La vejez es una etapa inevitable de la existencia que no tiene por qué ser negativa. La ciencia y la humanidad han avanzado de la mano para que las personas que llegan a una mayor de edad puedan llevar un estilo de vida activo y no muy distante de aquel que gozaron en la juventud. Sin embargo, está claro que el paso de los años repercute en nuestro organismo en muchos aspectos. Uno de ellos, según los datos disponibles, es la audición: la Organización Mundial de la Salud (OMS) relevó que una de cada cinco personas mayores de 60 años sufre una alteración auditiva, también llamada hipoacusia.
En ese sentido, diversos estudios científicos relacionan a estos problemas con un mayor riesgo de deterioro cognitivo durante la vejez. Este paralelismo, sin dudas, puede ser preocupante si tenemos en cuenta las mencionadas cifras de la OMS. “Puede haber algún tipo de efecto en el cerebro”, explicó al respecto el neurólogo estadounidense Ronald Petersen, director del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer en Mayo Clinic. Es que, de acuerdo a este profesional, “las personas que tienen una pérdida auditiva durante muchos años” pueden sufrir alteraciones “en el lóbulo temporal”, un área que está relacionada con la memoria y con el lenguaje.
En segundo término, Petersen sumó otra explicación: los problemas auditivos pueden derivar en el aislamiento social de la persona, ya que se siente ajena y excluida de las conversaciones. En consecuencia, la posibilidad de desarrollar un cuadro de demencia es mayor.
La hipoacusia, entonces, puede influir no sólo en la comunicación sino también en la mente. Si bien hasta el momento no hay una solución específica y concluyente para evitar este escenario, el especialista de Mayo Clinic cree que si una persona “mejora su capacidad para escuchar” a través de un audífono o de un implante coclear, el riesgo de deterioro cognitivo podría “disminuir con el paso del tiempo”.
Así las cosas, Petersen se mostró esperanzado: “La pérdida auditiva y los problemas cognitivos no tienen por qué ser eventos normales en el envejecimiento”. En ese marco, recomendó realizarse estudios en el oído cada dos o tres años, especialmente si se perciben problemas para escuchar.
Macarena Martínez Cuitiño, directora del Laboratorio de Investigaciones en Neuropsicología y Lenguaje (LINL) de la Fundación INECO, señaló a Infobae que “efectivamente hay un mayor riesgo de desarrollar un cuadro de demencia cuando hay una pérdida auditiva. Esto va a depender de la severidad de la misma”.
Y explicó: “Cuando envejecemos tenemos una pérdida auditiva propia de la edad. Esa pérdida auditiva puede ser leve, puede ser moderada o puede ser severa. En el caso de que sea una pérdida leve, eso no estaría condicionándonos a la probabilidad de que desarrollemos un cuadro de demencia, es decir, no se incrementa el riesgo por la pérdida auditiva. Pero sí puede ocurrir en los casos en que la pérdida es mayor, cuando esta sea de moderada a severa y esto está específicamente relacionado con un aislamiento que se produce a partir de este canal tan importante que es la audición para el ingreso de información”.
Cuando se la consultó acerca de la posibilidad de que se produzca un deterioro en el lóbulo temporal, como explicó uno de los especialistas de Mayo Clinic, es decir en un sector del cerebro que involucra a la audición, el lenguaje y la memoria, Martínez Cuitiño ratificó que “el lóbulo temporal es donde justamente se procesa la información auditiva y, además, también tiene áreas específicas que procesan el lenguaje”.
“Cuando tenemos una hipoacusia, dependiendo qué tipo de hipoacusia sea, claramente la información no está llegando al lóbulo temporal, es decir, ese es el lóbulo está dejando de recibir información por ese input sensorial. Esto no quiere decir que no se está recibiendo información por otros canales, pero sí es cierto que el lenguaje es una de las funciones fundamentales que nos permiten la interacción con el ambiente. Por lo tanto, cuando tenemos una hipoacusia severa, toda la información auditiva no estaría ingresando adecuadamente o no la estaría procesando ese lóbulo”, subrayó.
