En “Cómo viajar con un salmón”, Umberto Eco, hace una confesión similar a la nuestra. Este servidor, como Eco, no es enemigo del fútbol. Pero me declaro detractor de todo aquello que lo ha pervertido.
Enemigo o detractor son posturas que, uno, en lo personal, deben reservarse, para situaciones muy excepcionales. Así que, palabras tan terribles demandan, las respectivas acotaciones.
Comencemos por las federaciones, confederaciones y toda laya de ligas que dirigen, las actividades deportivas alrededor del Mundo. La, FIFA, una de las “peorcitas”.
Los lectores se servirán recordarlo. Años atrás, una corte federal de EE. UU., dictaminó que por “dos generaciones consecutivas” la dirigencia de la referida federación, de forma “rampante, sistémica, enraizada” había incurrido en los delitos de asociación para delinquir, legitimación de capitales, doping en grado de encubrimiento, malversación, compras y ventas con sobreprecios, tráfico de influencias, sobornos, entre los más descarados, los recibidos por sus directivos, para otorgarle a Qatar, la sede del Campeonato Mundial, que hoy se inaugura. En medio de esos y otros escándalos han ido a la cárcel un nutrido número de federativos. Al contrario, ni un solo jefe de Estado, ministro, magnate de las industrias, cervecera, publicitaria o de las comunicaciones, ha sido castigado pese a que es imposible que, los corruptos federativos, no hayan contado con compinches semejantes.
Ahora hablemos desde 2010 cuando, a Qatar le fue otorgada la mencionada sede, hasta hoy. Para refrendar su carácter forajido, la referida federación ha degenerado, en comanditaria de las autoridades del emirato de Qatar, en prácticas esclavistas en pleno Siglo XXI.
“La más feroz delincuencia (…) la más insigne violación de la dignidad humana”. Así se refería a la esclavitud, nuestro Padre Libertador, Simón Bolívar. No pueden calificarse de otra manera, las condiciones infrahumanas a las cuales fueron sometidos millares y millares de migrantes, de Bangladesh, India, Nepal, Sri Lanka, Pakistán, constreñidos a perder la vida, la salud, la libertad a manos de los “negreros” del emirato en cuestión. Todo para entregarle a la inefable, FIFA, en carrera contra reloj, la infraestructura del Campeonato Mundial 2022, lo que condujo al macabro saldo de 15 mil obreros -o esclavos- fallecidos y alrededor de 150 mil explotados.
Y concluimos con lo más antifutbolístico: el fanático. Me refiero a todo aquel que confunde la afición por el balompié, con la honra nacional. Que es capaz de morir o matar por su divisa, porque no discierne entre un pasatiempo y un enfrentamiento armado; que responde con indiferencia a reclamos como el presente, por su fementida calidad de deportistas. El barón de Coubertin, proclamaba, “que lo importante no era ganar sino competir”, pero para nuestro multiatleta, “Chiqutín” Ettedgui “lo importante no es competir, sino competir bien”.
¿Y quién es ese caballero presidente de la FIFA, muy venal, corrupta moral y materialmente, para pedirle perdón a nadie salvo que sea a nombre de sí mismo? ¡Por la plata -o por el botín- brinca el mono! reza el conocido tópico.
El cronista, por lo pronto, en ejercicio de su derecho a la desobediencia civil, pacífica y sin parar mientes en el autor del atropello, se abstendrá de mirar, ni por la TV ni de cualquier otra forma, partido alguno del referido torneo. Ni de seguirlos por la radio. Ni de volverlos a comentar, en público o en privado. Ni de consumir productos de las marcas comerciales promocionadas en el mismo. ¿Celebrar alguna jugada o determinada oncena participante? ¡Imposible! No salvaremos a la Humanidad, pero algo es algo.
Esos balones repletos de dinero sucio, además, se encuentran tintos en sangre esclava.
@omarestacio