Esos dictadores también apelan a las maniobras distraccionistas para tratar de desviar la atención sobre los verdaderos problemas que afectan a la ciudadanía. Gritan y gritan hasta más no poder que “hay que reivindicar a los indígenas”, pero a la vez permiten que se les maltrate, tal como acontece en esa zona venezolana en donde se ubica el riquísimo Arco Minero. Son unos estafadores de la fe pública. Se declaran defensores del medioambiente, se atreven a dictar cátedra sobre el cambio climático, y con todo el descaro del mundo auspician las más repudiables políticas de contaminación que ponen en peligro nuestras cuencas hidrográficas, nuestros lagos y parques nacionales.
Todo el desastre que han causado pretenden adjudicárselo a los demás. Ellos nunca hacen nada malo, y vale decir que no se trata del típico motolito “que tira la piedra y esconde la mano”, ya que proceden con todo desparpajo, no disimulan sus tropelías y maniobras cargadas de cinismos. Así tenemos, por ejemplo, que destruyeron la industria petrolera y ante tan descomunal tropelía, no se les mueve un músculo de la cara, para presentarse en cadena de radio y televisión señalando a otros por ese descalabro. “Son los gringos del imperio, los pitiyanquis los que demolieron nuestras refinerías”, se desgañita Maduro, colocando en cabeza ajena sus propias ineptitudes.
La parodia más reciente la vimos en la zona del desastre que causaron los deslaves ocurridos en el estado Aragua, específicamente en Las Tejerías. Maduro, compartiendo escena con uno de sus ministros, fue capaz de responsabilizar a los conquistadores españoles de tales daños. Eso fue patético!Con cara de acontecidos montaron su condenable show mediático para endilgarle a Cristobal Colón tal calamidad.
Así son todos los tiranos, descarados e impúdicos a la hora de mentir. Por eso y más, es que debemos seguir en la lucha hasta librarnos de tales comediantes!