Pero advirtió que aún así, “esto no significa que la pérdida de la audición sea la condición para que se genere una demencia, sino que es un factor que se agrega a otros factores que puede haber. Por supuesto que es un componente importante porque el contacto con el resto de las personas es necesario para evitar una demencia, y cuando perdemos este canal lo que ocurre es que estamos perdiendo una vía de contacto con nuestro círculo cercano”.
Pero la experta puso énfasis en una tercera hipótesis que es que, “cuando perdemos audición esto genera un aislamiento social y en consecuencia, esto incrementa el riesgo de padecer demencia. Nuevamente, no es que la demencia sea consecuencia de la pérdida auditiva per se, sino de la conducta que uno toma cuando tiene dicha pérdida. Por lo tanto, sería importante cuidar la audición por medio de controles periódicos y realizar las adecuaciones necesarias para poder escuchar lo mejor posible”, recomendó.
Por su parte, la neuróloga Cecilia Serrano, a cargo del área de Neurología Cognitiva del Hospital César Milstein, aseguró que el vínculo entre “la relación de la pérdida auditiva con la posibilidad de desarrollar un trastorno cognitivo es real y uno lo ve en el consultorio. Cuanto mayor es la pérdida auditiva, mayor es el riesgo de deterioro cognitivo. De hecho hoy es un factor de riesgo de los tantos que hay para poder mejorar y así disminuir la posibilidad de desarrollar demencia”, dijo a Infobae.
La especialista, miembro del comité científico de la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer (ALMA), señaló que es una hipótesis válida la que indica que “los trastornos crónicos de la audición podrían llevar a alteraciones en el funcionamiento de la estructura del lóbulo temporal y sus conexiones, ya que tiene que ver con el oído con el lenguaje con la memoria y de ahí podría verse el vínculo entre la pérdida de audición y el deterioro cognitivo”.
Pero, “tener una afectación del lóbulo temporal o las estructuras anexas no necesariamente significa que 100% de los pacientes van a ir a un deterioro cognitivo. Es una sumatoria de factores de riesgo que hacen que pueda tener esa evolución”. Más allá de las fallas estructurales, la doctora Serrano mencionó que, cuando una persona comienza a tener un deterioro en su función auditiva muchas veces lo percibe su entorno, pero no el propio paciente y recomendó “no demorar la consulta” porque en ocasiones la causa puede ser menor, como un “tapón de cera” o también un “problema degenerativo del oído” que puede ser tratado.
“Los pacientes que tienen problemas auditivos se van aislando porque no comprenden una conversación o cuando hablan muchas personas a la vez, con lo cual tratan de no ir a eventos porque no entienden. Si uno suma la dificultad auditiva, más el aislamiento como consecuencia de la pérdida auditiva, son dos factores de riesgo que se suman al deterioro cognitivo que pueda venir más adelante”, explicó.
Por eso recomendó consultar con el otorrinolaringólogo para hacer una “detección temprana”. Muchas veces “la posibilidad de tener un audífono o un implante coclear mejora la evolutividad” porque la persona se “conecta más esta más concentrada, puede participar de una reunión”, en consecuencia “sería un efecto protector o preventivo para el deterioro cognitivo”, indicó. De hecho, agregó, según publicó la revista The Lancet en 2017, “existen 12 factores de riesgo de demencia y la pérdida de audición figura en primera posición” con un “8% de peso entre los factores de riesgo”.
Por su parte, ante la consulta de Infobae, el médico neurólogo Alejandro Andersson (MN 65.836) resaltó que “la pérdida de audición juega un rol clave en la disminución de la calidad de vida”. “Si bien cada vez hay más pruebas de los vínculos cercanos que hay entre la pérdida de la audición y el deterioro cognitivo en personas mayores, no es fácil todavía establecer una relación causa efecto entre ambas variables, por lo general todos se inclinan todos por una relación multifactorial”, afirmó.
