De Marilyn Monroe estaba casi todo contado; de Norma Jeane, su nombre real, casi nada. Quizá por eso en ‘ Blonde’, la película que este miércoles estrena Netflix, el director Andrew Dominik necesita cerca de tres horas para deshacer la primera capa del icono americano y adentrarse en ese interior misterioso, doloroso y traumático que era el corazón de Norma Jeane, esto es, lo que Marilyn escondía tras la sonrisa que tantas portadas llenó.
Por abc.es
Una vida con tantas vidas en su interior no cabe en una película. Ni Marilyn podría hacer un retrato lineal de lo que fue su propia historia, un hilo enrevesado de éxitos y aplausos mezclados con abusos, abortos, depresiones… Con esa mezcla Andrew Dominik prescinde de la idea de hacer un ‘biopic’ canónic y desmonta no solo el mito de Marilyn, también el del expresidente de Estados Unidos, John F.
Ana de Armas se lo deja todo en ‘Blonde’, una exposición emocional y física donde su cuerpo desnudo ya no es el objeto de deseo que era el de Marilyn, sino el resultado de sus múltiples abusos. Tantos traumas tuvo que soportar Norma Jeane que en los 166 minutos de metraje sus peores momentos –la ‘no’ relación con su padre, los abortos, la mirada inquisidora de la prensa, las parejas que la minusvaloraban– son narrados una y otra vez hasta su desenlace final, pasando por la cama del presidente que fue, en palabras del director, la puntilla del icono.
Casi en el tramo final de ‘Blonde’, con Marilyn viajando de un lado para otro con la cabeza ya confundida por el alcohol y los barbitúricos, una bomba estalla en el filme. Los agentes secretos del presidente de Estados Unidos recogen a una mujer tirada en el suelo del avión: «¿Vienen a detenerme?», pregunta Marilyn mientras se desploma. Los dos hombres cogen a la mujer confundida y la meten en un coche. Ella mira por la ventana pero no ve nada. Ellos la traen, la mueven, le dan un billete de avión… sin saber cómo aparece en la habitación de un hombre semidesnudo en la cama: es el presidente de Estados Unidos. Ella sonríe. Por fin, una cara amiga.
Pero esa cara amiga no la recibe precisamente con una sonrisa. Tumbado en la cama, Kennedy apenas mira a Marilyn mientras sigue hablando por teléfono con un asesor que le aconseja dejar de montar fiestas con mujeres, que hay incluso dos de ellas que van a contar en la prensa lo que sucede en el cuarto del hombre más poderoso del mundo. Marilyn mira a su alrededor y ve botellas vacías y copas con restos de pintalabios en su borde.
El presidente, lejos de escuchar al interlocutor, «invita» a Marilyn a que meta la mano bajo las sábanas. «No seas tímida», le espeta. La conversación avanza mientras ella mueve su mano y trata de mirar a cualquier otro sitio. Kennedy, o al menos el Kennedy de la ficción, la coge del cuello y la fuerza. «No seas tímida», insiste, mientras ya ha lanzado el teléfono a un lado. En ese momento, la cámara enfoca en un primerísimo primer plano a la cara de Marilyn, y se corta justo donde se intuye lo que el lector imagina. Así durante casi un minuto, mientras los ojos de la actriz se llenan de lágrimas y tristeza. El director defiende que ‘Blonde’ es una ficción. Y que no está mal acabar con los mitos.
Un biopic diferente
Las vidas de película han llenado las carteleras los últimos años: de Freddie Mercury a Elthon John, de Maradona a Stephen Hawking, de María Callas a Muhammad Ali… Todos ‘biopics’ más o menos canónicos que cuentan la vida y obra de sus protagonistas. Pero en ‘Blonde’ el centro de la película es lo que nadie vio de aquellos años: las drogas, la presión de la fama, los abusos sexuales, la pérdida de control… Una biografía diferente que este miércoles se estrena en Netflix.