La invitación a los funerales de Isabel II extendida a Juan Carlos I, caído en desgracia en España, muestra la solidez de los lazos entre la familia real británica y la española, descendientes ambas de la reina británica Victoria.
“Os presento a mi prima”, bromeó en una ocasión Juan Carlos I refiriéndose a la monarca fallecida el jueves a los 96 años, a la que su hijo Felipe VI trataba de “tía Lilibeth”.
Isabel II y Juan Carlos I eran primos lejanos, en tanto que tataranietos de la reina Victoria, la gran monarca imperial británica, que reinó durante 64 años, entre 1837 y 1901.
Con sus 9 hijos y 42 nietos, Victoria pudo sembrar de descendientes las realezas europeas y fortalecer la influencia británica.
En el caso del rey emérito español, el nexo se establece cuando el abuelo de Juan Carlos, Alfonso XIII, se casa en 1906 con Victoria Eugenia de Battenberg, nieta de la reina Victoria.
Fue su abuela Victoria Eugenia quien enseñaba al niño Juan Carlos “a pronunciar las erres españolas para atenuar su acento francés”, explica Laurence Debray en “Mi rey caído”, sobre el monarca emérito.
Los lazos de ambas familias son dobles, porque Sofía, la madre de Felipe VI de España, procede de la familia real griega, como el difunto Felipe de Edimburgo, marido de Isabel II.
– Apoyo al rey en la transición –
El parentesco no es garantía de relaciones armoniosas, porque grandes beligerantes de la I Guerra Mundial tenían a Victoria como abuela.
Sin embargo, puede haber jugado un papel en las invitaciones al funeral de Isabel II, porque España escapará a la regla de un invitado por país -con consorte-, y, eso permitirá que asistan Felipe VI y la reina Letizia, pero también Juan Carlos I, que abdicó en 2014, y su esposa Sofía.
Juan Carlos encontró en Isabel II un gran apoyo cuando se convirtió en jefe de Estado tras la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975.
“A lo largo de esos precarios primeros años en el trono español, Juan Carlos buscaba regularmente el consejo de su prima británica”, se puede leer en “Queen of Our Times” (Reina de nuestros tiempos), la biografía de Isabel II de Robert Hardman.
“Solía llamarla por teléfono con bastante frecuencia”, recordaba en ese libro Antony Aclan, antiguo embajador británico en Madrid.
Se da la circunstancia que Juan Carlos tiene una causa abierta en un tribunal de Londres: una demanda por acoso presentada por su examante Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una empresaria danesa de 58 años.
El ex jefe de Estado se exilió voluntariamente a los Emiratos Árabes Unidos a mediados de 2020, acechado por sospechas de corrupción por el opaco origen de su fortuna, y su invitación no ha sentado bien en algunos sectores españoles.
Felipe VI ha intentado desmarcarse de su padre y, desde que este se instaló en el extranjero, solo han coincidido personalmente una vez, en Madrid, en una visita de la que no trascendió mucho, por lo que la posibilidad de una instantánea de ambos juntos ha despertado interés.
Las buenas relaciones de Isabel II con Juan Carlos y Felipe VI se pusieron también de manifiesto en su nombramiento como caballeros de la Orden de la Jarretera, la orden de caballería británica más importante, fundada en el siglo XIV.
Sólo una corta lista de extranjeros forman parte de la orden, ocho en total, todos monarcas y exmonarcas, lo que pone de relieve que dos sean miembros de la Casa Real española.
Con el nuevo monarca británico, Carlos III, se vislumbra una continuidad en la buena conexión real Madrid-Londres. Acompañado de su primera mujer, Diana de Gales, pasó varios veranos en la residencia de los monarcas españoles en la isla de Mallorca (este).
Curiosamente, la decisión de Carlos y Diana de iniciar su luna de miel en Gibraltar, el territorio británico en el extremo sur de la península Ibérica que Madrid reivindica, hizo que Sofía y Juan Carlos no acudieran a su boda.
AFP