“Los problemas de la vía auditiva periférica con el tiempo generan un mayor riesgo de alteraciones en el procesamiento auditivo central. O sea, los problemas de oído conllevan inconvenientes en cuanto a la decodificación. Y por otra parte, con el envejecimiento se inicia un proceso de deterioro del sistema nervioso central y de diversas funciones cognitivas que están vinculadas, como por ejemplo la comprensión del habla, que es la velocidad en el tratamiento de la información, la atención, la memoria de trabajo, entre otras”, agregó el médico del Instituto de Neurología Buenos Aires.
Andersson destacó, en este aspecto, que “todos los sentidos representan un estímulo muy importante para el cerebro, por eso, ante su ausencia, el cerebro puede verse menos estimulado. Cuando un paciente que tiene cataratas y ve todo borroso se opera y comienza a ver los colores nítidos, se siente estimulado, y su cerebro empieza a funcionar mejor, en tanto recupera la capacidad de prestarle atención a las cosas que lo rodean. Con la audición pasa exactamente lo mismo, por eso, el estímulo auditivo que se haga en ese paciente también va a genera más conexión cerebral”. “Todos los sentidos son importantes para estimular el sistema nervioso, nuestro cerebro, y si vos lo estimulás, en cierto sentido lo entrenás y lo pones en mejores condiciones como para resistir el deterioro y la demencia”, concluyó.
“La pérdida auditiva puede estar relacionada con el deterioro cognitivo pero ello solamente cuando se prolonga por años. Cuando comienza en la etapa de la vida adulta joven y se prolonga por años. En esos casos, puede asociarse hasta con un 9% de casos de demencia, lo cual es realmente importante”, afirmó en diálogo con Infobae el doctor Juan Ollari, coordinador del Centro de Neurología Cognitiva (CeNeCo) del Hospital Británico. En ese sentido, advirtió que “hay muchas posibles vías biológicas que pueden relacionar la pérdida de la función auditiva con los cambios que se observan a nivel del rendimiento cognitivo, algunos inclusive con cambios en las cortezas cerebrales”.
En palabras del experto, “un mecanismo que se postuló, es que las demencias, sobre todo el Alzheimer, y la pérdida auditiva tienen un mecanismo común, y eso es más raro. No es tan fácil de encontrar que las áreas de la audición primaria tengan tanto depósito de proteínas anormales de tipo amiloide o Tau”. “Un segundo mecanismo, que es muy interesante, tiene que ver con el empobrecimiento del medio ambiente, con lo cual causa una disminución en la reserva cognitiva. ¿Qué quiere decir esto? Una persona que oye poco o mal generalmente va a tener menos reserva cognitiva porque va a procesar menos información porque buena parte de la información del medio la pierde por la pérdida auditiva. Entonces, como se ‘carga’ menos información por unidad de tiempo, hay una disminución de la estimulación para el procesamiento cognitivo”, resaltó.
“Otro mecanismo posible es: las personas con hipoacusia deben utilizar mayor cantidad de recursos cognitivos para favorecer la interpretación y el procesamiento de la información auditiva, del oír, y por lo tanto al tener que dedicar muchos procesos cerebrales a los mecanismos de atención, concentración y audición; prestan o asignan menos recursos a otras funciones, aunque también es una teoría”, recalcó; al tiempo que advirtió: “Ninguna está demostrada”.
Ollari también se refirió a un cuarto mecanismo: “Es muy interesante y habla de la interacción entre la actividad cerebral relacionada con la función cognitiva que depende de la audición y de la patología de la demencia. O sea, los mecanismos que utilizamos para procesar la información auditiva tienen que ver, también, con el procesamiento de información relacionada con nuestra comprensión o entendimiento del mundo y de las cosas. La información que ingresa por vía auditiva nos hace pensar más en otras cosas relacionadas con lo que estamos oyendo”.
