Le ruego a Tovar que no escriba semejante título para referirse a Jorge Rodríguez, Nicolás Maduro y Diosdi Cabello y no me hace caso, me asegura que la expresión es autoría del presidente francés Emmanuel Macron (¿cómo se habrá enterado Tovar de tal intimidad?) quien al ver al representante de la dictadura chavista cerca de él hizo exactamente lo que se hace cuando uno será sometido al bochorno “curativo” que supone recibir un supositorio: apretarse.
No lo culpo, Venezuela lleva casi veinticinco años dominada por los supositorios políticos conocidos como chavistas.
El venezolano sabe de sobra lo que es apretarlo.
La culpabilidad de Tovar
Me preocupa que Tovar con su metafórica procacidad liquide la trigésimo novena negociación entre los duendes opositores y sus verdugos de la tiranía. La esperanza de lograr un cambio democrático en Venezuela tiene de cabeza al mundo y Tovar sin ninguna clemencia osa llamar “supositorios” a los chavistas una vez que deciden engañar de nuevo. Le reclamo la falta de prudencia, pero insiste que no es él el imprudente, él sólo repite lo que otro –mucho más lúcido que él– fue capaz de interpretar al sentir al indeseable Jorgito cerca de él.
No deja de tener cierta razón con lo de los supositorios, lo sé, pero no es el momento de atizar la piel hiper sensible de la dictadura. ¿Habrá consecuencias?
Peor consecuencia que la dictadura no hay, imposible.
La demencia del mundo
Vi a los negociadores de la oposición y la dictadura sentados en una misma mesa junto a los presidentes de Argentina (Fernández), Colombia (Petro) y Francia (Macron) y comprendí lo demente que está el mundo y la capacidad que tenemos los venezolanos de causar estragos doquiera que vamos. Sin embargo, al margen de la demencia colectiva, lo que sí habla muy mal del liderazgo político de la oposición es la cantidad de oportunidades desperdiciadas para derrocar al chavismo sin haberlo logrado. Es simplemente increíble.
Tovar se ríe de mí y me subraya que si hubiese un supositorio para la ingenuidad yo debería de ser dotado de uno o varios de esos.
“¡Apriétate!”, me dice.
Chávez, el supositorio eterno
Los venezolanos lo han apretado durante muchos años; no han tenido otro remedio que hacerlo. No salimos de un supositorio –chavista– para entrar en otro. Chávez, el gran supositorio histórico, comenzó la tradición. Maduro, su supositorito, la sigue al pie de la letra. Las negociaciones, una tras otra, han representado inútiles supositorios políticos que no han servido de nada, ni siquiera han sofocado alguna fiebre o dolor. En el último diálogo de Francia, que pronto volverá a México, el supositorio realmente se sintió mundialmente.
Tovar destaca que para evitar la cultura de los supositorios debemos entender que el cáncer no se cura ni trata con aspirina. Para erradicar al chavismo hay que dejar de apretar.
Ya basta de falsas panaceas.
Supositorio o muerte, lo apretamos
¿Qué habrá sentido el presidente Macron que al ver a Rodríguez lo indujo a pensar en un supositorio? ¿Habrá algún periodista que en rueda de prensa se lo pregunte? ¿Sentiría lo mismo –el heredero de Napoleón– que sentimos los venezolanos desde que llegó el chavismo al poder? Claro, en nuestro caso el supositorio histórico se atoró y de tanto “apretarlo” estamos descompuestos. Hambre, enfermedad, tortura, destierro y muerte han significado un supositorial aprendizaje que no deseamos a nadie.
La negociación, la trigésimo novena, es un supositorio que adormecerá a la opinión pública mientras la tiranía se sigue saliendo con la suya.
Sigamos apretándolo, no hay más opción.