La euforia por los venezolanos a nivel mundial se desinfló. Lo que en una ocasión fue un gran furor de gobiernos, organizaciones al más alto nivel como la ONU, la OEA, Provea y otros organismos ahora han pasado a un segundo y tercer plano a pesar de que el drama está en su mayor intensidad, pareciera que a nadie le interesa la suerte de miles, y hablamos de más de 7 millones de venezolanos a nivel mundial según las cifras de la Naciones Unidas.
Solo en Europa se contabilizan más de 3 millones 665 mil venezolanos solicitando asilo en la Unión Europea. Son millones los que andan rezagados por el mundo y especialmente quienes quieren entrar al territorio estadounidense porque en el resto de los países de una u otra manera les han cerrado las puertas en las propias narices.
Países como Chile, Argentina, Panamá, Ecuador, Perú, en fin, prácticamente todos, implementaron medidas para reducir el flujo de ingresos de los venezolanos, y se entiende perfectamente. Lo que no se entiende es que después que hicieron un gran esfuerzo, en especial al crear el Grupo de Lima, por tratar de cambiar las condiciones políticas y el poder de manos del cuestionado presidente venezolano Nicolás Maduro, ahora muchos le están haciendo carantoñas al que pasó a dominar Venezuela por medios electorales muy cuestionables después de ser lanzado por Chávez antes de morir.
El drama como lo vemos en estos días está en su mayor intensidad. Y debemos recordar que nunca ha bajado. En Ciudad Juárez en la frontera sur de los Estados Unidos donde la última medida de Biden -que por cierto ganó las elecciones con la promesa de ayudar a los veneolanos, ahora la cosa está al revés: ¡ fuera los venezolanos, fuera los venezolanos y fuera los venezolanos!
Incluso lo más grave que quienes estaban ya adentro siendo acogidos por la administración Biden los han expulsado hacia México cerca de 2 mil personas en los últimos días y esta cifra puede o no aumentar. Lo cierto es que ser venezolano ahorita es ser paria, es ser etiquetado como el peor de los emigrantes y ciertamente es sinónimo de NO entrar. Un NO rotundo por todos lados.
Es hora de que cambien las cosas, es hora de que los gobiernos vuelvan apoyar a los emigrantes venezolanos que no tienen la culpa de que un dictador esté instaurado en el país y se quiera seguir aferrando al poder.
Es la hora de medidas fuertes contra el régimen de Maduro y medidas de protección al venezolano acosado por las situación económica y social y de paso de ataques sistemáticos a los defensores de los Derechos Humanos que se han duplicado en los últimos días según la ONG Centro para Defensores y la Justicia (CDJ).
Mientras esto ocurre aumenta el empobrecimiento, la ruina en medio de la catástrofe general del que fue un país próspero y estable.
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