmanes y sobrevivió a más de 40 años de yihad, algo inusual, antes de morir a los 71 años en un ataque con dron.
Fue dado por muerto o agonizante en varias ocasiones, pero recientemente dio señales de vida.
“La aparente mayor fluidez y capacidad de comunicación de Al Zawahiri coincidió con la toma de Afganistán por parte de los talibanes”, según un informe de la ONU publicado a mediados de julio.
– Precoz –
Pese a su papel en los atentados de 2001, que llevan la firma de Al Qaida, nunca adquirió el aura macabra de Osama Bin Laden.
Paradójicamente, Estados Unidos ofreció 25 millones de dólares por su captura, un récord, y al mismo tiempo parecía casi desinteresarse por él.
Hasta que este lunes el propio presidente Joe Biden anunció su muerte durante una “operación antiterrorista” este fin de semana.
Al Zawahiri nació el 19 de junio de 1951 en Maadi, cerca de El Cairo, en una familia burguesa (su padre era médico y su abuelo un gran teólogo de la mezquita Al Azhar en la capital egipcia), y era cirujano.
Su ideología fue precoz. Integra la cofradía de los Hermanos Musulmanes con tan sólo 15 años.
Estuvo encarcelado tres años por su implicación en el asesinato en 1981 del presidente egipcio Anuar al Sadat. Después viajó a Arabia Saudita, Estados Unidos y, por último, Pakistán a mediados de los años 1980, donde atendía como médico a los yihadistas que luchaban contra los soviéticos. Allí conoció a Bin Laden.
Estuvo mucho tiempo al frente de la Yihad Islámica Egipcia (JIE) y se unió a Al Qaida a finales de los 90.
– ¿Quién le sucederá? –
Washington lo incluyó en su “lista negra” por haber apoyado los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania en agosto de 1998. También fue condenado a muerte en rebeldía en su país por numerosos atentados, en particular uno en Luxor en 1997 en el que murieron 62 personas, de las cuales 58 eran turistas extranjeros.
En 2002 y 2007, fue dado por muerto pero reapareció. Se convirtió en la mano derecha de Bin Laden y también en su médico.
Él “no está interesado en el combate en las montañas. Reflexiona más a nivel internacional”, dijo sobre él Hamid Mir, biógrafo de Bin Laden, citado por el centro de análisis Counter-Extremism Project (CEP).
Con él, de hecho, “Al Qaida se ha descentralizado cada vez más, y la autoridad recaía principalmente en los jefes de sus filiales”, añade el CEP, que sin embargo le atribuye un papel destacado en la reorganización de muchos grupos yihadistas.
Desde 2011 vivió escondido entre Pakistán y Afganistán, limitando sus apariciones a videos de sermones monótonos. A su muerte deja una organización en las antípodas de la internacional yihadista en guerra contra Estados Unidos con la que soñaba Bin Laden.
¿Quién tomará las riendas? Corre el nombre de Saif al Adel, ex teniente coronel de las Fuerzas Especiales egipcias y miembro de la vieja guardia de Al Qaida, como su posible sucesor. A menos que surja una generación más joven.
En cualquier caso, la nebulosa tendrá que imponerse frente a su gran rival, el grupo Estado Islámico, con el que choca, ideológica y militarmente.
Según la última evaluación de la ONU, el contexto internacional es “favorable para Al Qaida, que quiere volver a ser reconocida como la punta de lanza de la yihad global (…) y, en última instancia, podría representar una amenaza mayor”.
AFP