En Las Tejerías nada volvió a ser igual tras la tragedia por las lluvias

En Las Tejerías nada volvió a ser igual tras la tragedia por las lluvias

Armando Monsalve construye una tumba para su hija junto a su hermano, hoy, en el cementerio de Las Tejerías (Venezuela). El bullicio de las personas y maquinarias limpiando las calles arrasadas por el deslave en Las Tejerías, en la zona central de Venezuela, poco se escuchaba en el cementerio, en la parte alta de esta localidad, donde este viernes Armando Monsalve terminaba la tumba de su hija, una de las, al menos, 50 personas fallecidas. EFE/ Miguel Gutiérrez

 

El 8 de octubre de 2022 el día transcurría tranquilo. La gente del barrio Libertador, ubicado en Las Tejerías, estaba en lo suyo: unas mujeres en el mercado, otros en el culto de la iglesia cristiana, algunos hacían oficio de la casa, estaban los que cuidaban a los chamos y otros conversaban alegremente a la orilla de la quebrada Los Patos. Caía la tarde y era la hora del café; los chamos jugueteaban en medio de las calles, mientras el cielo encapotado anunciaba tempestad.

Por Radio Fe y Alegría Noticias

– ¡Parece que va a llover!, gritaba una mujer desde su ventana 

– ¡Mija, ya en esa montaña el agua está crujiendo! ¡La cosa se está poniendo fea!, le contestaban.

La quebrada estaba subiendo su nivel y fueron las mujeres del barrio Libertador quienes dieron las primeras señales de alarma. Y en menos de lo que canta un gallo se desató un torrencial aguacero y todo se puso oscuro en Las Tejerías; rayos y centellas estremecieron este noble pueblo alfarero. El miedo y la alarma se apoderaron de la gente, sin dejar por fuera su sentido de supervivencia.

Las mujeres recogieron a sus chamos y algunas otras gritaban: “¡Suban a la montaña que está quebrada se está desbordando!”. Solo 15 minutos bastaron para que el agua enfurecida arrasara con todo a su paso: se llevó la pasarela, las motos, los carros, las casas, los enseres, los colchones y, sobre todo, a mucha gente.

Francis Bernal, una joven de 26 años, madre de dos bebés, lo vio todo pues estuvo allí. Ella cuenta que, mientras todo estaba oscuro, la gente se comunicaba a gritos desde sus ventanas.

“Yo recuerdo que salí con el bebé, subimos y dejamos a los niños en un ranchito que está aquí arriba, que fue donde pudimos llegar. En lo que bajo la quebrada, ya venía bajando con más agua. Bajo a buscar a mi mamá hasta la iglesia y veo que ya viene el agua y veo cuando arranca la pasarela, que la levanta y como que la vuela: me quedé en shock y pensé fue en los niños. No bajé más porque me dio mucho miedo dejar a los niños y, en lo que subo, el agua ya me llegaba a los tobillos. Una piedra me golpeó y me agarré de una casa junto con otra que me jaló el brazo y así fue que subí”, afirmó.

 

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