Hace 110 años, el 29 de septiembre de 1912, un aeroplano surcó el cielo de la Caracas de los techos rojos, conmocionando a los testigos escépticos.
Aquella soleada tarde del 29 de septiembre de 1912, luego de una nerviosa espera, el ensordecedor ruido que produjo el aparato del aviador norteamericano Frank Boland, despertó aun más la curiosidad de la exaltada muchedumbre.
Por El Impulso
En los espacios del Hipódromo Nacional emplazado en el sector El Paraíso, en Caracas, se levantaron varias tribunas y un palco de honor. Allí sentado, rodeado de sus ministros y lugartenientes, se encontraba el general Juan Vicente Gómez para ser testigos de un espectáculo sin precedentes: el primer vuelo de un avión en Venezuela.
Escriben Schael y Capecchi, en un magistral artículo inserto en el libro Sobrevuelo 1785-2021, que cercano a las cuatro de la tarde, desfiló por una sección del óvalo de la pista de carreras de caballos -improvisada como campo de despegue-, el afamado piloto estadounidense quien se detuvo frente a su avión estacionado frente a la tribuna donde lo esperaba su compañero de vuelo Charles Hoeflich y otros mecánicos.
Con agilidad Boland trepó el avión para realizar la rutinaria inspección, giró la llave de ignición y gritó: ¡Contacto!, señal para que uno de los mecánicos girara la hélice con varias vueltas.
Y ante un expectante público que permanece en silencio, el aviador acelera lentamente la aeronave, desplazándose por la pista hasta alcanzar la velocidad de despegue. Atónitos, la concurrencia aplaude y el general presidente observa sin deslizar un hilo de asombro, pero aplaude también.
“El aviador ha despegado en sentido Oeste, pasa por La Vega y dobla siguiendo el cauce de río Guaire hasta llegar a lo que hoy es La Florida, gira a la izquierda de regreso para sobrevolar el centro de la ciudad; continúa rumbo a El Calvario, prosigue nuevamente hasta La Vega para retornar a El Paraíso; realiza un pasaje rasante delante de la tribuna que con frenesí lo vitorea. Finalmente aterriza luego de haber volado unos 27 minutos”, describen los investigadores Schael y Capecchi.