El primer plato llegó con estilo: un delicado crudo de vieira con jengibre confitado y setas espolvoreadas por encima, servido en una cáscara de vieira gigante. Pero, seguramente, algunos querían saber dónde estaba la hierba.
Por Clarín
Pronto, el chef se presentó ante los comensales y explicó. La tintura de lima que acentuaba el plato -la misma que había en el cóctel de bienvenida, un daiquiri- había sido infundida con 2 miligramos de cannabis. El chef Miguel Trinidad dio la bienvenida a sus invitados, 42 curiosos, la mayoría de ellos desconocidos, y los invitó a comer antes de volver con su equipo a la cocina. Bebí el cóctel y comí las vieiras. Sabían muy bien, pero no sentí nada. Eso vendría después.
Los comensales de la sesión de las 21:30 estaban bien vestidos, eran educados y diversos. Se les había indicado que se reunieran en este edificio elegante en la esquina de Williamsburg, Brooklyn, un espacio para eventos con paredes de cristal que dejaban ver a los chefs y a los camareros a las corridas. Trinidad nunca había trabajado en esta cocina. Muy probablemente, nunca volvería a trabajar allí.
Trinidad y muchos chefs como él operan ahora en un demi monde de experiencias de consumo cuasi clandestinas y nómades, patrocinadas por personas que creen que el cannabis no es diferente del vino o los cócteles cuando se trata de maridarlo con la comida.
La empresa de Trinidad, 99th Floor, ha celebrado decenas de cenas con cannabis a lo largo de los años. Sus comidas suelen ser de cinco pasos, pero la de Williamsburg fue especialmente ambiciosa: 10 pasos, desde won tons de cordero hasta ropa vieja. El cannabis se introdujo en cada plato de múltiples maneras. Para el tamal de pato, se había infundido en la manteca de cerdo. También estaba en la salsa de mole.
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