Sergio viajó con sus hijos Felipe y Tomislav desde Andorra hasta Qatar en una aventura familiar repleta de anécdotas. “Estuvimos hablando hasta las cuatro de la mañana con los soldados con el traductor del teléfono”, cuentan de la noche que pasaron con militares.
Por infobae.com
“Nunca nos echamos para atrás en el viaje. Empezamos a caer cuando llevábamos dos o tres días. En un momento nos mirábamos con mi hermano y decíamos: ‘Qué hacemos acá, metidos en Irak con mi papá durmiendo en el fondo de la camioneta’”.
“Mi hermano se fue a Andorra después del Mundial anterior. Él había ido a Rusia en una Saveiro desde Argentina. Hizo todo los países de América, cruzó desde México a Bélgica y de ahí a Rusia. Después se quedó a vivir en Andorra. Fue a Argentina, se casó y nos vinimos todos. Primero vine con mi familia, después se vino mi viejo y a mi vieja la tenemos en Andorra también”, explica Felipe, que a sus 36 años trabaja en una empresa constructora de ese país con su hermano cuatro años menor.
Decidieron echar raíces en ese pequeño principado que convive entre España y Francia. En su Godoy Cruz natal habían sufrido un robo violento en el negocio que tenían, pero cuando intentaron ingresar ladrones a su casa personal entendieron que era suficiente. Debían marcharse: “Fue todo rebalsando el vaso, dando indicios que me tenía que ir. Vendí todo, auto, moto, cerramos el negocio y nos vinimos a buscar un futuro mejor”.
Al viaje se sumó Agustín (32), un primo de ellos que vive en Barcelona. Y arrancaron: Andorra, Francia, Mónaco, Italia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Irak, Jordania y Arabia Saudita hasta llegar a la frontera con Qatar.
La frontera entre Irak y Jordania estaba cerrada, pero los militares ubicados en el límite les dieron una bienvenida inesperada: “Dormimos en el búnker con los militares. La frontera estaba cerrada porque era muy peligroso, la abren de siete de la mañana a cinco de la tarde. Ahí dormimos en un búnker, ni siquiera nos dejaron estar en la camioneta”.
“Nos invitaron y nos tiraron una manta en el piso. Nos dieron de comer, nos invitaron café y té. Sacaron un narguile (pipa). Estuvimos hablando hasta las cuatro de la mañana con los soldados mediante el traductor del teléfono. Estaban muy interesados ellos en saber de nuestra cultura, de cómo los vemos a ellos, qué pensamos de ellos. Del viaje, eso fue lo más nutritivo. Me sentí muy ignorante en ese momento, lo que pensamos de esa gente y son totalmente distintos”, reflexiona.
Después de transitar por las rutas durante ocho días y unir más de 8 mil kilómetros, llegaron a la frontera entre Arabia Saudita y Qatar donde los esperaba una travesía más. No podían entrar el vehículo por la falta de algunos trámites, por lo que decidieron dejarla ahí y unir en bus la distancia al estadio para ver el debut de Argentina. Al día siguiente intentaron volver a ingresar a la Scaloneta, como bautizaron a la camioneta.
La situación no se modificaba en ese control en el medio del desierto y decidieron acudir a Mabkhout, el “jeque influencer” que se hizo famoso en Argentina durante el Mundial por realizar fiestas en su mansión para los fanáticos albiceleste. “Fue nuestra salvación. Llegamos al contacto por otros chicos a los que había ayudado. Durante el viaje estuvimos en contacto, pero cuando empezó el Mundial estaba como loco. Habíamos perdido un poco las esperanzas. Mi hermano le empezó a mandar mensajes, le mandó fotos de la camioneta y a los 20 minutos apareció una camioneta blanca con cuatro Policías. Nos hicieron que los siguiéramos y fuimos pasando los controles hasta la aduana de FIFA”.
“Teníamos problemas con la aplicación para hacerle el ingreso al vehículo. Necesitábamos cinco días de hotel consecutivos desde el día que entrabas. Teníamos seis, pero separados. Cuando quisimos sacar el hotel, recién empezado el Mundial, valía una fortuna. No teníamos. Le dijimos, gracias por todo, pero no podemos. Había una persona, mando derecha de Mabkhout, que lo llamó para explicarle lo que pasaba. El flaco dijo, no, ustedes tienen que estar en Qatar. Agarró, pasó la tarjeta de él y nos pagó seis noches de un departamento. ¡Imaginate si no nos ayudó ese monstruo, directamente nos salvó, re agradecidos con ese flaco!”, reconoce.
Después de pasar un mes en Doha, viviendo de cerca el histórico título de la selección argentina de Lionel Messi llegó la hora de regresar con el sabor de haber cumplido con la misión: “Tenemos que parar por todos lados ahora a la vuelta. La gente se sacaba fotos, los militares de todos los controles. Estamos locos, hacemos cualquier cosa por ver un partido de fútbol, pero de todo salen cosas positivas. Hay momentos feos a veces, pero todo tiene consecuencias buenas. Hay que animarse”.