“A los niños no se toca” es un slogan, hace falta mucho más, por @ArmandoMartini

“A los niños no se toca” es un slogan, hace falta mucho más, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Es mucho más que un problema, más grave que un inconveniente, peor que una contrariedad, es una tragedia, indignidad e inmoralidad; a tal punto, que los delincuentes confinados en brutales, hostiles y deformadoras cárceles tienen a la pedofilia por horrible acción, desatando maltratos especiales adicionales. Más que un pecado deleznable, es un crimen que se genera en la mente y bajeza del ser humano, de la más retorcida condición mental, que agreden al que no sabe cómo defenderse. Y, ni siquiera puede con engaño y degradación, hacia las consecuencias de su acción sobre el niño o adolescente inocente, que espera protección y no agresión.

Tragedia que crece en el mundo y en Venezuela, síntoma alarmante de la decadencia moral, achacables a una sociedad, unos más otros menos, no obstante, con peso, deber y compromiso a los padres irresponsables, descuidados e indiferentes.

Desgracia e infortunio brutal, de efectos y proyecciones prolongadas que crecen en el tiempo con la victima engañada, violentada, humillada, para satisfacer el vicio, saciar descarríos; perversión distorsionada de adultos que, son criminales, aunque nunca toquen un arma. Pero es también un drama que debe vincularse a las condiciones precarias de la vida de familias en el país, olvidados por políticos gobernantes y quienes aspiran sustituirlos; sólo advierten en los barrios pobres y abandonados, a personas que viven amontonados hirviendo bajo el sol, en pánico esperando lluvias, helándose por las noches, semilleros de rencores, frustraciones y relajaciones.





No es explicable pero sí esperable el sexo desenfrenado en esos amontonamientos humanos malhumorados, insatisfechos, atiborrados de frustraciones, para quienes la satisfacción, -no la “relación” sexual- es mucho más que el cumplimiento de un instinto, es ejercicio miserable de poder, fuerza, dominio y superioridad. 

La pedofilia no se da sólo en zonas populares ni en mujeres y hombres de escasa formación, también, en círculos de mucho mayor nivel, aún peor, en familiares, docentes e incluso ha terminado por convertirse -¿o develarse?- en una plaga entre religiosos de templos consagrados al culto a Dios y en instituciones dedicadas por ellos a la educación; que son aún más canallas, pervertidos, depravados y degenerados. Porque mal está, en el ignorante que actúa por instinto y escasas barreras espirituales; pero mucho peor en quien está mejor formado, e imperdonable, en quienes no sólo tienen aún mayor formación, sino que, además, la han recibido para ser guías, maestros, sembradores de comportamientos, instructores para la vida de esos niños o adolescentes que se les confía.

Se espera del docente, se le respeta por ello, la formación de muchachos para que comprendan la vida a su alrededor, convirtiéndose en aliento, vitamina para esa existencia, y del educativo religioso, además, para esparcir conciencia profunda, mentor y modelo a su vez de quienes les rodeen.

El docente pedófilo traiciona su profesión, viola la confianza depositada, quebranta objetivos del gremio al cual pertenece. El religioso pedófilo infringe, contraviene y es de conducta desleal a Dios, es canalla, ruin y retorcido merecedor del peor infierno.

La atracción erótica o sexual que un adulto siente hacia los niños, es mucho más que un crimen, es muestra del ambiente moral de un pueblo, y que progrese, demostración de la ineficiencia de las autoridades; síntoma escandaloso de una ciudadanía decadente, una sociedad cómplice, encubridora que mira hacia otro lado. 

La cárcel no es suficiente para castigar al pedófilo, hace falta mucho más que no conocemos, pero necesitamos. Abarca no sólo la perspectiva del escarmiento, sino también la acción de los poderes públicos y sociales para cambiar los ejemplos y el ambiente en el cual conviven los integrantes de esa nación.

No basta con un slogan, es insuficiente instruir a funcionarios policiales, no alcanzan los castigos del poder judicial. Hace falta retomar con honestidad, dignidad y compromiso, la formación ética de una ciudadanía demasiado acostumbrada a la dejadez, una vida diaria en la cual un teléfono celular puede resultar para un ciudadano, adolescente o niño, más inmediato e importante que una convicción de compromiso y comportamiento.

La pedofilia no sólo es inconveniente de un malvado y sus víctimas, es la tragedia de un país que ha sido complaciente con la corrupción, tolerante de promesas falsas, de gobierno y políticos, que no rinden cuenta; olvidaron el significado de la ética, principios y valores, extraviaron las buenas costumbres, con una forma de vivir del a ver qué hacemos hoy. Es la angustia, resignación de un país, un pueblo, una ciudadanía, acostumbrándose a que lo brutal, inhumano y cruel sea normal, lo injusto, habitual, y la mentira frecuente. 

No basta con un slogan, es necesario un cambio radical de actitud, es allí, en esa modificación, que está la Venezuela del futuro. 

@ArmandoMartini