“Por lo tanto, si las áreas que tienen que realizar ese procesamiento no reciben la suficiente cantidad de estímulo por unidad de tiempo, como ocurre con cualquier otra función cerebral, lo que no se usa tiende a desconectar o desenchufar, por así decirlo, a funcionar en menos y, por lo tanto, la pérdida auditiva estaría disminuyendo nuestra capacidad de procesamiento de información auditiva en general pero que tiene que ver con el pensamiento en sí mismo, por lo tanto podría haber quizá algún grado de interacción; lo que no se sabe es: ¿cuál es el mecanismo real?”.
El neurólogo destacó que, hasta el momento, “son todas teorías”, pero “son puntos que hay que trabajar. Hay que evitar el aislamiento social que depende o puede ser causado por la pérdida auditiva, porque además las personas con pérdida auditiva tienden a aislarse, porque estar en reuniones sociales los hace sentir mal porque la gente los va a mirar como que no entienden y en realidad es que no escucharon. Entonces, hay un proceso de aislamiento individual en el que el individuo se retrae socialmente para que no quede en evidencia su pérdida auditiva. Son muchas las causas”, concluyó
“La pérdida auditiva genera, por un lado, menor activación cerebral y por otro aislamiento social. Ambos son factores de riesgo para deterioro cognitivo”, aseguró el doctor Ricardo Allegri (MN 63538), jefe de Neurología Cognitiva, Neuropsicología y Neuropsiquiatría de Fleni, en diálogo con Infobae. En ese tono, el experto destacó que “en el trabajo de Livingston y cols, de Lancet 2020, mostraron que, de los factores de riesgo modificables para demencia (40%), el 8% tiene que ver con la pérdida auditiva, ya en edades medias de la vida. Esto nosotros lo observamos en nuestros pacientes y estamos muy atentos a modificarlo tempranamente”.
Según el experto, esta situación surge como un “factor de riesgo, no es que la persona se va a deteriorar sí o sí”. “El aislamiento social es clave, sobre todo, en edades más tardías. Y su peso entre estos factores es del 4%. Sin duda la perdida auditiva actúa por los dos caminos: uno cuando el sujeto es más joven (hipoactivación del lóbulo temporal); y en sujetos de mayor edad, donde el aislamiento social tiene su impacto”, dijo Allegri.
Factores de riesgo
La hipoacusia tiene que ver con la incapacidad parcial o total de percibir sonidos y puede manifestarse en uno o en ambos oídos. Según profundizó la OMS, el 42% de las personas de más de 70 años sufre esta problemática. La cifra llega a 71,5% en los mayores de 80.
Sin embargo, más allá de los porcentajes que ponen el foco en la vejez, las costumbres que tenemos en la juventud pueden derivar en algún grado de pérdida auditiva y, por decantación, en un mayor riesgo de deterioro cognitivo. “Millones de adolescentes y de jóvenes pueden sufrir algún tipo de hipoacusia por el uso inapropiado de dispositivos de audio personales -auriculares- y por la exposición a niveles de sonido nocivos en lugares como clubes nocturnos, bares, conciertos y eventos deportivos”, explicó con preocupación Bente Mikkelsen, doctora y directora del Departamento de Enfermedades No Transmisibles de la OMS.
De todas formas, los factores de peligro que menciona Mikkelsen pueden prevenirse modificando pequeños hábitos. “Lo más frecuente es el daño por ruido que se le genera al adolescente que está acostumbrado a escuchar música a altísimos volúmenes durante muchas horas. En este caso, los auriculares de inserción, que son los que se suelen vender en la industria, no son los más adecuados. Pero si no lo usan por más de dos o tres horas al día y en los niveles máximos, el daño sería realmente bajo”, analizó en diálogo con Infobae Carlos Boccio, jefe del programa de Implantes Cocleares e Hipoacusia del servicio de otorrinolaringología del Hospital Italiano.