Trabajó como almacenista y chófer: el duro comienzo de “Topa” antes de convertirse en figura de Disney

Trabajó como almacenista y chófer: el duro comienzo de “Topa” antes de convertirse en figura de Disney

Topa, su duro ascenso hasta convertirse en una figura de Disney. (Foto: Instagram/diegotopaok).

 

Topa es una de las figuras de Disney más reconocidas de la Argentina. Desde que comenzó a trabajar en esa compañía hace más de dos décadas, se convirtió en uno de los personajes más amados por los chicos, que lo siguen en todas sus facetas: programas televisivos, conciertos musicales y obras teatrales.

Por TN





A pesar de su popularidad, poco se conoce de su difícil comienzo como chofer y almacenero, entre otros trabajos que tuvo que hacer antes de cumplir su sueño.

El comienzo de Topa antes de ser figura de Disney

Diego Topa nació el 11 de octubre de 1975 y se crió en el barrio bonaerense de Caseros junto a sus hermanos, Edgardo y Walter, sus primos y varios vecinos. “Éramos como una pandilla”, recordó. Juntos hacían casitas en los árboles, jugaban al quemado, armaban obras teatrales, inventaban historias e iban a la pileta.

Desde muy pequeño, comenzó a mostrar su perfil artístico. Por eso, sus papás lo incentivaron desde muy chico a frecuentar el teatro. “Yo siempre fui actor, desde el jardín de infantes me gustaba actuar, en todos los actos participaba y mis maestras veían eso en mí. Fomentaban al productor también, porque las ayudaba a definir la parte de la música, a escribir los guiones de los actos, todo eso vino conmigo desde siempre”, contó.

Topa y Muni Seligmann, una dupla icónica de Disney.

 

A los 13 años Topa empezó a estudiar actuación con Esteban Mellino en Chacarita y apenas tres meses después de haber comenzado las clases, ya formaba parte del elenco de Loco, una obra para público adulto en la que interpretaba a un personaje muy chico.

Según contó, nunca le faltó el respaldo de su familia: “Me apoyaban pero me pedían que no bajara el rendimiento en el colegio. Si me sacaba un ocho o un nueve, lloraba. No me podía sacar menos de diez”.

Sin embargo, aclaró: “Ellos veían que yo era el payasito de todo el mundo. Alegraba los cumpleaños, las fiestas, los actos de la escuela. Pero tenían miedo por mi futuro, porque la profesión es linda, pero también es cruel: no hay trabajo para todos”.

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