Hay aumentos de casos por los nuevos sublinajes de Ómicron, pero varios países de América y Europa no tienen un protocolo obligatorio de uso de barbijo o la ventilación.
Por infobae.com
Después de tres años de enfrentar la pandemia, el coronavirus aún sigue circulando por el mundo. Ya más de 641 millones de personas han adquirido la infección. En este momento, la curva de casos de COVID puede crecer, pero las herramientas de prevención, como el barbijo o la mascarilla, han dejado de ser obligatorios en muchos países, y la población se demora en la aplicación de las dosis de refuerzo.
Si el COVID-19 se propaga en la comunidad, según las recomendaciones vigentes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se debería mantener el distanciamiento físico y llevar mascarilla o barbijo en lugares cerrados. Pero también: ventilar bien las habitaciones, evitar las aglomeraciones, lavarse las manos de manera frecuente y cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado o con un pañuelo al toser. “Todas las medidas son necesarias”, señaló la agencia sanitaria de Naciones Unidas. Además de que señalaron como esencial acceder a la vacunación.
Las dosis de vacunas contra el COVID previenen las complicaciones y la muerte si la persona queda expuesta al coronavirus. Como su protección se reduce después de los 6 meses, hay que aplicarse los refuerzos. Sin embargo, no todos los países están siguiendo las recomendaciones que han demostrado ser eficaces para reducir la circulación del virus.
“Estamos mucho más cerca de poder decir que la fase de emergencia de la pandemia ha terminado, pero aún no hemos llegado a ella -dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director de la OMS, en su última conferencia de prensa-. Las lagunas en la vigilancia, los testeos, la secuenciación y la vacunación siguen creando las condiciones perfectas para que surja una nueva variante preocupante, que podría causar una mortalidad significativa”.
En muchos de los países, incluyendo los de América Latina, los testeos han quedado limitados solo para los grupos priorizados (como los que están en mayor riesgo de sufrir complicaciones si se contagian el virus) y la vigilancia genómica también se ha reducido, un aspecto que disminuye las posibilidades de seguir la evolución del virus.
En los Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sostuvieron esta semana que el uso de barbijos sigue siendo una buena forma de prevenir la propagación de enfermedades respiratorias, a pesar de que no lo han impuesto como obligatorio.
La directora de los CDC, Rochelle Walensky, declaró el lunes en conferencia de prensa que el uso de mascarillas es una de las diversas precauciones que la población puede adoptar en un momento en que los EE.UU. luchan contra la confluencia de tres patologías respiratorias: el COVID, la gripe y un virus sincicial respiratorio, que causa la bronquiolitis.
“No es necesario esperar a que actúen los CDC para ponerse un barbijo”, sostuvo Walensky. “Alentaríamos todas esas medidas preventivas -lavarse las manos, quedarse en casa cuando se está enfermo, colocarse el barbijo, aumentar la ventilación- durante la temporada de virus respiratorios, pero especialmente en zonas de altos niveles comunitarios de COVID-19?.
En los Estados Unidos, a pesar de que las dosis están disponibles, solo el 68% de la población aceptó aplicarse el esquema primario de vacunación. Las dosis de refuerzo solo se han aplicado en el 34% de la población.
En Canadá, desde noviembre, médicos y científicos advierten sobre el aumento de casos de COVID y de las otras dos infecciones respiratorias. Días atrás, le preguntaron al Primer Ministro de ese país, Justin Trudeau, si se iba a establecer el uso del barbijo como una medida obligatoria. Pero el jefe de Estado canadiense se limitó a decir que seguiría atendiendo a los consejos de los expertos e invitó a todos los canadienses a asegurarse de que están al día con sus vacunas y refuerzos contra el COVID y a aplicarse la vacuna contra la gripe.
En Oriente se viven otras situaciones. En China, la agresiva política del Gobierno del Covid Cero ha sido cuestionada con protestas, y se decidió que se podrá entrar a supermercados, centros comerciales, aeropuertos, y oficinas sin tener que mostrar el resultado de un test negativo.
En Japón, la gente llevaba el barbijo en público incluso antes de la pandemia y quitárselo se ha convertido en algo inimaginable. Los japoneses incluso inventaron una nueva palabra. Lo llaman “kao-pantsu” (que significa “calzoncillos para la cara”) porque lo consideran como una ropa interior que no se debe sacar en público.
En países de Iberoamérica, las medidas difieren. En la Argentina, el uso del barbijo ya no es obligatorio, pero las autoridades sanitarias lo han recomendado tras el aumento abrupto de casos de COVID que comenzó en noviembre. En Colombia, en tanto, el tapabocas aún es obligatorio en el transporte público, los servicios médicos y los hogares geriátricos. Mientras que en Brasil, desde fines de noviembre, las mascarillas volvieron a ser obligatorias en los aeropuertos y vuelos.
En España se mantiene la obligatoriedad del uso de mascarilla en los centros, servicios y establecimientos sanitarios, las residencias de personas mayores y en los medios de transporte aéreo, ferrocarril o por cable, en el transporte público de viajeros y en los espacios cerrados de buques y embarcaciones, cuando no se pueda mantener la distancia de seguridad.
“Mientras haya una variante como Ómicron en circulación y mutando, hay que preocuparse. No para no poder salir de casa, pero hay que preocuparse y, sobre todo, hay que prepararse. No es lo mismo y la gente se confunde”, dijo el doctor Jeffrey Lazarus, codirector del Programa de Infecciones Virales y Bacterianas de Instituto ISGlobal, en diálogo con la agencia de noticias SINC.
Lazarus señaló: “Se puede hablar del covid persistente, del riesgo de mutaciones, se puede demostrar que todavía hay mucha gente que está en el hospital, que está muriendo. Pero tampoco es necesario que sea tan, tan serio para preparase por si empeora la situación”.
También el doctor Lazarus, que fue uno de los líderes que organizó un consenso de 386 expertos sobre cómo poner fin a la pandemia, que fue publicado en la revista Nature, advirtió sobre “confiar en la suerte de que no vaya a empeorar la situación. Si empeora, no sabemos qué van a hacer. Hay que mejorar la ventilación, hay que ayudar a las poblaciones más vulnerables y marginalizadas a tener mascarillas de buena calidad”.