El español Carlos Alcaraz se proclamó este domingo campeón del Abierto de Estados Unidos, el primer ‘grande’ de su carrera, y a los 19 años de edad se convirtió en el número uno del mundo más joven de siempre, tras vencer la final contra el noruego Casper Ruud.
Alcaraz triunfó por 6-4, 2-6, 7-6(1) y 6-3 en tres horas y 20 minutos ante Ruud para alcanzar la gloria en Nueva York, en la que es el campeón más joven desde la victoria de Pete Sampras en 1990.
El murciano puso la guinda a una temporada extraordinaria y tras conquistar los Masters 1.000 de Miami y Madrid y los títulos de Barcelona y Río de Janeiro, añadió a sus vitrinas el Abierto de Estados Unidos.
Ganó la final con autoridad, carácter y con un tenis espectacular que le lanzaron hacia el techo del mundo del tenis y que le convirtieron en el sexto representante del tenis español capaz de colocarse al frente del ránking mundial.
Su juventud, su pasión, electricidad y talento le convierten en un nuevo ‘grande’ del tenis, capacitado para marcar una nueva época en este deporte.
Superó por tercera vez en tres precedentes a Ruud, esta vez en una final en la que ambos jugadores, además del título, se jugaban la cumbre de la clasificación mundial.
ARRANQUE INMEJORABLE DE ALCARAZ
Tenía claro Alcaraz que la preparación mental sería clave en este partido. Ya había demostrado en la final de Miami que su tenis sabe desarmar a Ruud, pero era fundamental cuidar sus nervios en la primera experiencia de su vida en la final de un ‘grande’.
Por eso decidió tomarse un sábado tranquilo, aprovechando para pasar tiempo con su cuerpo técnico y familia y liberar su mente antes de empezar una nueva batalla frente a Ruud, que vivió su primera experiencia en una final del Grand Slam en París, cuando cayó ante Rafa Nadal.
Y el plan funcionó. Ganó el primer set con autoridad, manteniéndolo siempre bajo control, mandando con sus golpes y fallando poco.
Sus primeras bolas de rotura llegaron en el primer juego del encuentro y, tras anular dos oportunidades de ‘break’ en su primer turno al saque, logró la rotura decisiva en el tercer juego. Fue suficiente para llevarse el primer parcial en 49 minutos, un paso de gran importancia para frenar a un Ruud al que no le faltaba actitud.
LA REACCIÓN DE RUUD
El noruego brilló también por espíritu deportivo, cuando reconoció que una bola había tenido doble rebote y entregó el punto a su rival. Y en la segunda manga reaccionó con contundencia.
Demostrando gran preparación atlética y técnica, Ruud logró un ‘break’ con el 3-2 en el luminoso al alcanzar una dejada de Alcaraz y al provocar su fallo sucesivo con un brillante globo. Lo consolidó tras anular una bola de rotura en el juego siguiente y frustró al murciano, que se atascó y propició con una doble falta el 6-2 que ponía las tablas en la final.
Se abría un nuevo partido y ambos jugadores volvieron a tutearse, sin un claro dominador, sino intercambiando golpes y también muchos errores.
ALCARAZ LEVANTA LA VOZ
Apenas duró dos juegos la ilusión de Alcaraz tras el ‘break’ de apertura, y el murciano estuvo contra las cuerdas con el 5-6 en el marcador, cuando tuvo que anular dos bolas de set a favor de Ruud para forzar el desempate. Eso sí, incluso en los puntos perdidos Alcaraz recibió aplausos del público por su esfuerzo a la hora de pelear cada bola, rozando puntos milagrosos.
Las dos bolas de set anuladas en un duodécimo juego durado más de diez minutos marcaron un punto de inflexión en el choque, porque Alcaraz, tras ese alivio, dominó por completo el ‘tie-break’ y lo ganó por 7-1 para recuperar la ventaja.
No le tembló el brazo a Alcaraz, que aprovechó su primera y única bola de rotura para provocar el fallo de revés de Ruud y escaparse 4-2.
Ya no había manera de contener al murciano, que disparó el nivel de sus saques y sentenció el duelo con un 6-3, conectando dos servicios ganadores.
Se tumbó al suelo y corrió a continuación a abrazar a toda su familia y a su entrenador Juan Carlos Ferrero, ambos visiblemente conmovidos por un título que convierte de manera definitiva al murciano en uno de los mejores jugadores del tenis moderno, con un futuro sin límites por delante.
EFE