Fue un cuento muy largo, y no de hadas. La separación entre el entonces príncipe Carlos –hoy Carlos III– y Lady Di mantuvo en vilo a Inglaterra desde principios de los noventa. «La batalla de Gales», titulaba ABC. El alejamiento ‘de facto’ fue en 1992, cuando se anunció que no vivirían juntos, aunque participarían en actos protocolarios. «Los pilares milenarios de la Corona, que han resistido todo tipo de embates, se tambalean ahora por la crisis conyugal», explicaba este diario. En 1996, Su Graciosa Majestad Isabel II aceptó el divorcio para garantizar la estabilidad de la Monarquía. Diana, hasta entonces reacia si no se cumplían sus exigencias, también.
Por abc.es
El divorcio fue la crónica de una muerte anunciada. En una entrevista realizada para su biografía, Lady Di admitió que, ya en 1981, había acudido a la boda real «como un cordero al que llevan al matadero».
Años después, una bulimia fomentada presuntamente por Carlos acabó con el ánimo de la princesa y con su relación marital. La realidad es que cada uno hacía su vida a espaldas del otro. Los únicos pegamentos que les unían eran el ‘qué dirán’ e Isabel II, firme defensora de una Monarquía de perfil bajo en lo que a protagonizar portadas en las revistas del corazón se refiere.
Por ello, solo podemos imaginar el sofocón que debió padecer Su Graciosa Majestad cuando los periódicos británicos desvelaron una conversación subida de tono entre el príncipe y Camilla Parker-Bowles, la que era «la amante de Carlos desde hace 25 años», según ABC. En favor del príncipe habría que decir que las mil y un burlas que provocaron aquellas metáforas sexuales no le llevaron a cambiar de opinión sobre su recién conocida relación. Igual que tampoco lo hicieron una serie de declaraciones del arzobispo de Canterbury, George Carey, en las que sugería que debía abdicar en favor de su hijo, Guillermo, debido a que la Iglesia Anglicana no reconocía el segundo matrimonio mientras el primer cónyuge siguiera con vida.
Amante de un cuarto de siglo
Aquel diálogo hizo que ABC publicara el nombre de Camilla Parker-Bowles por primera vez. Hasta entonces, el ‘affaire’ del príncipe Carlos había sido un secreto a voces, pero no sobre el papel. Corría el 14 de enero de 1993 y no habían pasado ni dos meses desde que John Major, entonces Primer Ministro del Reino Unido, hubiera leído ante la Cámara de los Comunes el anuncio oficial de la separación de los príncipes de Gales. «Lo ha comunicado entre un silencio sepulcral», explicaba este diario. En ese tenso contexto, la revista australiana ‘New Idea’, propiedad de Rupert Murdoch, sacó a la luz las vergüenzas del heredero al trono.
«La grabación de esta cinta se conocía desde diciembre de 1989, pero ningún periódico británico se había atrevido a dar detalles de su contenido. Ayer, la prensa londinense publicó un extracto de la misma», explicaba ABC. El estallido fue un escándalo que, según algunos periódicos sensacionalistas como ‘The Sun’, «podría costarle el trono a Carlos III de Inglaterra». Se generó un verdadero caos. Para empezar, la autenticidad de la conversación no fue corroborada ni desmentida por el Palacio de Buckingham; una ratificación ‘de facto’. Poco después salieron a la luz los audios gracias al radioaficionado que les había cazado a través de las ondas. No mentía, pues sus voces eran inconfundibles.
Lo que escamó a publicaciones como ‘Los Ángeles Times’ es que la grabación fuese tan nítida y que hubiese sido captada junto a otras dos conversaciones también privadas de la Familia Real inglesa. Una, «desde un teléfono móvil entre Diana y un amigo cercano, James Gilbey, dedicándose palabras cariñosas». Otra, «entre el duque de York, hermano de Carlos, y su ahora separada esposa, la duquesa». Aquello hizo pensar que los miembros de la realeza estaban siendo sometidos a una estrecha vigilancia por parte de las autoridades. «Fuentes gubernamentales calificaron de ‘increíbles’ las sugerencias de que los servicios de seguridad pudieran tener algo que ver en el asunto», insistió ABC. Aunque la duda sobrevuela todavía sobre el tema.
Varias versiones
Existen diferentes versiones sobre el contenido de la conversación. Normal, pues la cinta contaba con una hora de duración. El 14 de enero de 1993, ABC dio a conocer una de las menos menos subidas de tono:
CARLOS –Quisiera poseerte ahora mismo, tenerte toda…
CAMILA –Cariño, quiero tenerte ya.
CARLOS –¿De verdad?
CAMILA –Hum…
CARLOS –Yo también.
CAMILA –Desesperadamente, desesperadamente, desesperadamente…
CARLOS –Dios mío, ¿pero cuándo podré verte?
CAMILA –No puedo esperar…
CARLOS –¿Miércoles por la noche?
CAMILA –Desde luego, el miércoles estaré sola… Y también por la mañana. Mi esposo saldrá de casa como a las ocho y media. Tampoco estará el jueves. Dios me escuche… Sería maravilloso tener una noche a nuestro gusto y a solas. Te quiero.
CARLOS –Yo también te quiero y quisiera decirte adiós.
CAMILA –Te quiero de verdad y estoy muy orgullosa de tí.
CARLOS –No seas tonto, nunca he alcanzado nada.
CAMILA –Tu gran logro es amarme.
CARLOS –Cariño, eso es fácil, como caerse de una silla.
CAMILA –Tú has sufrido todas esas calumnias…
CARLOS –Cariño, no digas tonterías. No he sufrido nada por ti, eso es el amor, la fuerza que da el amor.
CAMILA –Te necesito, estar siempre a tu lado.
CARLOS –Lo mejor sería estar siempre dentro de tus pantalones, sería más fácil.
Pero el tiempo puso a cada uno en su lugar y, a las pocas jornadas, el mundo conoció las groserías que Carlos y Camila se habían intercambiado por teléfono. Después de aquella última frase, la amante le preguntó con sorna si, entonces, se iba a «convertir en unas bragas». El respondió con una frase que hizo que el escándalo pasase a conocerse como el ‘tampongate’: «Dios no lo quiera, querría ser tu Tampax. ¡Qué suerte la mía!». Y eso, por no hablar de una parte en la que el hoy monarca confirmaba que quería sentir a su amante «dentro y fuera» de forma constante.