“La reina no necesita cambiar para estar con los tiempos. Los tiempos se adaptarán a ella”. Aquí se resume a la perfección la eternidad estética de una monarca, fallecida este 8 de septiembre, que no parecía llamada a convertirse en icono de estilo.
Por: Glamour
La moda siempre hizo ojitos a mujeres más aventuradas a la hora de vestir y de vivir, como su tía Wallis Simpson. Destinada a vestir con una elegancia “no sensacional” (como escribió Norman Hartnell, uno de los diseñadores de moda favoritos de la Reina, en The New York Times, en 1976), con los años Isabel II se ha revelado como la auténtica inspiración.
Pionera en upcycling.
Mucho antes de que el upcycling fuera un fenómeno (y un cambio de mentalidad hacia una forma más sostenible de consumir ropa), la Reina se adelantó a su tiempo. Mucho antes de que el upcycling fuera un fenómeno (y un cambio de mentalidad hacia una forma más sostenible de consumir ropa), la Reina se adelantó a su tiempo. En 1947, dos años después de que terminara la guerra, la Reina usó cupones de racionamiento de ropa para comprar su vestido de novia, algo que ella no necesitaba pero que era una práctica común para las novias en ese momento. Fue un gesto con la comunidad: Isabel nunca fue María Antonieta. El vestido, hecho de seda color marfil y raso con una cola de medio metro, fue diseñado por Norman Hartnell.
En la década de 1960 Isabel II tampoco tuvo reparos en reutilizar sus vestidos hechos a medida para eventos de perfil alto, como aquel Norman Hartnell que la princesa Beatrice tomó prestado para el día de su boda en 2020. Siguió reutilizando conjuntos a lo largo de los años, como el abrigo y vestido azules pastel que llevó en 2005 en una visa a a Malta y que llevó de nuevo en Ascot en 2008.
Si la reina repetía atuendo nunca fue por azar: todas sus prendas, la manera de combinarlas y los eventos para lucirlas han sido etiquetadas meticulosamente en un registro que su equipo de asistentes ha llevado a lo largo de sus siete décadas de reina, con lo que cada una de las repeticiones fue siempre planeada al detalle. La modista personal de la Reina, Angela Kelly, dio algunos detalles de por qué la reina, sabiendo que iba a ser fotografiada, tomaba la decisión de repetir estilismo: “Por lo general, la vida útil de uno de sus atuendos puede ser de alrededor de 25 años”, escribió Kelly en su libro The Other Side Of The Coin: The Queen, The Dresser And The Wardrobe. “Su Majestad siempre es ahorradora y le gusta que su ropa se adapte y se recicle en la medida de lo posible… Después de dos o tres puestas, una pieza se habrá vuelto familiar para los medios, así que buscamos formas de modificarla o se relega para usar en sus vacaciones privadas en Balmoral o Sandringham”. El suyo fue el mejor ejemplo de invertir en piezas que resisten la prueba del tiempo.
La Reina, además, siempre prefirió arreglar a desechar. Fiel a un mismo estilo (ella también fue pionera en crearse un uniforme, pero de eso hablaremos más tarde), llevó sus confiables bolsos Launer desde la década de 1960 y el CEO de la marca, Gerald Bodmer, reveló en una ocasión que habitualmente la monarca mandaba reparar su colección en lugar de comprar nuevos modelos.
No solo bolsos: hace un par de años supimos que la última chaqueta Barbour de la Reina (pieza clave de su “uniforme Balmoral”) tenía nada más y nada menos que 25 años. Según contó Margaret Barbour en la BBC, en 2012 con motivo del Jubileo de Diamante, le ofrecieron reemplazar su chaqueta pero la Reina estaba tan apegada a ella que prefirió que se la enceraran de nuevo. Isabel II sabía que es muy deseable tener una chaqueta Barbour muy usada. Los pañuelos, otra de sus señas de identidad, los reutilizó durante décadas.
La Reina “circular”.
Si Isabel II pasará a la historia como una de las monarcas más iconográficas no solo será por su reconocible estilo (ese uso tan intencional y tan del color no se ha visto nunca más) sino también por los valores que acompañaron a sus decisiones. La Reina siempre creyó en la dimensión pública de su imagen, no solo a la hora de dar un significado a su vestimenta sino también por un detalle que conocimos a través de las divertidas revelaciones que dio Brian Hoey en su libro Not In Front Of The Corgis: tirar ropa nunca fue una actitud aceptable en Buckingham, así que una vez que la Reina apartaba un conjunto de su vestidor se la regalaba a las modistas de palacio, que podían elegir entre ponérselo o venderlo. Esto último, eso sí, bajo la condición estricta de no desvelar nunca el pasado de la pieza, con lo que se eliminaban todas las etiquetas y detalles que podrían identificarlas como ropa de la Reina. Isabel II dio muchas vidas a su vestidor.
La primera soberana fur-free
El mundo que recibió Isabel II al convertirse en Reina, allá por 1953, poco tiene que ver con el que deja en 2022. En aquel momento y durante mucho tiempo, las pieles fueron un elemento básico en la vestimenta para realeza, incluida Isabel II, que durante años llevó abrigos y chales decorados con pelo en sus eventos nocturnos. Pero en 2019 y a los 93 años, Isabel II decidió que nunca más compraría prendas hechas con pieles animales. Lo aseguró Angela Kelly en sus memorias (“Si Su Majestad debe asistir a un compromiso en un clima particularmente frío, a partir de 2019 se usará piel sintética para asegurarse de que se mantenga abrigada”) y lo confirmó el Palacio de Buckingham en un comunicado, matizando que la reina no se desharía de las prendas más ceremoniales (como la capa de armiño y terciopelo con cola de 4,5 metros, the “Robe of State”, que llevó en su coronación y en las aperturas del Parlamento) pero que estaba decidida a emplear pieles veganas. Por ejemplo, el forro de visón de un abrigo que llevó en Eslovaquia en 2008 se reemplazó con fake fur.
La decisión de renunciar a este material recibió elogios de muchos grupos de derechos de animales en Reino Unido: “Es el reflejo perfecto del estado de ánimo del público británico, la gran mayoría de los cuales detesta las pieles crueles, y (la Reina) no quiere tener nada que ver con eso”, dijo Claire Bass, directora ejecutiva de Humane Society International, en The Telegraph. En un comunicado, añadía Bass: “Que nuestra Jefe de Estado se libre de pieles envía un poderoso mensaje de que las pieles están firmemente pasadas de moda y no pertenecen a Brand Britain”. El movimiento se produjo poco después de que otro icono de la moda británica, Burberry, anunciara que dejaría de utilizarlas.
Musa del punk
Ningún diseñador de moda comienza su carrera teniendo como referente a un icono de la corrección y la solemnidad. Sin embargo, Isabel II supo crear un estilo tan propio, tan reconocible y tan único a lo largo de los años que acabó siendo inspiración para los talentos más díscolos. Reivindicar a Isabel II ha acabado siendo lo más moderno: en 2012 la otra reina británica, la de la moda, Vivianne Westwood, creó una colección cápsula inspirada en la monarca. Diez vestidos y cuatro pares de pendientes que tomaban como referencia diseños que la Reina llevó en eventos importantes, pasados por un inconfundible filtro punk. También diseñó la portada de un libro-joya, Her Majesty, un homenaje fotográfico a Isabel II, con fotografías de Annie Leibowitz o Cecil Beaton, una edición limitada tan especial que salió a la venta (y se agotó) con el precio de 1.000 euros. La diseñadora conoció a la Reina en 1992 y unos años más tarde, en 2006, recibió de ella la condecoración más alta del Reino Unido, convirtiéndose en Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico.
No fue la única creadora a la que Isabel II ha seducido en los últimos años. La firma británica Alexander McQueen homenajeó a la monarca en su Jubileo de Diamante diseñando un bolso de mano con la Union Jack, pedrería y un cierre con forma de calavera. En aquella ocasión, la legendaria Liberty’s lanzó un estampado de coronas emulando los colores de las obras de Andy Warhol. Unos años antes, en 2008, Dolce&Gabbana habían dedicado su colección de otoño-invierno al estilo de Isabel II.
Reina del tacón sensato
Ya lo dijo ella misma en una apertura del Parlamento: los británicos son caracteres prácticos. La Reina ha usado el mismo estilo de zapatos durante más de medio siglo. Sus zapatos “de trabajo”, con cinco centímetros de tacón, estaban hechos a mano por la empresa de calzado con sede en Londres. Anello & Davide cuenta con un equipo de artesanos dedicados a ello, entre los que están un cortador de patrones, una persona que selecciona el cuero, un cerrador y un fabricante. La firma le suministró con uno o dos pares al año y ocasionalmente renovaba los anteriores.
Para evitar molestias o rozaduras, existe una persona en Buckingham dedicada a probarse los zapatos de la Reina hasta que sean cómodos; la propia Angela Kelly aseguró en su famoso libro que es ella quien los lleva primero: “La reina tiene muy poco tiempo para sí misma y no tiene tiempo para usar sus propios zapatos, y como compartimos el mismo tamaño de zapatos, tiene más sentido de esta manera”.
Si hablamos de los zapatos de la Reina es imposible no recordar los tacones a medida que encargó a Roger Vivier para su coronación, en 1953. Diseñados por el propio Vivier, estaban elaborados con cuero dorado, tachonados con rubíes e incorporaban un motivo de flor de lis que correspondía a la Corona del Estado Imperial que también lució ese mismo día. Hace tan solo un par de años, el director creativo de Roger Vivier, Gherardo Felloni, recreó una réplica casi exacta de aquel zapato para la colección primavera/verano 2020 de la marca, un diseño denominado Queen Sandal. El amor por la artesanía es otro de los legados que Isabel II dejó para la posteridad y que le conecta con el nuevo mundo que hoy le despide.